Entrevista a Éric Zemmour, presidente del partido Reconquista
«Francia podría convertirse en república islámica si seguimos en esta dirección»
El presidente de Reconquête, Reconquista, y candidato presidencial en 2022, crítico implacable de la inmigración descontrolada, describe los riesgos de la convivencia en Francia a raíz de las revueltas
A Éric Zemmour no le ha sorprendido el reciente estallido de violencia en las banlieues. «Llevo 20 años denunciando los peligros de esta inmigración totalmente incontrolada. La llegada de poblaciones enteras procedentes del Sur, tan alejadas de nuestros cánones culturales y civilizatorios, sólo podía desembocar en este tipo de violencia», explica a El Debate, en la primera entrevista con concedida a un medio extranjero desde el estallido de la crisis.
«Nuestro país está al borde de la guerra civil», prosigue sin tapujos. «Lo digo desde hace tiempo, y las recientes escenas de guerrilla lo demuestran».
–¿A qué, o a quien, apuntan?
–No nos equivoquemos, estas revueltas son sobre todo revueltas contra Francia. Son más violentas que las anteriores, y si no hacemos nada, le aseguro que las próximas escalarán otro peldaño de violencia, hasta que no podamos hacer nada más. Si la gente me hubiera escuchado, no estaríamos donde estamos hoy.
No quieren ser franceses y no son considerados como tales por el resto de la comunidad nacional
–El número de detenciones se ha duplicado desde los disturbios de 2005. ¿Qué ha empeorado desde entonces?
–En 2005, escribí sobre aquellos disturbios que «la fraternidad francesa no es más que una palabra hueca para estos jóvenes compatriotas de origen inmigrante que no quieren ser franceses y que no son considerados como tales por el resto de la comunidad nacional. Desde entonces, nada ha cambiado, salvo una cosa.
–¿Cuál?
–Las cifras. Los alborotadores de 2023 son los hijos de los alborotadores de 2005. Añada a eso los cientos de miles de extranjeros que Francia ha acogido desde entonces y tendrá respuesta.
–¿Son los políticos los únicos responsables del empeoramiento de la situación?
–Todo el sistema es responsable. Están los políticos, por supuesto, que, por ideología o por miedo, desvían la mirada de esa evidencia que llamo la «gran sustitución» [de una población por otra]. Algunos piensan que el francés es un consumidor como cualquier otro, que puede venir de cualquier parte, sin cultura ni raíces. Otros temen decir la verdad y ser acusados por los medios de comunicación, como me ocurrió a mí, de «echar leña al fuego». Los medios también son responsables.
–¿También?
–Durante la primera noche de revueltas, saqueos e incendios, un canal de televisión francés evoco una «noche de emoción». ¿Se da cuenta? Luego, está el fracaso de nuestro sistema escolar que, además de haber dejado de cumplir su misión primordial de instrucción, ha irrigado a estos «jóvenes» con una retórica antifrancesa desde una edad temprana. Está, asimismo, el sistema judicial, que es lo más laxo posible cuando se trata de las minorías de este país. Está la Policía, que hace lo que puede, pero no tiene más remedio que retroceder ante una violencia de tal magnitud. Y, por último, están todos esos padres que han renunciado a educar a sus hijos, esperando que el Estado lo haga por ellos.
–¿Cree que esta vez los políticos, y demás actores, perciben la gravedad de la situación?
–Con estos disturbios, la realidad que denuncio cada día acaba de estallar en la cara de nuestros dirigentes. Ahora no tienen más remedio que ver lo que han visto todos los franceses y el resto del mundo. Ya nadie puede ignorar la realidad. A pesar de todo, la mayor parte de la clase política quiere creer que se trata de una crisis social, cuando la causa profunda es evidente: la inmigración.
Francia lleva 40 años gastando 10.000 millones al año en estos suburbios
–¿Siguen sin nombrarla claramente?
–Faltó tiempo al Gobierno para anunciar la creación del enésimo «comité» encargado de proponer medidas «a favor de los suburbios». En Francia, eso significa que el pobre contribuyente tendrá que pagar, y caro, para reconstruir lo que han destruido los matones que les aterrorizan, atiborrados durante mucho tiempo de ayudas sociales y privilegios. Sus lectores deben saber que Francia lleva 40 años gastando 10.000 millones al año en estos suburbios.
–¿Para llegar a dónde?
–No faltan ocasiones para tomar conciencia de la plaga de la inmigración en Francia. Todos los días. Pero hace mucho que la izquierda se alineó con escoria (racaille) y la derecha, por cobardía, se rindió. Por eso me metí en política. Porque a pesar de todas las observaciones que hice durante mis años como periodista, ningún político ha tomado la medida de lo que nos espera si no hacemos nada. Estos disturbios son sólo un atisbo de nuestro futuro.
