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Una madre y sus hijos caminan en medio de un cráter provocado por un bombardeo en KievSergei Chuzavkov / AFP

440 días de guerra en Ucrania

El terror de la guerra o el destierro: el dilema de las madres en Ucrania

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, pidió en julio a todos los habitantes de la región de Donetsk evacuar a los niños

Karina acababa de poner un pie en su casa, donde se encontraba su hijo de 12 años, cuando misiles rusos comenzaron a caer en su jardín, dejando enormes cráteres en donde segundos antes estaban sus manzanos.

Cuando recobró el conocimiento tras salir disparada por el pasillo debido al impacto de los misiles, comenzó a llamar a gritos a su hijo.

«Le llamaba, pero no me respondía», contó a AFP la mujer de 41 años dos días después, entre los escombros de su casa. «Me dije que si mi hijo estaba muerto, me suicidaría. Fue lo primero en lo que pensé. ¿Cómo podría vivir sin mi hijo?».

La familia de Karina sobrevivió al brutal bombardeo ocurrido en abril, aunque éste destruyó parcialmente su casa. Pese a esto, no quiere abandonar Konstantinovka, su ciudad natal, en la región de Donetsk (este), asolada por la guerra.

Quedarse o marcharse

El dilema de quedarse o marcharse se ha impuesto a muchas familias con niños que viven cerca de la línea del frente en Ucrania desde el inicio de la invasión rusa en febrero del año pasado.

La imprevisibilidad de la guerra complica la decisión: el hijo de Karina sobrevivió, pero otros niños no corrieron con la misma suerte, alcanzados por disparos de artillería, incluso a cientos de kilómetros de los combates.

Al menos 480 niños han muerto y más de 1.400 han resultado heridos desde que comenzó la invasión rusa

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, pidió en julio a todos los habitantes de la región de Donetsk evacuar a los niños. Posteriormente, las autoridades locales ordenaron también la evacuación de los menores en varias localidades en la línea del frente.

Algunas familias se resisten, alegando problemas económicos o el apego a sus hogares. Otras rechazan las órdenes de evacuación obligatoria.

«Nos tomó tres minutos irnos»

En cambio, Veronika Sorokina, de 23 años, se marchó con su hijo de 2 años cuando los rusos entraron en su pueblo de la región de Lugansk (este) en marzo de 2022.

Vitaly Sorokin, de 48 años, sonriendo mientras su esposa Veronika, de 23, muestra su vestido de noviaSergei Chuzavkov / AFP

«No fue una decisión difícil. Nos tomó tres minutos irnos. Temíamos por nuestro hijo», contó la mujer, añadiendo que se llevó papeles y algunas pertenencias con valor sentimental, como su vestido de novia. Su marido, Vitali, de 48 años conocía un camino a través del campo que sabía que los rusos no encontrarían.

Cuando nos marchamos del pueblo le tapamos la boca a nuestro hijo para que no gritaraVeronikaMadre ucraniana que huyó de la línea del frente

Natalia Maksimenko, de 21 años, quería esperar un poco antes de irse de Bajmut, epicentro de los combates desde hace meses. Pero fue un bombardeo en el edificio de enfrente que la empujó a marcharse con su marido de 19 años, su bebé de 6 meses y su gato.

Tenemos un bebé (...) Si muere, me volvería loca. Por eso decidí marcharmeNatalia MaksimenkoMadre ucraniana que huyó de la línea del frente

Un día después de huir de su apartamento de dos habitaciones, el edificio fue alcanzado por disparos de artillería. Ahora viven en una pieza en la capital, Kiev, y comparten el baño y la cocina con otras personas.

'Miedo de salir a jugar'

Para Arina Satovska, que dirige un centro en Kiev que acoge a familias con niños, la decisión de marcharse es a veces complicada porque las rutas de salida son a veces más peligrosas.

Además, irse es solo el primer paso para dejar atrás la guerra. «Después de estar dos semanas aquí los niños aún no querían salir a jugar por miedo a las alertas aéreas y los bombardeos», dijo Satovska.

Vitaly Sorokin, su esposa Veronika y sus tres hijos viven ahora en Kiev, pero el miedo no desapareceSergei Chuzavkov / AFP

Veronika, que huyó de Lugansk con su marido, contó que su hijo aún reacciona frente a ruidos fuertes. «Corre a mis brazos, grita y tiembla (...). Tiene miedo».

De pie frente a lo que queda de su casa en Kostiantinivka, Karina explicó que aunque ella no está lista a abandonar su pueblo aconsejaría a una amiga en la misma situación a hacerlo. «Yo no puedo imaginarme viviendo en un lugar que no conozco».