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Antonio Ledezma
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EL DEBATE EN AMÉRICA

Maduro: mentiroso patológico

Ante su desfachatez y fracaso en su gestión al frente de una nación, procura captar atención y admiración a partir de las mentiras que va relatando

Actualizada 04:30

A street vendor walks carrying bananas near a sign reading “We will overcome” on a street at the 23 de Enero neighborhood, in Caracas, on February 4, 2022, during the commemoration of 30th anniversary of the failed coup led by then Lieutenant Colonel Hugo Chavez against the Venezuelan President Carlos Andres Perez (1989-1993). - Different groups created by late Venezuelan President (2002-2013) Hugo Chavez and the goveernment of President Nicolas Maduro commemorate the 30th anniversary of the coup attempt. (Photo by Yuri CORTEZ / AFP)

Nicolás Maduro se aplaude a sí mismo tras escucharseAFP

De Venezuela ya no se habla tanto en el mundo por sus virtudes sino por sus tragedias. Una de ellas está representada por la crisis, cada día más aguda, de los servicios públicos. Las fallas de electricidad que se padecen en Venezuela han dado la vuelta al mundo en forma de noticias sensacionalistas, pero son acontecimientos reales que nada tienen que ver con ficciones o «saboteos del imperialismo gringo».

Uno de esos apagones ocurrió el 7 de marzo del año 2019, fecha en que comenzó una oscuridad nacional que se prolongó durante cinco días. Para que nos demos una idea de cuál es la dimensión de esa calamidad, tenemos los datos aportados por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, que dirige la Dra. Aixa Armas, revelando que «nada más el año 2020 se reportaron 157.719 interrupciones del servicio, cifra que escaló un monto mucho mayor en 2021 contabilizándose 190.006 accidentes».

La verdad es que la situación va de mal en peor, nada se arregla, más bien se acrecientan los sufrimientos de millones de familias que tienen que lidiar al mismo tiempo con la carencia de agua potable, pésimos servicios de salud, de transporte y de esos agobiantes apagones que las mantienen en la oscuridad durante varios días a la semana.

Lo insólito es que el dictador Nicolás Maduro se fue de viaje a Brasil, aprovechando la protección que le garantizaba su socio foropaolista Lula da Silva. Allí, con el mayor cinismo y desparpajo, el mandón designado por los Castros desde La Habana se atrevió a prometerle a los ciudadanos de Brasil «que les va resolver el problema de electricidad enviando energía desde las centrales hidroeléctricos y termoeléctricas instaladas en Venezuela».

Las termoeléctricas que forman parte de nuestro parque eléctrico están, en su mayoría, fuera de servicio, lo mismo que los complejos hidroeléctricos

Ciertamente nuestro país cuenta con una importante capacidad instalada que supera los 36 mil Mw. Desgraciadamente, esas 20 termoeléctricas que forman parte de nuestro parque eléctrico están, en su mayoría, fuera de servicio, lo mismo que los complejos hidroeléctricos. Veamos cuál es la situación de esas plantas:

Hay tres embalses de agua dulce que se concibieron para la producción de energía limpia desde el Complejo Uribante Caparo. El plan contemplaba la puesta en operaciones de tres centrales hidroeléctricas ubicadas en el municipio Uribante del estado Táchira vecino a Colombia. Tendríamos entonces la Central Leonardo Ruiz Pineda, Represa San Agatón (La Honda), que cuenta con dos unidades de 150 Mw, cada una, para sumar 300 Mw, actualmente puede estar produciendo alrededor de 100 Mw.

La otra central es La Vueltosa, a la que el régimen chavista le adjudicó el nombre de «Fabricio Ojeda». Se trata de otro complejo hidroeléctrico relacionado con los mismos ríos aguas abajo, tiene dos unidades de 257 Mw; para sumar 514 Mw más, se construyó una tercera fosa para montar una tercera turbina de dimensiones similares, que nunca se colocó; y el tercer desarrollo conocido como Las Coloradas, proyecto no ejecutado, que contemplaba producir 585 Mw.

