Fundado en 1910
Carmen de Carlos

Cristina Fernández celebra 20 años de lo que el viento se llevó: el Kirchnerismo original

CFK, siglas por las que se conoce a una mujer que pudo hacer historia del bien y eligió lo contrario, se reivindica a sí misma ante el fracaso de su gobierno

La vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, en la Plaza de MayoAFP

Cristina Fernández, la viuda de Néstor Kirchner, es la encarnación de lo que se entiende por kirchnerismo, un fenómeno que cumple 20 años. La vicepresidenta estuvo en el origen, triunfo y descomposición, de una corriente peronista que soñó con crear una liturgia propia y eterna. Aquella fantasía termina con la justicia como una maldición contra su insaciable voracidad por el dinero y la obsesión por concentrar el poder.

Néstor Kirchner fue la esperanza de una Argentina que había tocado fondo. El gobierno de Fernando De La Rúa había terminado con la salida en helicóptero de un presidente alejado de una realidad dramática, sin liderazgo y carente de capacidad de gestión efectiva.

En el país que llegó a ser la décima potencia del mundo y se conocía como el granero del planeta, la gente buscaba alimentos en los cubos de basura

En el país que llegó a ser la décima potencia del mundo y se conocía como el granero del planeta, la gente buscaba alimentos en los cubos de basura. Rota la paridad entre el dólar y el peso con el fin de la ley de convertibilidad, la pobreza resurgió de sus cenizas y el tiempo de pizza con champán, insuperable expresión de Sylvina Walger para describir los años de la abundancia menemista, pasaron a ser años de choripán (bollo preñado con chorizo) y sidra espumosa.

En 2003 a Néstor Kirchner no lo conocían ni los locutores de televisión. El gobernador de Santa Cruz, una provincia pequeña y remota en el fin del mundo, era un caudillo en su territorio, pero fuera de él estaba a la sombra de su mujer, una senadora combativa, demoledora en los careos parlamentarios y entusiasta de hacer declaraciones a la prensa.

El destino de Kirchner cambio gracias a Eduardo Duhalde, el presidente que sucedió, tras media docena de sucesores, a De La Rúa

El destino de Kirchner cambio gracias a Eduardo Duhalde, el presidente que sucedió, tras media docena de sucesores, a De La Rúa. Había adelantado las elecciones y no lograba encontrar un candidato con cierto gancho popular. Todos, incluido el por entonces popular Carlos Reutemann, le dieron la espalda.

Hasta Mauricio Macri habría esquivado entonces la posibilidad de presentar su candidatura. A Duhalde le quedaba lo que en los toros se conoce como deshecho de tienta: Néstor Kirchner, un individuo de apellido indescifrable, desgarbado, demasiado alto, estrábico y al que se le escapaba el aire por los carrillos.

Con ese toro que se destapó más bravo de lo que Duhalde pudo imaginar tuvo que lidiar el expresidente y Argentina. Kirchner, milagrosamente, superó por los pelos a Ricardo López Murphy (el Bulldog) y pasó a una segunda vuelta en las elecciones contra Carlos Menem.

A Menem le hubiera vencido cualquiera y ese cualquiera, ironías de la vida, fue Néstor Kirchner, su gran admirador reconvertido en verdugo político suyo

El expresidente que realizó la reforma del Estado más importante de la historia y privatizó e hizo efectivos unos servicios públicos caóticos (bajo la sombra de la corrupción) no tenía ninguna posibilidad de ganar. Le hubiera vencido cualquiera y ese cualquiera, ironías de la vida, fue Néstor Kirchner, su gran admirador reconvertido en verdugo político suyo y artífice de su demonización.

Néstor Carlos Kirchner eligió el 25 de mayo para su investidura. La fecha no era casual. Este día se conmemora el inicio de la revolución que terminaría, también por esas carambolas del destino no previstas, en la independencia de Argentina el 9 de julio. «El tuerto», como se refería a él, el presidente de Uruguay, José Mujica, se subiría –con matices– a la ola bolivariana que comenzaba a tomar fuerza en Sudamérica.

Kirchner pronunció un discurso de investidura en el Congreso donde borró de la historia el juicio a las juntas militares y la CONADEP

Kirchner pronunció un discurso de investidura en el Congreso donde borró de la historia el juicio a las juntas militares y la CONADEP (Comisión nacional de Desaparición de Personas que reescribiría) que tanto sudor y lágrimas le había costado a Raúl Alfonsín. Sería el principio del bastardeo y emponzoñamiento, a golpe de chequera, de casi todas las organizaciones que buscaban, desesperadamente, a sus nietos, los restos de sus hermanos, hijos y familiares desaparecidos bajo un régimen que eligió estar al margen de la ley entre 1976 y 1983.

