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José María Ballester Esquivias

Diez años del golpe de Estado que permitió al Ejército volver a controlar Egipto

La mala gestión del islamista Mohamed Morsi desató una ola de protestas de la que los militares sacaron provecho

Marcha anti-Morsi en El Cairo (28 de junio de 2013)Picasa

Un año después de su llegada al poder –había sido elegido en 2012– el presidente Mohammed Morsi estaba cada vez más cuestionado por la oposición, constituida por diversas facciones, entre las que destacan izquierdistas laicos, antiguos partidarios del régimen de Hosni Mubarak y grupos revolucionarios, en particular el grupo Tamarod («rebelión», en árabe), formado en la primavera de 2013, que lanzó una petición exigiendo la salida del presidente Morsi y obtuvo más de 22 millones de firmas.

Un sector importante de la población reprochaba al presidente de la República su deriva dictatorial y una política general encaminada a complacer a los Hermanos Musulmanes, reprimidos desde los tiempos de la derrocada Monarquía, y en cuyo seno militaba desde hacía décadas.

Tras multitudinarias concentraciones en todo el país, el ejército, dirigido por el general Abdel Fattah al-Sissi, lanzó un ultimátum el 1 de julio de 2013, rechazado al día siguiente por Morsi, que defendió su legitimidad subrayando que había sido elegido democráticamente con el 52 % de los votos. Sin embargo, según varios observadores, el ultimátum ya había sido lanzado en abril de 2013 por la coalición de opositores, cuando la situación económica estaba en su peor momento.

Un descontento que Morsi no solo no supo captar, sino que azuzó a mediados de junio al dar a entender que Egipto debería intervenir en la guerra civil que asolaba Siria. Sus Fuerzas Armadas, dirigidas por el general Abdel Fatah Al Sissi, se niegan: estiman que su deber se ciñe a proteger las fronteras de Egipto.

El general al-Sissi anunció durante un discurso televisado, el 3 de julio de 2013, la destitución del presidente MorsiWikimedia Commons

La crisis de Suez

La cuenta atrás de la corta experiencia islamista, con Morsi a la cabeza, empezaba a tocar a su fin. Aunque la Constitución egipcia consagra al presidente como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, éstas, como se pudo ver, escapan al control del poder civil. Morsi creyó lo contrario cuando, nada más asumir la jefatura del Estado, destituyó al mariscal Tantawi, que contaba con seis décadas al servicio del régimen nasserista. Baste decir que luchó en la Crisis de Suez en 1956. Fue sustituido por Al Sissi, en quien Morsi confió para encarnar el Ejército egipcio del siglo XXI. Craso error.

Los acontecimientos se precipitaron a partir del 28 de junio, día en que las manifestaciones contra el Morsi se extienden por varias ciudades egipcias

Los acontecimientos se precipitaron a partir del 28 de junio, día en que las manifestaciones contra el Morsi se extienden por varias ciudades egipcias, como El Cairo, Alejandría, Daqahliyah, Gharbeya y Asuán. Ensayo general antes de la gran protesta prevista para el 30. Los partidarios de Morsi también manifiestan, aunque con mucha menos fuerza. Las Fuerzas Armadas dan un ultimátum, que vence el 3 de julio.

La hora de la traición

Dicho y hecho: a las 21 horas del día señalado, el general Al Sissi, rodeado de oficiales y de todos los opositores a Mohamed Morsi, incluidos salafistas, el muy pro occidental Mohamed El Baradei y dignatarios religiosos coptos (el papa Tawadros II) y suníes, habló por televisión para anunciar la destitución de Mohamed Morsi y su sustitución por el presidente del Alto Tribunal Constitucional, Aly Mansur, la suspensión de la Constitución y la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias.

El 7 de julio, Tony Blair pidió apoyo para el proceso iniciado por Al Sissi

El ex primer ministro británico, Sir Tony BlairAFP

Al día siguiente, se supo que Morsi había sido detenido y que se habían dictado órdenes de arresto contra la cúpula de los Hermanos Musulmanes. El 7 de julio, Tony Blair, a la sazón coordinador del Cuartero para Oriente Medio, y oficiosamente en nombre de Occidente, pidió apoyo para el proceso iniciado por Al Sissi.