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Aquilino Cayuela

Siria vuelve a la liga y sienta a Occidente en el banquillo

El proceso de normalización de Damasco es, sin duda, favorable a Moscú, en un momento en que los Estados occidentales están debatiendo qué objetivos perseguir en Ucrania

El presidente sirio Bachar al Asad asistiendo a la Cumbre de la Liga Árabe en YedaAFP

Los ministros de Asuntos Exteriores árabes anunciaron a principios de este mes que Siria sería readmitida en la Liga Árabe. La organización suspendió la pertenencia del país en 2011 debido a presiones internacionales y a que el régimen del presidente Bachar al Asad se había cobrado la vida de cerca de medio millón y ocasionado el desplazamiento de 13 millones de personas.

El ostracismo de Asad parece haber terminado. Esta decisión supone la culminación de un tortuoso debate entre los gobiernos árabes sobre cómo gestionar la tragedia siria. La readmisión de Siria en la Liga Árabe permitió a Asad viajar a Arabia Saudí para asistir a la cumbre del grupo el 19 de mayo.

Durante la visita se mostró relajado y triunfante, compartiendo sonrientes apretones de manos con destacados líderes árabes. Su discurso denunció la hegemonía occidental e hizo un llamamiento a la protección de la identidad árabe.

Esta rehabilitación en la Liga Árabe de Asad le ayuda a su consolidación en el poder, amenaza la posición de los grupos kurdos en el noreste de Siria y podría acelerar la retirada de Estados Unidos y favorece la posición de Rusia e Irán en la región. Es una oportunidad para el fortalecimiento de Asad y sus aliados, también incrementa la influencia de Rusia en el corazón del mundo árabe.

Desde 2018, varios países lanzaron iniciativas para «devolver a Siria al redil árabe», pero esos esfuerzos no tomaron impulso por las divisiones entre los árabes, sumadas a la oposición occidental.

Este año el proceso comenzó a ganar impulso debido a un cambio en la política saudí que garantizó que Siria volviese a la Liga. De hecho, los gobiernos abandonaron sus anteriores posturas cautelosas y se han dado prisa por superar a sus rivales regionales en el abrazo a la rehabilitación de Asad.

Ya en 2018, Emiratos Árabes Unidos (EAU) se convirtió en el primer país en propiciar la rehabilitación diplomática de Asad. Su acercamiento al dictador sirio fue impulsado por la urgencia de contener a Turquía, y acomodar a Rusia, cercano aliado de Asad. Este impulso recibió un paulatino apoyo de Omán, Bahréin, Irak y Argelia, naciones deseosas de anunciar el regreso de Siria y distanciarse de la influencia norteamericana.

Jordania había sido más cautelosa, pero a Ammán le preocupaba que la intervención rusa de 2016 en el norte de Siria se extendiese al sur, provocando un éxodo masivo hacia sus fronteras. También temía las consecuencias de la retirada de Occidente, si Washington quería poner fin a su apoyo a los rebeldes sirios, en el sur. Por fin en 2018, Ammán aceptó un retorno, garantizado por Rusia, de las fuerzas del régimen al sur de Siria con la esperanza de que Moscú moderara el comportamiento de Asad y garantizara estabilidad en la región.

Como resultado, Ammán diseñó un proceso diplomático gradual y multilateral con Siria que buscaba concesiones verificables de Asad. Pero los Emiratos Árabes no compartían la insistencia de Jordania en poner condiciones a Asad, y Arabia Saudí se oponía, en ese momento, a cualquier tipo de normalización con Siria.

Una vez que Arabia Saudí sí decidió normalizar las relaciones con Asad, fueron Jordania y Egipto quienes intentaron frenar a los saudíes en varias reuniones. Contaron con el apoyo de Kuwait, que no quería perturbar a Estados Unidos, su aliado clave.

En última instancia, ha sido el respaldo saudí lo que ha obligado a los países árabes, incluidos los reticentes, a alinearse. En un principio, los funcionarios saudíes afirmaron que adoptarían un enfoque prudente y gradual, similar al previsto por Jordania, pero el proceso se ha acelerado con rapidez.

El gobierno de Damasco con este compromiso árabe quiere presionar a Turquía para que se comprometa públicamente a retirarse del noroeste de Siria. Asad y sus ministros también han planteado exigencias financieras a sus interlocutores, afirmando que sin una inyección de dinero no podrán acoger a una parte de sus refugiados, ni detener la exportación de «captagon», que se consume sobre todo en Oriente Próximo, pero que ya está entrando en Europa.

El «captagon» es una potente anfetamina altamente adictiva y conocida como «la droga de los yihadistas» o la «cocaína de los pobres». Su producción se vincula al ISIS y en la actualidad el centro de distribución parte de Siria tanto hacia Oriente como hacia Occidente. La consumen los combatientes del ISIS y otros grupos insurgentes porque anula la sensación de miedo y fatiga y causa estragos en muchos países árabes.

El proceso de normalización de Siria es, sin duda, favorable a Moscú. Rusia espera que los países árabes contribuyan a la estabilización de Siria, reduciendo así la propia carga de Moscú. Asimismo el Kremlin y su posición en Siria aleja a Turquía de la órbita occidental, de hecho, ha organizado reuniones entre altos cargos diplomáticos, militares y de inteligencia iraníes, sirios y turcos.

Al fondo los éxitos en el campo de batalla de Asad y el apoyo ruso han dictado los resultados políticos, algo que ha tenido un impacto directo en la política y la seguridad europeas. Por eso la rehabilitación de Asad por los Estados árabes es un reconocimiento de esa realidad, en un momento en que los Estados occidentales están debatiendo qué objetivos perseguir en Ucrania.