–¿Ya es cosa del pasado el modelo francés de asimilación?
–Francia ha renunciado a la asimilación por impotencia frente al número, pero también por ideología. Acoge cada vez a más inmigrantes y ya no tiene medios para darles el gusto de ser franceses. El resultado es la aparición de enclaves extranjeros en toda Francia, donde se está formando otra civilización, una civilización árabe-musulmana. Como decía el general De Gaulle, «asimilamos individuos, no pueblos». Y menos aun cuando los conflictos del pasado siguen atormentando a la gente.
–No sólo.
–Este sistema ha sido destruido gradualmente por la ideología dominante en los últimos 20 años. La élite francesa ha criminalizado todo lo que constituye Francia: su cultura, su lengua, su historia, su arte, sus costumbres. La ideología ha rechazado todo lo que los extranjeros llegados a Francia debían abrazar para convertirse en franceses. Todas las normas de asimilación se han convertido en «racismo y odio a los extranjeros». Incluso la más republicana de todas: el respeto a la laicidad.
–¿Se puede recuperar el modelo de asimilación?
–La mayoría de los alborotadores son jóvenes inmigrantes de tercera, cuarta o incluso quinta generación, que tienen nacionalidad francesa. Esto dice mucho acerca del estado del modelo de asimilación en Francia.
–¿Está realmente convencido de la eficacia de medidas como la retirada de las ayudas familiares o los servicios a la comunidad, medidas por las que aboga?
–Estoy a favor de que los que infringen la ley paguen por ello a partir de ahora. Los franceses ya no deberían tener que levantarse por la mañana por quienes viven de su generosidad. Pero estas medidas son insuficientes si no van acompañadas de medidas a largo plazo. Los franceses deben recuperar la paz que merecen, y para ello hay que atacar la raíz del problema: la inmigración.
Reconquête, aboga por la instauración de un escudo migratorio
–¿Cómo la frena?
–Mi partido, Reconquête, aboga por la instauración de un escudo migratorio que incluye una serie de medidas, entre ellas la supresión de la reagrupación familiar y del derecho al estatuto jurídico, la prohibición de regularizar a los inmigrantes ilegales, la supresión de las prestaciones sociales a los extranjeros y la devolución de los delincuentes extranjeros a sus países.
–¿Está el islamismo más poderoso que nunca en Francia?
–Me niego a distinguir entre islamismo e islam. Lo cierto es que el islamismo no ha dejado de crecer desde hace décadas, y de forma exponencial en los últimos años. Se podría decir que Francia se está islamizando a velocidad de vértigo. Una islamización que ha sido posible gracias a una invasión migratoria sin precedentes y a la sumisión, total y duradera, de nuestras élites a estas minorías.
Una mayoría de jóvenes musulmanes, por ejemplo, cree que las leyes islámicas prevalecen sobre las de la República
A esto se añaden las nuevas generaciones de musulmanes nacidos en suelo francés, cada vez más fanáticos en sus creencias. Una mayoría de jóvenes musulmanes, por ejemplo, cree que las leyes islámicas prevalecen sobre las de la República. ¿Y qué hacen nuestros dirigentes para combatir lo que llaman islamismo? No dejan de proponer más islam, más mezquitas, más imanes... Si seguimos en esta dirección, por la demografía y la democracia, Francia podría convertirse un día en una república islámica. No debemos olvidar que el islam es una religión de conquista. Pero quiero asegurar a sus lectores que esto no es inevitable. Es posible invertir la tendencia, siempre que los franceses quieran.
–¿Qué opina de las declaraciones de Erdogan denunciando el «racismo en Francia»?
–Le invito a acoger en su país a todos los inmigrantes musulmanes que tenemos, la generosidad de acoger por cientos de miles cada año.
–Usted es gaullista y aficionado a la Historia, ¿culpa a De Gaulle de haber facilitado la inmigración masiva a partir de los años 60, bajo la presión, entre otros, de la industria de la construcción?
–En los años sesenta la situación no era exactamente la misma. La inmigración no se parecía en nada a la actual. El general De Gaulle defendía la asimilación, que aún era posible, y sobre todo era consciente de que «una vez alcanzado un cierto número, la cantidad se convierte en calidad», como decía Engels. De ahí su famosa frase: «Está muy bien que haya franceses amarillos, negros y morenos (...) Pero a condición de que sigan siendo una pequeña minoría. De lo contrario, Francia dejaría de ser Francia».