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Carmen de Carlos

Boric reúne en Madrid a una izquierda con memoria para Allende y amnésica con Venezuela y Nicaragua

Baltasar Garzón, Dolores Delgado, Zapatero, Irene Montero, Ada Colau y Gerardo Pisarello, en el acto homenaje a Salvador Allende

La Casa de América es la casa de todos –o de casi todos– los países que están en la otra orilla del Atlántico. Uno de los que puede sentirse dentro es el presidente Gabriel Boric, en visita oficial en España.

José Luis Rodríguez Zapatero y la todavía ministra de Igualdad, Irene Montero, parece que tuvieron una sensación parecida de estar bajo techo propio; Ada Colau se mostró, con el tucumano (Argentina) Gerardo Pisarrello de escolta, como una más de este grupo y Dolores Delgado, Lola para amigos y enemigos de Cartagena de Indias a Madrid, no daba la imagen de sentirse tan confortable, aunque tuvo un lugar de privilegio en primera fila con Baltasar Garzón, que todavía habla de sí mismo como si fuera juez.

Ada Colau, Gerardo Pisarello y ZapateroCarmen de Carlos

Espacio, el de primera fila, compartido con Joan Manuel Serrat, el cantante y el antiguo magistrado expulsado de la judicatura, recibieron un «recuerdo» en forma de medalla de Gabriel Boric.

ZP rumbo a Chile

Los mencionados son algunos de los que asistieron al Palacio de Linares, donde todavía existen los fantasmas, para conmemorar los 50 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet a Salvador Allende, aunque, en rigor, es el 11 de septiembre. «Estaré ese día en Chile», confiaba ZP al finalizar las intervenciones y el espectáculo musical (y del otro).

La cita fue un hibrido entre un festival de música, una convocatoria o mitin variado de melancolía de la vieja, que se cree nueva progresía y una entrañable conversación («conversatorio») entre Serrat y un Boric que dio instrucciones al protocolo para que se jubilaran las corbatas antes de estrenarlas. El presidente chileno, aplicado, tomó nota de las cosas que dijo su «amigo José Luis», con voz potente para criticar el golpe a Allende y mudo para mencionar o criticar las dictaduras de Venezuela, Cuba o Nicaragua.

Enrique Ojeda, Gabriel Boric, Zapatero y el embajador de Chile Javier VelascoEFE

Entre el auditorio había personajes (buenos y lo contrario) que destacar o darles la importancia que corresponden. Más, quizás, a los que no estaban que a los llegaron. Faltó Pablo Iglesias (no se sabe por qué), Yolanda Díaz que fue testigo de la investidura de Boric con Irene Montero y un resignado Felipe VI en Santiago, avisó que cambiaba de tercio con tal de no coincidir con la proscrita por ella en Sumar.

Brilló –no lo suele hacer mucho– por su ausencia también el secretario general de SEGIB y exministro de Asuntos Exteriores, Andrés Allamand. Enrique Iglesias, el primero en ocupar ese cargo, se quedó discreto en una tercera fila y el último fichaje de la vicepresidenta segunda, el ex embajador en EE. UU. Agustín Santos Maraver, se fue antes de tiempo (no descarta que Trump pueda terminar entre rejas).

Ausencias

Del sector PSOE del gobierno de Pedro Sánchez ni siquiera se asomó nadie, aunque fuera para oír cantar a Ismael Serrano o al dúo chileno Emilia y Pablo (ella hablaba de los dos en femenino y él se rascaba la barba).

En cuanto a cuerpo diplomático, el acto tuvo de testigos al embajador de Argentina, Ricardo Alfonsín que en diciembre se vuelve a Buenos Aires, a Quirino Ordaz, el de México y ex gobernador de Sinaloa, ese paraíso del narcotráfico que no asusta a Andrés Manuel López Obrador, y al de Colombia, Eduardo Ávila, que lleva ocho meses y salió entusiasmado de unos actos convocados para las 10 que concluyeron a la hora de almorzar.

Gioconda Belli con su marido y el embajador de España en ChileCarmen de Carlos

Emoción hubo cuando la escritora Gioconda Belli, que se refirió a Boric como «la luciérnaga de la esperanza» pulsó el botón de on en el micrófono y sacudió a su colega, compañero hasta hace dos días y medio y dictador de Nicaragua, Daniel Ortega y apuntó a las dictaduras de Cuba y Venezuela. Pasión, hay que admitirlo, se vio cuando la audiencia seleccionada por la Embajada de Chile aplaudió a rabiar a ZP y a Irene Montero cuando éste la mencionó al saludar que estuviera en la Casa de América (no la quieren en ningún acto).

ZP no se sabe la letra

Zapatero tuvo su minuto (s) de fama con la exaltación de los derechos y libertades, la música repetida sobre sus teorías de «una sola Humanidad», los valores de la democracia, el autoritarismo, y un quiero y no puedo para recordar la letra de: «Te recuerdo Amanda, la calle mojada…» Y ahí se quedó en blanco, pese a que insistió en la importancia de la «memoria» que tiene para el golpe de Pinochet, pero le falta para Maduro, Díaz-Canel y el matrimonio de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Admirado con Serrat dijo que era al que más había escuchado en su vida junto a… Juan Sebastián Bach.

Pero llegó el turno de Boric y el presidente, además de recordar a Allende, hizo malabares para no decir lo que piensa de Maduro y de los Ortega, regímenes que ha condenado. «Independientemente del color del que venga» la dictadura, «luchas por la democracia» fue lo más aproximado que hizo a una crítica sin nombres a Venezuela y Nicaragua.

Con Serrat y las tortuga Ninja

Más como un fan que como un jefe de Estado, Boric mantuvo su «conversatorio con Serrat» al que le contó la anécdota de su vida: grabó sobre una cinta de video VHS de un concierto suyo un capítulo de las tortugas Ninja. No entró en detalles sobre la bronca de su padre. La otra fue referirse a la CEOE como COE y la de Sánchez que recordó fue que el todavía presidente del gobierno «que debe tener 50 ó 54 años» le dijo que «creció escuchando el discurso de Salvador Allende» de las Alamedas (no hubo quien no lo mencionara) en «un disco de vinilo» (sic).

Joan Manuel Serrat y el presidente Gabriel Boric tras entregarle una medalla conmemorativaEFE

«La revolución con sabor a empanadas y vino tinto era por la vía pacífica», dijo sobre Allende el presidente Boric, antiguo agitador de las calles de Santiago antes de llegar a la Casa de la Moneda (cosas de la memoria)

Para el cierre Gabriel Boric le entregó «un recuerdo» a Serrat y otro a Garzón. No se trató de una condecoración oficial sino de una medalla conmemorativa de los 50 años del golpe a Salvador Allende. Frase entre frases la que Serrat le atribuyó a ZP, «no tiro la toalla porque es mía».

Así terminó la sesión a la que Irene Montero entró cuando nadie se la podía acercar, a la que Baltasar Garzón y Dolores Delgado llegaron al tiempo y al final se fueron volando (ella muy ágil pese a su lesión de espalda) y a la que no asistió la presidenta de Honduras que esta en Madrid, Xiomara Castro, ni Guillermo Lasso, ambos, como Boric, con destino final en la cumbre de la Unión Europea-Celac de Bruselas, de este lunes y martes.