Ese 25 de mayo de 2003 también fue el principio de un modo diferente de hacer política en Argentina y de atraco al Estado. El resultado fue una sociedad en extremo polarizada donde el odio fue el caldo de cultivo que se alimentó desde el poder que, –y esto nos suena–, señalaba a los otros como responsables. Esa letra y esa música se escucharía en España con notas similares con la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa.

Las navieras españolas conocían bien el modus operandi del peronista que, en una primera etapa, huía de los retratos de Eva y Juan Domingo Perón

El presidente aplicó en la Nación el mismo patrón que había seguido en Santa Cruz, donde hizo de las famosas regalías petroleras un fondo «K». Las navieras españolas conocían bien el modus operandi del peronista que, en una primera etapa, huía de los retratos de Eva y Juan Domingo Perón. Su obsesión por el dinero le llevó a construir una cámara blindada en su propia casa. Los vídeos donde declaraba su amor a una caja fuerte del tamaño de un armario son insuperables.

Presumió de dar el portazo al FMI. A cambio, se endeudó con Hugo Chávez a intereses muy superiores

«No se fijen en lo que digo, sino en lo que hago», solía decir palabra más, palabra menos. Entre las cosas que hizo, presumió de dar el portazo al FMI, bestia negra de los argentinos, y saldar su deuda con el principal organismo financiero del mundo. A cambio, la contrajo con Hugo Chávez a intereses muy superiores.

La comisión que se quedaría cada cual es un misterio, pero lo cierto es que los argentinos, mientras le aplaudían, se endeudaban más y más. También es cierto que logró reestructurar una deuda pública que, entonces, parecía insuperable.

A Kirchner le obsesionaba haber llegado a la Casa Rosada con apenas un 22 % de los votos y sus golpes de efectos se atribuían en muchas ocasiones a su obsesión por demostrar que tenía y sabía ejercer el poder. Le tocó y heredó a Roberto Lavagna como ministro de Economía, gozó de un precio desorbitado de las materias primas y en especial de la soja, el oro verde. También manejó las finanzas (salvo aquel canje del FMI por Chávez) con acierto para el bolsillo de los argentinos y el suyo propio (un saco sin fondo).

Kirchner se deshizo, de forma poco ortodoxa, de una Corte Suprema que estaba desprestigiada, sacudió a las multinacionales (expropió alguna como aguas de Barcelona), acusó en Madrid a los empresarios de ladrones, se enfrentó al gobierno de Tabaré Vázquez en Uruguay, convocó un boicot a los productos del país vecino y animó al bloqueo de su frontera. En el camino, pasó de ser el amigo del grupo Clarín a convertir al multimedio en objetivo a batir.

Su mujer, a la que entregó el relevo del poder como si la Casa Rosada fuera un bien ganancial, destruyó lo bueno que había hecho y multiplicó por varios dígitos lo malo

Todo esto y mucho más era Néstor Kirchner. Su mujer, a la que entregó el relevo del poder como si la Casa Rosada fuera un bien ganancial, destruyó lo bueno que había hecho y multiplicó por varios dígitos lo malo.

El proyecto del matrimonio que se tiraba (literal) los trastos a la cabeza, era alternarse en el gobierno: cuatro años para vos, cuatro para mi. La muerte a los 60 años, en octubre de 2010, de un infarto fulminante, acabó con el proyecto.

Millones para el convento

Desde entonces, se hizo la noche. Argentina fue testigo de imágenes donde se pesaban los bolsones de dinero cargados de euros y dólares producto de los sobornos. El país vio como si fuera una película a un viceministro arrojar esas bolsas a un convento o monasterio donde se ocultaban millones.

La justicia y los medios, destaparon carreteras inconclusas pagadas por el Estado, sociedades con testaferros creadas para el saqueo, la riqueza de «Cristina», como su corrupción, era inabarcable y parecía tener todas las papeletas para salir en el libro Guinness de los récord de la corrupción.

Florencia Kirchner, la desdichada joven que expone su proceso de autodestrucción en las imágenes de su cuenta de Instagram

El difunto juez Federal, Claudio Bonadío, sufría al imputar a Florencia Kirchner en una de esas sociedades creadas para el saqueo. Su madre la había metido en «el directorio» cuando la investigación ya estaba en marcha. No había modo de salvar a esta desdichada joven que expone su proceso de autodestrucción en las imágenes de su cuenta de Instagram.

CFK, siglas por las que se conoce a una mujer que pudo hacer historia del bien y eligió lo contrario, se reivindica a sí misma el 25 de mayo. Ella, que se baña en multitudes pagadas porque nadie la quiere cerca, nunca dejó de sentirse una «reina», pero la herencia que deja es un país destruido.

Cortesana de sí misma eligió a Alberto Fernández para que hiciera de ventrílocuo suyo. Le salió rana y ahora, busca un sucesor mientras el peso de la justicia le aplasta, antes, durante y después de las elecciones.