La inmigración, la verdadera razón que acaba con la carrera política de Mark Rütte
Sus socios democristianos y de centroizquierda bloquean el endurecimiento de la política de refugiados
Los socios democristianos y de centroizquierda del primer ministro liberal Mark Rütte han roto la coalición que gobernaba los Países Bajos desde 2021 al no poder aceptar, por principios, la propuesta que restringe a los menores la posibilidad de reunirse con sus familias refugiadas en territorio neerlandés.
Para Rütte, sin embargo, las estadísticas mandan: los Países Bajos se enfrentan desde hace más de un año a un aumento exponencial de las solicitudes de asilo, que han pasado de 36.000 en 2021 a casi 50.000 el año pasado. Según La Haya, podrían llegar a 70.000 en 2023, a pesar de que la capacidad de acogida está completamente saturada en este país de casi 18 millones de habitantes.
El Ayuntamiento de Ámsterdam se vio obligado a convertir un crucero un centro de refugiados
Baste decir, a título de ejemplo, que el Ayuntamiento de Ámsterdam se vio obligado a convertir un crucero un centro de refugiados, amarrado en el muelle, para dar cobijo a más de mil solicitantes de asilo. Una solución que ya había adoptado, unos meses antes, Velsen-Noord, municipio de 5.000 habitantes.
Para salir de esta crisis, Mark Rütte ha dado un giro a la derecha en los últimos meses. Ha presionado a la Unión Europea, argumentando que los Países Bajos también deben ser considerados un «país de primera línea», al igual que Italia o Grecia. Asimismo, ha puesto sobre la mesa una serie de medidas destinadas, principalmente, a limitar la reagrupación familiar para reducir el flujo de inmigrantes.
El primer ministro abogó, incluso, por una cuota de no más de 200 niños al mes
Rütte propuso crear un doble estatuto. Los refugiados de países devastados por la guerra sólo podrían traer a sus familias si disponen de recursos suficientes. El primer ministro abogó, incluso, por una cuota de no más de 200 niños al mes. Estas normas no se aplicaban a los demás refugiados, los directamente amenazados en su propio país. Más de lo que podían tolerar los dirigentes democristianos y los de D66, la formación de centroizquierda.
La agricultura
A esta insuperable dificultad se añadían, además, otras desavenencias que han debilitado paulatinamente la coalición. Una de las más importantes es el fracaso del acuerdo con los representantes de los agricultores acerca del plan encaminado a reducir las emisiones de nitrógeno, cuestión envenenada donde las haya, hasta el punto de haber disparado los resultados del partido agrario, Movimiento Campesino Ciudadano, Bbb en sus siglas en neerlandés, en las últimas elecciones locales, celebradas poco después de las fallidas negociaciones.
Esta racha de fracasos ha terminado con el cuarto Gobierno del incombustible Rütte –gobernaba ininterrumpidamente los Países Bajos desde octubre de 2010–, cuya configuración fue la más larga de toda la historia parlamentaria neerlandesa: 271 días que abarcaron la mayor parte de 2021.
Ese año, su tercer Gobierno se rompió a cuenta de un escándalo social relacionado con la prestación de servicios sociales a las familias desfavorecidas. Nueve años antes, en 2012, Rütte dimitió tras romper con su aliado de entonces, el líder de la derecha populista Geert Wilders, que había rechazado el plan del primer ministro para enfrentar la crisis económica.
Rütte superaba todas y cada una de estas crisis con una proverbial habilidad política
Rütte superaba todas y cada una de estas crisis con una proverbial habilidad política, muy visible, sin ir más lejos, en su capacidad para cambiar de socios de Gobierno: más a la derecha, más a la izquierda, según soplasen los vientos. Una estrategia camaleónica cuya principal consecuencia, en términos estrictamente políticos, ha sido la de hacer de su partido, el Vld, el eje de la vida institucional de los Países Bajos, función que venían desempeñando los democristianos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Semejante longevidad en el cargo también ha resultado ser decisiva para ejercer una considerable influencia en el seno de la Unión Europea: España lo pudo comprobar en 2013, cuando sufrió una dura derrota política al no obtener el nombramiento de Luis De Guindos como presidente del Eurogrupo, puesto para el que fue designado Jeroen Dijsselbloem, ministro de Finanzas del Gobierno de Rütte.