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El presidente ruso, Vladimir Putin, baja las escaleras para dirigirse a las tropas del Ministerio de DefensaAFP

492 días de guerra en Ucrania

Putin reescribe a su medida la historia sobre la rebelión del Grupo Wagner

La propaganda del Kremlin se ha puesto a pleno rendimiento para proyectar una imagen de control

la rebelión del Grupo Wagner sigue dando mucho de qué hablar. El Kremlin sabe que el fallido intento de golpe de Estado seguirá copando portadas y titulares, y como buen estratega si no puedes ganar a tus enemigos, únete a ellos. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha reescrito la historia sobre el motín y ha empezado a vender la narrativa que más le conviene.

La maquinaria de propaganda del Kremlin se ha puesto a pleno rendimiento este martes. Durante la breve asonada, Putin únicamente apareció durante cinco minutos para dirigirse a la nación y, con rostro serio, prometió «acciones decisivas» para asumir «una traición a nuestro pueblo». Unas amenazas que, por ahora, se han quedado en agua de borrajas.

Después de esta breve intervención, Putin desapareció. Los rumores sobre el paradero del presidente empezaron a coger fuerza. Para frenar cualquier tipo de teoría, el presidente ruso ha iniciado una frenética gira mediática para grabar en el ideario de los rusos una nueva versión del motín. El lunes por la noche volvió a ofrecer un discurso.

El mensaje de Putin, conciso y directo, buscaba proyectar la imagen de que tenía la situación bajo control. Aunque, realmente, en el discurso ofreció inmunidad a los mismos que dos días antes había llamado «traidores» y prometió «castigar». El mandatario ruso volvió a garantizar que los mercenarios sublevados no serían juzgados y se les permitiría unirse a las filas del Ejército regular.

Putin aún fue más allá y aseguró que la «gran mayoría de los combatientes y comandantes del Grupo Wagner también son patriotas rusos, dedicados a su pueblo y su Estado», y lo demostraron en el campo de batalla «liberando el Donbás y Novorusia». Para terminar su intervención agradeciendo a los wagneritas que tomaran «la decisión correcta» y detuvieran la caravana a Moscú.

Mientras Putin juega al poli bueno, poli malo con el Grupo Wagner, la maquinaria de propaganda continúa y el Ministerio de Defensa ruso difundió un vídeo del presidente reunido con su Consejo de Seguridad. Entre los asistentes no podía faltar el ministro de Defensa ruso, Sergéi Shoigú, cuya enemistad con el líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, no es ningún secreto.

El oligarca pidió la cabeza tanto de Shoigú como del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, Valeri Guerásimov, a quienes acusa de boicotear a lo mercenarios en Ucrania, cortarles los suministros e incluso atacarles. Putin, por ahora, no ha cedido a estas exigencias y mantiene a su ministro de Defensa dentro de su círculo, pero en un discreto segundo plano.

La guinda del pastel llegó el martes, cuando el presidente ruso, alfombra roja incluida, descendió por una imponente escalera en la plaza de las Catedrales del Kremlin, rodeado de militares, para dirigirse, a las fuerzas rusas y, de paso, a la nación. Putin confesó que Rusia estuvo a punto de sufrir una «guerra civil» y alabó la labor de sus hombres frente a la columna de mercenarios que se dirijan a Moscú.

«Ustedes protegieron el orden constitucional, la vida, la seguridad y la libertad de nuestros ciudadanos, salvaron nuestro país de conmociones», prorrumpió. Putin también tuvo tiempo para honrar la memoria de los pilotos rusos que murieron durante la breve rebelión a manos de los mercenarios sublevados.

Pero este honor choca en un régimen que por el simple hecho de oponerte a la guerra en Ucrania puedes ser condenado a prisión, mientras que a los responsables de la muerte de pilotos rusos se les garantiza «inmunidad». Una imagen de tranquilidad y control que contrasta, a su vez, con la nueva medida adoptada por el mandatario, que acaba de equipar a su guardia pretoriana con armamento pesado y tanques.

Algo parece preocupar a Putin, que se protege hasta los dientes. Por ahora el esquema está claro: Shoigú se queda, Prigozhin, exiliado en Bielorrusia –como parte de un acuerdo con el Kremlin del que poco o nada se conoce– y los mercenarios sublevados fueron «engañados», según el propio Putin.

Eso sí, el presidente ruso ha decidido abrir una investigación por corrupción porque, finalmente, el Grupo Wagner sí estaba a sueldo del Estado ruso. El Kremlin financió con más de 1.000 millones de euros a este Ejército paramilitar, solo el año pasado, y, ahora, parece ser que lo que más preocupa a Moscú es que el dinero se haya utilizado de manera fraudulenta.