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MontecassinoHermann Tertsch

Periodismo, acción política y esperanza

Hoy estoy encantado de venir a El Debate, uno de los pocos medios en España que aguanta el reto de resistirse al total envilecimiento y abaratamiento del mensaje y los propósitos

Me asomo a estas páginas de El Debate para saludar a sus lectores y anunciarles que aquí estaré con regularidad para exponer mis opiniones sobre lo que pasa. No demasiado, no se asusten. Pero es un buen momento para que les hable desde una perspectiva muy definida sobre los acontecimientos en España y fuera de aquí. Les aseguro que van a pasar muchas cosas en un futuro próximo y también les garantizo que no todas van a ser malas. Por eso, cuando mis queridos amigos Bieito Rubido y Ramón Pérez Maura, jefes en esta plaza, me han invitado a dar mi opinión y análisis como eurodiputado del Parlamento Europeo, he aceptado.

Estamos en unos momentos decisivos para el futuro de todos nosotros, nuestros nietos y generaciones futuras. Y no porque vaya a explotar el planeta Tierra como pretenden quienes hacen negocio y política totalitaria con el miedo al fin del mundo. Lo que está en juego es la supervivencia de nuestra civilización, de nuestra memoria y nuestra forma de vida y de entender al ser humano.

Algunos dicen que la suerte está echada y que hemos perdido los que defendemos una civilización que cree en la libertad, en la conciencia, en el carácter sagrado y trascendente del ser humano, en la historia, en la familia, en la nación, en el honor, en la tradición, en el amor y el perdón. Nosotros sabemos que estamos en peligro pero tenemos además de todos los tesoros enumerados, también el tesoro de la esperanza. Y creemos que podemos ganar este pulso y salvar, defender y fortalecer esta forma de vida de la humanidad donde es posible lo bello, lo bueno y lo verdadero.

Cuando me despedí del periodismo allá en el verano de 2019 en una Tercera de un ABC que aun tenía algo que ver con aquel diario conservador, monárquico y nacional que es ya gran historia de España, temía que iba a echar mucho de menos el oficio de la escritura diaria que había ejercido casi cuarenta años. Acababa de aceptar la oferta de Santiago Abascal para irme al Parlamento Europeo como diputado de VOX a hacer política, no narrarla.

Hoy les aseguro que no echo de menos el periodismo. Y que agradezco infinitamente a Abascal y a VOX la oportunidad de participar en este histórico proyecto de reconquista de la libertad, los derechos, la integridad y la prosperidad para los españoles. Es una empresa apasionante que apenas me deja sentir ganas de escribir en la prensa o libros. Y la prensa la leo con mucha más cicatería en el tiempo. Nacido en una casa que era una redacción y a la que llegaban a diario 20 o 25 diarios en cuatro idiomas y revistas de todo el mundo, hoy leo menos prensa que nunca. No creo que esté menos informado. Hoy apremian muchos retos.

Sí que escribo en nuestra Fundación Disenso, en apoyo a su encomiable y cada vez más eficaz labor de fomento a un tiempo del pensamiento y el activismo político. Algo escribo en su Gaceta de la Iberosfera que ha cambiado la forma de informar sobre Iberoamérica o cuando partidos aliados con VOX me piden que explique la disparatada situación política de una España secuestrada o la delirante deriva que algunos quieren imponer a todos los demás en la Unión Europea hacia un proyecto socialista totalitario, injerencista, acaparador y empobrecedor.

Hoy estoy encantado de venir a El Debate, uno de los pocos medios en España que aguanta el reto de resistirse al total envilecimiento y abaratamiento del mensaje y los propósitos. Algo tendrá que ver en todo ello el cardenal Herrera Oria.

Cierto es que mi desafecto hacia la evolución del periodismo en general y en especial en España, que surge hace ya décadas se ha convertido ya en abierta aversión hacia los bárbaros abusos, las vilezas y la desvergüenza en la práctica habitual de tantísimos miembros de esas huestes milicianas que han tomado la mayor parte de los medios. Tras las bombas del 11M, cuando triunfaron las conspiraciones previas de caseríos y perpignanes, tomaron el poder en España unos políticos que rayan muchas veces con el abuso delictivo y siempre con la vocación totalitaria de un socialismo propio de sociedades mucho más primitivas que la nuestra. Sus máximas representantes son el felón que hoy nos arruina y chulea más que gobierna y aquel que llegó al poder sobre 192 cadáveres de españoles y hoy es entregada servidumbre de ese mayor asesino de América, que es Nicolás Maduro. Los otros, quienes nos tenían que haber defendido de ellos, estaba entretenidos con sus negocios y sus lecturas deportivas. El periodismo se adaptó plenamente a la catadura de los gobernantes y hoy el servilismo de la inmensa mayoría de los medios y la obsequiosidad de sus periodistas hacia el poder son tan ofensivos como estomagantes.

Hay mucho de que escribir. Estamos ya en la reconquista de todos esos espacios que se entregaron por indolencia, ignorancia, desidia o cobardía a una izquierda que sí venía con planes elaborados, objetivos concretos y mensajes afinados. La batalla cultural no se ha perdido porque no se ha librado. Aquí solo ha habido falsos defensores de la civilización que entregaban las plazas sin lucha. La educación, la información, la comunicación, la cultura, la iglesia, la (supuesta) ciencia, el urbanismo y la ecología, todos tomados por los cuadros bien organizados de una izquierda que los ha utilizado para ir mutilando el sentido común, la racionalidad, la dignidad, la probidad e integridad y por supuesto la libertad.

La batalla cultural ha comenzado ahora y será cruenta porque quienes han ganado sin lucha todas estas conquistas intentarán resistir y utilizar todos sus recursos para aniquilarnos. Pero hoy estamos mucho mejor que hace quince o diez años en los que apenas había conciencia de la amenaza ni percepción del enemigo. Hoy la batalla se despliega ya por toda España, por toda Europa y por todo Occidente. Nada garantiza que podamos ganar a corto ni medio plazo después de tanto ceder y tanta ventaja otorgada insensatamente en el pasado medio siglo. Pero tenemos la verdad, la realidad y el sentido común como armas que jamás nos podrán arrebatar. Y sin miedo a nada ni nadie, los tiempos de la postración ante el abuso, la mentira, la injusticia y la vileza se acaban.