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El primer ministro húngaro Viktor Orbán habla en un corro con otros mandatarios europeos, entre ellos Emmanuel Macron y Ursula Von der Leyen, durante la última reunión del Consejo Europeo con motivo de la guerra de Ucrania.

El primer ministro húngaro Viktor Orbán con Emmanuel Macron y Ursula Von der LeyenEFE

Mala relación desde la crisis inmigratoria de 2015

La tensión entre Budapest y Bruselas viene de largo

El tsunami que supone la guerra de Ucrania para la Unión Europea ha sacado a relucir la mala relación que existe entre ambas administraciones

Los gobiernos de Hungría y de la Unión Europea llevan jugando al tira y afloja desde la crisis inmigratoria que sufrió Europa en 2015. En aquel momento se mascó la tensión entre el núcleo bruselense y las exrepúblicas soviéticas que ahora cubren el flanco este de la Unión Europea. Desde entonces la antipatía no ha hecho más que crecer, en especial por cuestiones como la sexualización de la infancia o la promoción de la ideología de género camuflada como «educación sexual-afectiva», algo a lo que se opone de lleno no solo el Ejecutivo húngaro, sino también socios de peso como Polonia. Una Polonia que hoy en día juega una baza importantísima como actor beligerante contra Rusia y que ha tenido sus rifirrafes con Hungría por su dependencia económica del país eslavo.

La presión de Bruselas llega hasta el punto de cancelar el convenio con Hungría del programa Erasmus. Sanción que se hizo efectiva el 15 de diciembre de 2022 y que afecta al país por limitar la internacionalización de su cultura y la promoción de lo que se conoce como la «revolución conservadora húngara», pero cuyas víctimas directas son las decenas de millones de estudiantes que han visto mermados sus derechos por esta decisión unilateral.

Por su parte, Viktor Orbán quiere hacer valer su membresía en instituciones como la OTAN para que se levanten este tipo de vetos. Su negativa por el momento a la inclusión de Ucrania en la organización, así como la presión reciente por Suecia, tiene más que ver con la estrategia diplomática desplegada por Budapest que por su supuesta rusofilia y fidelidad a Vladimir Putin, tal y como apuntan determinados medios y adversarios políticos del primer ministro húngaro.

Presidencia en 2024

Todo apunta a que este cruce de ataques entre las administraciones húngara y europea continuará hasta la próxima presidencia rotatoria de la Unión Europea durante el segundo semestre de 2024. El pasado 1 de junio, el Parlamento Europeo aprobó una llamativa resolución con 442 votos a favor y 144 en contra en la que pide al Consejo de la UE que busque «alternativas» para evitar que Budapest asuma el cargo. Si bien la resolución no es vinculante, es una prueba más de que las relaciones distan mucho de ser cordiales.

Para tomar esta decisión los beligerantes parlamentarios europeos se acogen a preocupaciones sobre el estado de la democracia, la falta de transparencia, la mala gestión de los fondos de la UE, la contratación pública manipulada, el fraude, la corrupción, los conflictos de intereses y el uso continuado de decretos de emergencia desde la pandemia de COVID-19. El agravio comparativo con España es imposible de evitar ya que, por estas mismas razones, Pedro Sánchez debería haber sufrido el mismo trato por parte de las instituciones europeas y no ha sido así. Este tipo de explicaciones refuerzan las posiciones húngaras y dan aire a su argumento principal de persecución ideológica.

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