El Estado chileno como botín
La supuesta superioridad moral de los actuales inquilinos de La Moneda se ha derrumbado antes los diferentes casos de corrupción
No son 30 pesos, son 30 años, 30 años de abusos, de claudicaciones e injusticias y desigualdades con los más pobres y la calidad de la educación.
Hace falta erradicar el nepotismo, terminar con el lucro y que llegue una generación con un nuevo estatus y calidad moral, respecto de los políticos y la política que nos anteceden.
Un gobierno de izquierda de verdad, heredero del gobierno de la Unidad Popular (que encabezó el dictador Salvador Allende); un gobierno feminista, ecologista e indigenista, comprometido con los derechos humanos.
Esas eran las consignas de quienes actualmente gobiernan Chile. Sin embargo, a poco andar, se ha desvelado que tales consignas, solo eran entusiastas y mesiánicas promesas.
Pues, según recientes declaraciones del Fiscal Nacional, los hechos que tienen indicios de delito, referidos a la creación de Fundaciones asociadas a un partido político y dirigentes de primera línea del gobierno, supuestamente, para ir en ayuda de los más pobres, han mostrado la peor cara de los jóvenes que venían a renovar la política.
Los pobres tendrán que esperar
Los pobres tendrán que esperar porque se presume que se ha montado una «maquinaria», bajo el paraguas de múltiples Fundaciones, al parecer, concertadas, para defraudar al fisco, malversar fondos públicos y tráfico de influencias.
El Fiscal sostiene que, en una primera aproximación, la cuantía del daño asciende a ciento cincuenta y tres millones de dólares.
En Chile, la corrupción que utiliza al Estado como botín no es algo nuevo
En Chile, la corrupción que utiliza al Estado como botín no es algo nuevo. En el gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei, ocurrió el escándalo de las casas Copeva, más de 600 viviendas sociales que fueron construidas sin ningún estándar de calidad y el despilfarro de fondos públicos, en la llamada reconversión de los mineros del carbón.
En el gobierno socialista de Ricardo Lagos los fraudes en la compra de ferrocarriles españoles y las aulas tecnológicas, sin mencionar el caso de los sobresueldos que utilizó para pagar a miembros del ejecutivo, lo que provocó una crisis política que puso en serio riesgo la continuidad del gobierno.
En el gobierno de la marxista, Michelle Bachelet, la corruptela del Transantiago, con la consecuencia del desprecio de la dignidad de millones de personas que sufrieron y sufren la mala calidad del transporte público.
O el abultado fraude al fisco, que aun viene ocurriendo, desde la década del 90, con los falsos exonerados políticos, que acceden a beneficios de manera ilegal, con el respaldo de partidos políticos y de parlamentarios.
De los 1.647 beneficiarios, 884 fueron calificados por el Partido Comunista; 660 por el Partido Socialista; 61 por el Partido Radical; 42 por el Partido Demócrata Cristiano.
Destacándose entre los políticos que dieron su firma para que accedieran al beneficio injusto, la hija de Allende, la entonces Senadora, Isabel, con 598 certificados.
La corrupción apunta al corazón de los chilenos más pobres y menos favorecidos por la fortuna
La corrupción que se ha descubierto en el actual gobierno reviste especial notoriedad, por la supuesta superioridad moral de los nuevos inquilinos de la Moneda.
Y al igual que en el caso de las casas Copeva, apunta al corazón de los chilenos más pobres y menos favorecidos por la fortuna; toda una paradoja, al tratarse de un gobierno de izquierda que ha venido a superar las injusticias sociales y la desigualdad.
Como es sabido, las causas de la corrupción son múltiples y se sitúan en diversos ámbitos que vale la pena examinar, para no caer en la denuncia moralizante y destemplada.
El Estado como botín
En general, la corrupción del «aparato público» se hace presente cuando el partido político gobernante, con la pretensión de hacerse con el poder total, convierte al Estado en un botín a explotar.
