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José María Ballester Esquivias
José María Ballester Esquivias

Putin promete grandes inversiones en África, pero no cumple los compromisos adquiridos

Logra congregar a varios líderes africanos en San Petersburgo, aunque persisten dudas acerca de los resultados concretos de la cumbre

Actualizada 04:30

El presidente ruso, Vladimir Putin, pronuncia un discurso en la sesión plenaria de la segunda cumbre Rusia-África en San Petersburgo

El presidente ruso, Vladimir Putin, en la cumbre Rusia-África en San PetersburgoAFP

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, inauguró ayer en San Petersburgo la segunda cumbre Rusia-África. Y lo hizo prometiendo la entrega gratuita de cereales a seis países africanos, dentro del contexto de preocupación desatado hace unos días a raíz de la ruptura –decretada unilateralmente por Moscú– del acuerdo que permitía exportar millones de toneladas de productos agrícolas ucranianos, muchos de ellos con destino a África, desde los puertos del mar Negro.

En concreto, el presidente ruso señaló que, en los próximos meses, Moscú podrá suministrar gratuitamente hasta 50.000 toneladas de cereales a seis países. Citó específicamente, sin que la lista sea exhaustiva, a Zimbabue, Somalia y Eritrea, así como a otros tres países que han reforzado sus vínculos con Moscú en los últimos años: Mali, la República Centroafricana y Burkina Faso. «Nuestro país puede sustituir el grano ucraniano», añadió Putin, asegurando que Rusia es un productor «sólido y responsable».

Aislado en la escena internacional desde el inicio de su ofensiva militar en Ucrania en febrero de 2022, el Kremlin aún puede contar con el apoyo, o la neutralidad, de muchos países africanos. Es la razón por la que esta cumbre es considerada como una prueba diplomática para Moscú, que no ha escatimado esfuerzos para que la cumbre sea éxito y poder proyectar ante el mundo una imagen de potencia.

Sin ir más lejos, entre finales del pasado año, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov –muy ausente, por otra parte, en el escenario ucraniano–, realizó varias giras por África entre finales del pasado año y principios del presente para garantizar presencias significativas estos días en San Petersburgo. Por lo menos que igualaran las de hace cuatros años en Sochi, sede de la anterior cumbre.

Se puede decir que, en cierta medida, Rusia ha logrado su objetivo: han aceptado la invitación de Putin pesos pesados del continente africano como el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el de Egipto, Abdelfata el-Sisi, el de Senegal –país que se abstiene constantemente en las votaciones condenatorias de Rusia en Naciones Unidas– o el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Alí.

Como era de esperar, también han hecho el viaje hasta San Petersburgo otros aliados esenciales de Moscú en la zona. Como el centroafricano Faustin-Archange Touadéra y el maliense Assimi Goïta, mandatarios de países en los que operan activamente los paramilitares del Grupo Wagner, cuya actividad será abordada en la cumbre.

Mas el plato fuerte de San Petersburgo será el económico, es decir las ayudas e inversiones que Moscú esté en medida de ofrecer a los países participantes. El lunes pasado, en el comunicado oficial previo a la cumbre, Putin afirmó, algo ufano, que «las empresas rusas están interesadas en intensificar su labor en el continente en el sector de la alta tecnología, la exploración geológica, el sector energético, incluida la energía nuclear, la industria química, la minería, la ingeniería de transportes, la agricultura y la pesca».

Resulta difícil creerle: muchos de los compromisos que Rusia adquirió en la cumbre de Sochi no han sido cumplidos. En parte por la guerra de Ucrania, pero no solo. Por ejemplo, el proyecto de Congo Brazzaville, firmado entonces a bombo y platillo, consistente en la construcción de un oleoducto que cruce el país no ha experimentado ningún avance. Proyectos de refinerías como el de Uganda nunca han terminado de empezar. El memorando de entendimiento para la construcción de un ferrocarril en la República Democrática del Congo, firmado igualmente en Sochi por 500 millones de dólares, sigue sin aplicarse.

El único gran proyecto en curso es la construcción de una central nuclear en Egipto. Se trata de un enorme programa de Rosatom, y la construcción de la última de las tres unidades se inició oficialmente en mayo de 2023. Pero existen grandes dudas sobre la capacidad de Rusia para comprometerse en un proyecto de esta envergadura, estimado en 25.000 millones de dólares, el 80 % de los cuales se supone han de ser financiados por un préstamo ruso. En principio, Egipto sigue fiándose de Rusia. ¿Lo seguirá haciendo dentro de unos meses?

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