El proyecto original permitiría producir con los tres complejos en funcionamiento alrededor de 1.551 Mw. El complejo de La Vueltosa se inauguró con una falla de origen que ocasionaba una pérdida considerable del agua almacenada, ya que las compuertas de fondo de la Vueltosa y de Borde Seco, presentaban deficiencias a la hora de cerrar y, en consecuencia, una tercera parte del agua que se represaba en La Vueltosa se perdía; luego se le colocó una campana, para aislar la fuga en la compuerta en la entrada de la tubería de admisión de las turbinas, que no ha resuelto el problema de fondo. La realidad es que en esta central se produce en la actualidad alrededor de 100 Mw.

La otra represa en importancia está en el estado Mérida, es la de Planta Páez en Santo Domingo que está totalmente inoperativa. Cuenta con cuatro unidades con una capacidad instalada de 60 megavatios por cada unidad, para un total 240 megavatios. Lamentablemente esa planta está paralizada, entre otras razones por problemas de sedimentación, el río Aracay, que corre por el margen derecho de la cuenca de la represa, no cuenta con los aliviaderos que contengan los sedimentos que arrastra el río.

El resultado es que el espacio está abarrotado de residuos, mientras se espera que hagan el trabajo de mantenimiento. Además los cuatro generadores de las cuatro unidades de 60 megavatios cada uno, no han sido reparados tal como se previó con la contratación de una empresa que no concluyó su trabajo por incumplimiento de pago del ente contratante.

Adicionalmente, en el estado Barinas, hay dos plantas hidroeléctricas, La Planta «J. A. Rodríguez Domínguez» (Peña Larga), en los límites de los estados Barinas y Portuguesa, con dos unidades de 42.5 Mw, produciendo alrededor de 18 Mw, y Masparro, en Barinas, represa que tiene dos unidades de 12.5 Mw, con capacidad instalada de 25 Mw, en la actualidad no producen más allá de 8 Mw.

El estado Mérida, además de contar con exuberantes bellezas naturales, posee la planta termoeléctrica don Luis Zambrano (El Vigía), diseñada inicialmente para operar con gas natural mediante operación de ciclo combinado (Gas + vapor). Esa obra no fue concluida como estaba pautada, ya que nunca se ejecutaron los kilómetros de tubería que trasladarían el gas natural desde su extracción hasta la planta, por lo que se cambió el combustible original de diseño a diésel.

Dicha planta operó con diésel, por un tiempo muy breve por debajo de la demanda que requerían sus turbinas, ya que en el país hasta estos momentos no existe una producción de gasoil suficiente y en consecuencia no hubo manera de surtir, en la cantidad y frecuencia requerida, el complejo termoeléctrico de El Vigía y de otros complejos termoeléctricos en el país.

Adicionalmente la cantidad de agua requerida para la operación de las calderas, a carga nominal, era insuficiente, ya que se extraía del nivel freático existente en el subsuelo de las zonas aledañas mediante bombas de pozo profundo, pero la desidia, la falta de vigilancia, permitieron que la delincuencia se apropiara de muchos de estos equipos, lo que puso a la termoeléctrica en la picota.

De igual forma se suma a esta situación anómala, un conjunto de averías que tuvo la planta desde su construcción y en funcionamiento, las dos turbinas de combustible sufrieron daños de consideración que ameritaron su parálisis total, fallas que se producen por la falta de mantenimiento y de la impericia del personal que en su momento operó la planta; esto es solo por nombrar algunos de los tantos casos de esta termoeléctrica, que se concibió con una capacidad instalada para generar 470 megavatios, pero que ahora no produce nada.