Partido que se caracteriza por cultivar el nepotismo, ignorar la justicia y proceder como en lo que san Agustín llamó, a propósito de cuando no se respeta el derecho, una banda de ladrones.
Pero hay otros aspectos relevantes de mencionar que están en la raíz de quienes participan en los actos de corrupción del Estado.
En primer lugar, desde una perspectiva antropológica, la carencia manifiesta de la educación del deseo, lo cual conlleva a querer poseer, si mediación de tiempo, aquello de lo que se carece.
Lo deseo, lo tengo, ese es el lema. Lema que se puede traducir en clave política: mis deseos, mis necesidades, deben convertirse en derechos reconocidos y tener carta de ciudadanía.
La llamada partidocracia ve en el Estado un botín a conquistar
El problema se suscita porque tal aserto, aplicado de un modo mecánico, es la expresión de una persona individualista y consumista, concretamente: «Niñatos mal criados (educados) y sin respeto». Lo quieren todo, sin esfuerzo alguno.
En segundo lugar, desde una perspectiva ética, un personaje individualista, sin las pasiones educadas, tiene como norma de conducta esa antigua sentencia utilitarista: el fin justicia los medios. Por lo que todo está permitido.
No hay límite alguno que permita distinguir entre el bien y el mal. Otra expresión ética de aquel «niñato mal criado», consiste en la indiferencia e indolencia ante el sufrimiento y carencias materiales del prójimo.
En cierto sentido, es la actitud nihilista, a quien nada le importan los demás y en los que la solidaridad intergeneracional no está presente.
En tercer lugar, desde el punto de vista filosófico político, está la llamada partidocracia que ve en el Estado un botín a conquistar.
La partidocracia ha sido caracterizada con diversos notas o indicadores: como el llamado patrimonialismo partidarista.
El patrimonialismo partidista consiste en que los partidos políticos, utilizan diversos mecanismos mediante los cuales «hacen uso de su posición institucional para apropiarse y/o repartirse recursos o partes del gobierno».
Distinción entre partido y Estado
Así, el patrimonialismo implica una forma de hacer política «en la que la distinción entre partido y Estado, entre actividad partidaria y actividad gubernamental queda desdibujada y el gobierno es percibido y tratado como una extensión del partido, o como un botín que se obtiene mediante la contienda electoral».
De este modo, se va configurando una «cultura cívica» en la que la «práctica política partidaria es vivida por los activistas como un medio para conseguir empleo o determinados beneficios por parte del Estado».
Otra nota característica de la partidocracia es la captura y control de la sociedad civil y las organizaciones sociales.
Captura que desvirtúa los fines de aquellas, para alinearlas políticamente con el partido. «En forma similar se produce esta tendencia de los partidos a capturar a la sociedad civil» a nivel de los medios de comunicación social que se encuentran o controlados, o profundamente orientados, por las posiciones partidistas.
No se trata de la «uniformidad» de la información tan característica de los regímenes autoritarios, sino que, aceptando la existencia de un cierto pluralismo de la información, los medios quedan vinculados o subordinados a los partidos políticos en el gobierno y la ideología que los sustenta
El resultado es que en regímenes democráticos capturados por la partidocracia el tejido social, la sociedad civil, tiende a desaparecer y de esa manera se encaminan a regímenes totalitarios, con solo dos protagonistas: el Estado y los individuos.
De este modo, la corrupción va colonizando todos los ámbitos del ejercicio del poder y destruyendo la tan proclamada democracia y arrollando los derechos humanos fundamentales.
¿Qué hacer? Quizás la apelación a una educación cristiana, fundada en las virtudes igualmente republicanas como la modestia, la sencillez de las costumbres, la capacidad de sacrificio y un desinteresado heroísmo, en orden a la República y con mirada trascendente, pueda ayudar a evitar la corrupción del hombre y la sociedad. Y, quien sabe, los 30 años, pueden ser de florecimiento, vitalización de las personas y de la sociedad política, en paz, justicia y libertad.