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La desesperación de las familias con unos hijos envenenados por la ideología en las escuelas

Ferrán Núñez, profesor, ya no sabe «qué antídoto aplicar» para que sus hijos y alumnos aterricen de las nubes del adoctrinamiento

Familia de Ferrán NúñezZoe Valdés

«De quoi-tu te mêles!?» ¿En qué o por qué te entrometes? Preguntaría cualquiera frente a este artículo. Vivo en Europa, soy española y francesa, creo firmemente en que llegó la hora de que los franceses piensen, retomen ese escalpelo cartesiano que los define mediante su propio pensamiento crítico, que se lo dirijan a su mente y hurguen en su identidad.

En estos días de guerra de guerrilla urbana, rayana en guerra civil, el gobierno francés se voltea hacia las familias, culpándolas, y las familias señalan al estado como único responsable. En ese, digamos que estira y encoge, llevamos décadas; hay que cesar frente a semejante melopea de insensateces. Pelotearse la culpabilidad no debiera ser el objetivo principal, porque sólo conseguiría lo habitual: aplacar ligera y brevemente la violencia desatada, y desviar hacia otros enredos de menor cuantía el auténtico origen del problema.

A mi juicio uno de los principales orígenes es la degradación de la educación a unos niveles bajísimos de entendimiento, y notoriamente el rebajamiento del contenido a asuntos políticamente correctos de actualidad, mediante un discurso cargado de intrigas y verborrea inútil, que miente velada y básicamente sobre una buena parte de los intereses importantes educacionales.

Ferrán Núñez es cubano de origen, francés, divorciado de una francesa, tuvo dos hijos. Siendo profesor advierte los errores primero que el resto, siendo cubano se alarma mucho más. No es el único. Como buen padre ha intentado educar a sus hijos bajo una ética de la verdad, curiosamente ha comprobado que la escuela pública, como la privada, a la que llevó a sus hijos, se encarga de, muy suavemente, enjuagarles el cerebro, adaptar los métodos de estudio a una presencia ideológica imperante escorada hacia la izquierda. Sus hijos tienden a ser progres, por determinación o por enfrentamiento parental, difícil de definir, polemizan con él, incluso si su padre les muestra la prueba fehaciente con sus vivencias bajo el comunismo, donde hizo una carrera militar como muchos, porque se la impusieron:

Mis hijos son inteligentes, son buenos, no me puedo quejar, pero el veneno fue inoculado tan adentroFerrán Núñez

«A veces no sé ni qué método usar, lo he usado todo. Y mis hijos son inteligentes, son buenos, no me puedo quejar, pero el veneno fue inoculado tan adentro, tan profundo, que es imposible evaluar como padre, y hasta como profesor, qué antídoto aplicar. La firmeza familiar no es suficiente, a estas alturas difícil saberlo». Curiosamente constata, a mi pregunta, que la chica es más rebelde que el varón.

«Me sucede lo mismo», le comento. Aunque mi hija y yo nos respetamos las ideas, ella ya tiene 30 años, es crítica con un sector de político, en la casa le hemos enseñado desde niña lo que significa el comunismo, la escuela se encargó de deformar la verdad, y prefiere entender el pensamiento sin esa carga de división partidista.

Recuerdo que, en una ocasión, siendo ella pequeña, volvió del colegio y resuelta soltó aquello de que en la escuela le habían dicho lo contrario a lo que yo decía, que el Che Guevara era un héroe, que quería lo mejor para los niños. Salí corriendo con un zapato puesto y el chausson en el otro pie, me olvidé de calzarme el segundo zapato, iba que me llevaban los diablos. Pedí hablar con el profesor principal, con la maestra que había mentido, entonces con el tiempo las cosas variaron para la niña, hubo como una suerte de revancha en su contra desde la autoridad escolar.

El corporativismo ha hundido a la excelencia

La pedagogía está por mucho, aunque no sea esencialmente infractor, pero en materia de educación el corporativismo ha hundido a la excelencia.

Las familias de inmigrantes en Francia no son todas tan lamentables como se las pinta ni merecen ser agredidas verbalmente por el gobierno echándoles encima el fallo principal de origen.

¿Por qué tendrían ellos que cargar con la falta, o responsabilizarse con de lo que yo hago?Jóvenes franceses

Cuando le preguntas a un joven en la calle si cree que sus padres, inmigrantes o no, tienen la culpa de sus comportamientos, se muestran dubitativos, y dos responden por igual: «¿Por qué tendrían ellos que cargar con la falta, o responsabilizarse con de lo que yo hago?». Porque son menores, insisto. Sonríen: «En algunos casos sí, pero no en otros».

«¿Entonces crees que se trata del estado, del gobierno, que no hace bien las cosas?». Se encoge de hombros, con el gesto subraya despreocupación: «No lo sé…».

Increpo, porque creo que no desea responder, que tiene miedo o elude por algo parecido, se lo comento, vuelve a sonreír.

La escuela me aburre un puñado, ça me prends trop la tête en fumée, madame!» (¡…me llenan la cabeza de humo, señora!”)Joven francesa

«¿Estás contento con tu escuela, aprendes algo interesante y útil…?». La respuesta no se hace esperar: «La escuela me aburre un puñado, ça me prends trop la tête en fumée, madame!» (¡…me llenan la cabeza de humo, señora!”). Es una buena definición esa de que en las escuelas les llenan la cabeza de humo.

«¿No te agrada pensar?», inquiero buscándole la huidiza mirada. «Non, ça me fatigue» (no, me cansa), se ríe a carcajadas junto al coro de amigos que lo rodean.

Esta juventud, o una parte de ella, no anhela compromisos políticos de ninguna clase, cuando les toque votar lo harán erróneamente a la izquierda por inercia o herencia doctrinaria.

¿Por qué «erróneamente»? Pues porque votarán en contra de lo que como en realidad son percibidos, pues dan la impresión de que, en lugar de evolucionar normal y socialmente, lo que más bien ansían es poseer lo que otros poseen mediante esfuerzo, en cambio sin ahínco, y lo antes posible.