Otras dos plantas están localizadas en el estado donde nació Hugo Chávez, Barinas: Termobarrancas de 160 Mw nominales, operaba con gas, pero debido a la ausencia de combustible suficiente para hacerla funcionar, solo aporta alrededor de 80 Mw, y la planta «Batalla de Santa Inés». Con esta última ocurre algo insólito, similar al caso que atañe a la termoeléctrica de El Vigía.

A ambas no les ejecutaron el gasoducto requerido y en consecuencia ambas dependen del combustible gasoil. La estación de gas está situada a solo a 14 Km de esta planta, pero no se ejecutó la obra, por lo que, para activar la planta de Santa Inés, deben traer el gasoil de la población de Cabudare que está a una distancia considerable, planta que fue diseñada con la oferta de garantizar el abastecimiento de electricidad para todo el estado Barinas, ya que se proyectaba generar 105 megavatios, sin embargo tan solo está generando alrededor de 35 megavatios.

¿De dónde va sacar megavatios para surtir de electricidad a Brasil si tiene en medio de la oscuridad a toda Venezuela?

Por otro lado están el complejo del Guri, en medio del destartalado parque industrial de la Corporación Venezolana de Guayana, destruido por la peste del Socialismo del Siglo XXI. Se robaron los nueve mil millones destinados para concluir la obra de Tocoma que, de haberse concluido, pudiera estar generando 2.300Mw. Otros 81 mil millones de dólares más presupuestados para reparar turbinas, hacer mantenimiento de los sistemas de generación y distribución de energía eléctrica, e instalar correctamente plantas termoeléctricas, también se los robaron. Entonces ¿de dónde va sacar megavatios ese mitómano para surtir de electricidad a las poblaciones de Brasil si tiene en medio de la oscuridad a toda Venezuela?

La mitomanía es un mal que acusa Maduro. Esa patología que fue plasmada inicialmente en la filología médica en 1898 por Anton Delbrück y permite definir la mentira patológica «como una invención inconsciente y demostrable de acontecimientos muy poco probables y fácilmente refutables». Maduro, al igual que su maestro Hugo Chávez, miente con frecuencia irrefrenable, incluso se dice que «llega a creerse su realidad alternativa».

Se cree el jácara que habla con pajaritos y que ha visto el espíritu de Chávez rondando por Caracas. Ante su desfachatez y fracaso en su gestión al frente de una nación, procura captar atención y admiración a partir de las mentiras que va relatando, como esa impostura que asumió en la reciente Cumbre del Ambiente en Egipto en la que se presentó como «el protector de los recursos naturales de los venezolanos», cuando bien consta que es el responsable del ecocidio más atroz que existe en Latinoamérica. Pero así son esos mentirosos compulsivos, viven atrapados en la pseudología fantástica, reiterando frenéticamente en la mentira.

Igual dice que «es capaz de dar la vida por proteger la integridad territorial» y a la vez están entregando nuestro Esequibo, hipotecan nuestra soberanía a China y convierten a Venezuela en un protectorado de los comunistas cubanos. Se proclaman «enemigos del patriarcado», pero van desarrollando la guerra cultural diseñada por Gramsci para difuminar las bases de la familia. Enarbola banderas contra la homofobia y llama «mariconsetes a lideres de la oposición». Condena las migraciones mientras empuja al destierro a más de ocho millones de venezolanos. Se exhibe defensor de las etnias, pero su Ejército se lía con los indígenas ubicados en el sur de la Selva Amazónica, quienes se defienden con arcos y flechas ante los ataques de los soldados de Maduro.

Es nuestra responsabilidad desenmascarar a estos fariseos de la política que usan las cumbres de jefes de Estado para «blanquear» la cara sucia de sus socios dictadores. Quedamos a la espera de la respuesta de los entes internacionales como la OEA y las instancias que han ordenado la captura de quien se pasea por algunas partes del mundo burlándose, a carcajadas, de sus víctimas de crimines de lesa humanidad y también, desde luego, de esos órganos internacionales a cuyos conductores preguntamos ¿y ante esa cómica qué harán?

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