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Aquilino Cayuela

La hegemonía de Estados Unidos y la verdadera fisonomía de Europa

Hoy por hoy estamos del lado de la «Gran Potencia» pero el conflicto está en el viejo continente

Inauguración para coordinar la política de Estados Unidos en Europa y para intercambiar información sobre el Plan MarshallEFE

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, se pensaba que Europa estaba dominada por sus grandes potencias: Austria-Hungría, Francia, Alemania, Italia, Rusia y el Reino Unido. Pero la guerra demostró que en realidad sólo había dos potencias europeas dominantes: Alemania y el Reino Unido.

Las diferencias de poder entre estos países, por un lado, y Austria-Hungría e Italia, por otro, eran tan grandes que estos dos últimos pasaron rápidamente a depender de otros países, necesitando ambos desesperadamente préstamos y, en última instancia, tropas de sus aliados más poderosos para seguir luchando.

Cuando Estados Unidos entró en la guerra en 1917, creó una nueva clase de poder, básicamente impermeable a las amenazas exteriores. La Primera Guerra Mundial puso fin a un largo periodo de paz sostenida en Europa: una época en la que se hablaba confiadamente de prosperidad, de progreso y de esperanza. El conflicto cambió la fisonomía del mundo.

Como afirma la historiadora, Margaret Macmillan, «en 1914 Europa se dirigió al abismo en un conflicto catastrófico que traería la muerte de millones de seres humanos, desangraría sus finanzas, haría temblar imperios y sociedades hasta destrozarlos, y socavaría para siempre el dominio europeo sobre el mundo».

Una alineación de Albatros D.III de Jasta 11 a principios de 1917

Norteamérica, entonces se alzó como la única superpotencia mundial hasta la II Guerra Mundial, en la que fue capaz de luchar en tierra, mar y aire y en todos los escenarios. Pudo proporcionar una ayuda masiva a sus aliados, en un momento en que ninguna otra potencia estuvo a la altura de estas capacidades.

Estados Unidos se mantiene como «gran potencia» manteniendo un pulso fuerte con Rusia

En circunstancias distintas, ahora Estados Unidos se mantiene como «gran potencia» manteniendo un pulso fuerte con Rusia, principalmente, desde la ocupación de Ucrania y con China, un adversario potencialmente más peligroso.

En febrero de 2022 pensaban todos que Rusia tenía el poder de desafiar o poner violentamente patas arriba la arquitectura de seguridad de Europa y que su poder militar convencional, podría disuadir a Estados Unidos a quien ya había frustrado en el conflicto de Siria o había ocupado Crimea, en 2014.

Pronósticos erróneos

El temible poder ruso frente a Estados Unidos y Europa Occidental hacía pensar a distintos analistas que Estados Unidos y la OTAN debían mantenerse al margen en el caso de un conflicto entre Rusia y Ucrania y limitar la ayuda militar a Kiev, a lo que podía ser una simple resistencia armada.

Entrado el invierno de 2022, se pensaba que las unidades ucranianas lucharían con valentía, sin duda, pero que, dada la geografía del país, la topografía abierta de gran parte de su paisaje y la superioridad numérica y militar de Rusia era cuestión de pocos meses una ocupación completa y exitosa de las tropas de la Federación Rusa.

Sin embargo, cerca de cumplir lo 500 días de guerra esa gran capacidad de Rusia ha quedado en entredicho y Estados Unidos junto a Europa Occidental encaran un conflicto intenso, dotando a las fuerzas ucranianas de una gran capacidad militar.

Joe Biden recibiendo a Zelensky, presidente de Ucrania, en 2022 en la Casa BlancaAFP

Estados Unidos, ya se convirtió en la mayor economía del mundo en algún momento de la década de 1890 y tenía pocas preocupaciones en materia de seguridad en comparación con la mayoría de los países, por su situación geográfica.

Potencias y potencias

Antes el Reino Unido fue una potencia de amplio espectro desde finales del siglo XIX hasta 1943, en este punto tuvo que subordinar su gran estrategia preferida para acomodarse a los intereses de Estados Unidos. Antes de eso, el Reino Unido era capaz de crear y desplegar fuerzas avanzadas y bien preparadas en cualquier parte del mundo y mantener una economía de guerra casi inigualable.

Otros países que probablemente encajaban en la categoría de «gran potencia» fueron Alemania desde aproximadamente 1900 hasta 1942, o la Unión Soviética desde 1949 hasta la década de 1970. Más tarde lo ha sido China, desde 2010 en adelante, que está logrando un verdadero alcance global e influencia en parte del mundo, principalmente en el Sur global.

Joe Biden y Xi Jinping, celebran una reunión al margen de la Cumbre del G20AFP

Sin embargo, lo que convierte a las naciones en grandes potencias no se limita al aspecto militar, sino también a la destreza económica y tecnológica que habilitaba a sus fuerzas armadas. El poder militar se basa en gran medida en la capacidad de fabricar los mejores y más avanzados equipos militares, desde armas pequeñas hasta aviones y buques de guerra de gran complejidad.

Un ejército sólo es poderoso si puede equiparse y reequiparse

Esta capacidad no se puede fingir, y debe tener la capacidad de ampliarse rápidamente cuando surja la necesidad. Un ejército sólo es poderoso si puede equiparse y reequiparse. Por eso la Unión Soviética colapsó en su momento. Por este motivo Estados Unidos es y sigue siendo la única «gran potencia», por eso la fisonomía de Europa y su futuro están en peligro. Al menos en un proceso de tránsito en espera del desenlace del conflicto.

Por eso aquellas aspiraciones de De Gaulle o de Gorbachov de una «Casa Común europea» que fuese desde nuestras columnas de Hércules hasta los Urales, que superase la Alianza Atlántica y, sobre todo, la subordinación y dependencia de seguridad de Washington a través de la OTAN, no es más que una utopía.

Reagan y Gorvachov durante la Cumbre de Ginebra, en Suiza, el 19 de noviembre de 1985

Hoy por hoy estamos del lado de la «Gran Potencia» pero el conflicto está en Europa y su fisonomía futura está en juego. Los análisis de confrontación han tenido malas consecuencias en los periodos previos a las guerras mundiales del siglo XX, por eso la vía de la diplomacia se debe siempre mantener. Es mucho mejor intentar consolidar el «statu quo» con un planteamiento de «no confrontación».