Entrevista
Rod Dreher: «Nadie puede explicarles a los españoles lo que es sacrificarse por la fe»
El reconocido y prestigioso escritor y pensador cristiano, asentado ahora en Europa, está a punto de publicar un nuevo libro y aprovechamos la ocasión para hablar sobre actualidad política
Occidente ya no es lugar para los cristianos, o eso parece. La secularización de nuestras sociedades ha dejado vacíos que se intentan llenar ya sea por el gran capital con identidades en función de los intereses del momento o, incluso, por otras religiones. En la política no existen espacios vacíos y, por mucho que se niegue, la religión tiene mucho que ver con ella.
Rod Dreher ya era un periodista reconocido cuando publicó La opción benedictina en 2017 pero su fama no ha hecho más que crecer desde entonces. Live not by lies, una propuesta de acción cristiana en un mundo donde la política es el pan de cada día, salió en 2020. Ahora está preparando otro libro que conformaría una trilogía que conecta dos mundos que algunos se empeñan en separar: el mundo espiritual y el mundo material. Dos realidades que han estado siempre unidas en el ser humano y que, desde hace relativamente poco, parecen condenadas a no cruzarse nunca más.
¿Es esto así? Fukuyama erró al proclamar el fin de la historia al caer la Unión Soviética. El dominio absoluto de Estados Unidos apenas ha durado 30 años. El giro de poder de Occidente a Oriente es un hecho, tanto a nivel político como económico. El unilateralismo parece estar dando paso a un bilateralismo que podría ser multilateralismo a su vez.
Occidente ha dado la espalda a sus orígenes -más bien se nos ha obligado a ello- y eso nos debilita frente a otras culturas y plataformas civilizatorias cuya identidad no se ha diluido en una amalgama de ideologías modernas y orgías consumistas. Debido a esto surgen numerosas dudas y miedos en la mente del cristiano de a pie sobre cuál debe ser su forma de actuar y de comprometerse en un mundo que, aparentemente, le ha expulsado de la vida pública. Dreher nos da unas claves sobre ello.
–¿Qué tiene entre manos en estos momentos?
–Acabo de terminar un libro sobre el fascinarse de nuevo por el mundo. ¿Y qué quiero decir con esto? Vuelvo a la famosa idea de Max Weber sobre el mundo moderno como desencantado, ya que en la modernidad no creemos en la religión ni nada parecido. Es cierto en parte. En Occidente, hemos cambiado nuestra capacidad de asombrarnos por lo que nos rodea por otras cosas como el dinero, el sexo, el mundo material e incluso lo oculto. Pero seguimos buscando el maravillarnos.
El fracaso de la creencia en el amor hoy en día forma parte de una pérdida más amplia de la fe en el sentido de las cosas. Tengo un amigo profesor en una escuela católica estadounidense que asegura que algunos de los jóvenes son nihilistas funcionales. Hablo del maravillarse de nuevo como la capacidad de descubrir el significado intrínseco en el mundo. Y no sólo el sentido, sino el cristianismo. Veo que el cristianismo está fracasando en Europa y Norteamérica, en parte porque creo que mucha gente -que se llama a sí misma cristiana- no vive como si fuera verdad. Pero también, muchos de los que son fieles cristianos son muy moralistas. Creo que la moral es muy importante, pero hoy en día, no vas a conseguir que la gente vuelva a Cristo simplemente predicando moral o predicando la lógica en el pasado. Tiene que haber algo más. De eso hablo en el libro, del redescubrimiento de la belleza como portal, como pasadizo hacia un encanto cristiano. El libro saldrá a la venta el año que viene.
–Escuchándole me viene a la cabeza la relación entre ética y estética de Roger Scruton. Lo bueno es bello, existe la belleza objetiva.
–Exactamente. El Papa Benedicto XVI dijo que los mejores argumentos que tiene la Iglesia no son los argumentos propiamente proposicionales, teológicos, racionales, sino el arte que produce, la arquitectura y los santos. Ambos son belleza. El arte y la arquitectura son belleza estética, pero los santos son ejemplos de belleza moral, de bondad radical. Este es el tipo de cosas que no puedes negar.
–¿Cuándo y por qué decidió escribir este nuevo libro?
–Este libro surge por algo misterioso que sucedió en septiembre de 2018 durante una gira promocional en Italia de La opción benedictina. La última noche que estuve allí fue en Génova. Estaba hablando a un auditorio en una iglesia de Génova y el lugar estaba a rebosar, unas mil personas. El mayor número de espectadores que he tenido en mi vida. Cuando terminó el discurso, un hombre de unos cincuenta años se abrió paso entre la multitud para alcanzarme. Cuando me alcanzó dijo en un inglés muy malo: «Soy artista, soy católico, esta tarde he estado rezando en mi estudio y el Espíritu Santo me ha dicho que viniera a hablar aquí esta noche y que le diera este dibujo que he hecho». Me dio un dibujo y lo abrí. Era muy bonito y detallado. Parecía un santo medieval arrodillado sobre una roca con una espada y una piedra delante. Y miraba fijamente el signo. El signo tenía una cruz y de su oreja salía una serpiente que se arremolinaba hasta el suelo con cara humana que intentaba hablarle para que apartara los ojos de Cristo. Y le dije: «¿Qué es esto?». Me dijo: «San Galgano, San Galgano». «No conozco a este santo», respondí. Él dijo: «Se llama la tentación de San Galgano». Pero como no hablaba inglés, no pudimos entablar una conversación. Le di las gracias y volví al hotel.
Esa noche busqué a San Galgano en Internet. Resulta que Galgano Guidotti era un toscano medieval del siglo XII, un hombre muy violento. Su madre rezaba para que volviera a la fe, pero él no lo hacía. Un día estaba en su caballo, cabalgando por el campo, no lejos de Siena, y el caballo lo llevó a la cima de una colina contra su voluntad, y una voz le decía «Cristo te llama, baja tu espada y sírvele». Llegaron a la cima de la colina y no había nada en ella. Pero vio una iglesia y fuera de la iglesia estaban Jesucristo, la Virgen Santa y los 12 apóstoles. La voz dijo: «Deja tu espada y sirve al Señor». Galgano dijo: «Sería más fácil para mí poner esta espada en la piedra que hacer lo que me pides». Dejó caer la espada sobre una roca y se hundió hasta la punta de la hoja. Inmediatamente se convirtió. Vivió el resto de su corta vida en lo alto de aquella colina junto a la espada en la piedra. Se convirtió en un obrador de milagros. La gente acudía a él en busca de curación. Cuando murió en el año 1184, su fama era conocida. El obispo construyó una iglesia alrededor de la espada en la piedra y el Vaticano envió a un cardenal a investigar.
Galgano fue el primer caso investigado después de que el Vaticano aprobara nuevas normas sobre canonización. El Vaticano aún conserva los registros escritos. Entrevistó a todos los que le habían conocido y que habían sido curados por sus oraciones. Incluso entrevistaron a su madre. Declarado un milagro, fue canonizado en el año 1187, tres años después de su muerte. En el año 2000, científicos italianos fueron a estudiar la espada en la piedra. Todavía está allí. Hicieron radiografías y vieron que la hoja está hundida en la roca. Tal como decía la leyenda, analizaron el metal de la espada y era del siglo XII. Eso no prueba que sea un milagro, pero tampoco tiene una explicación racional a los ojos de hoy día.
Pero hay más. Una noche, tras confesarme en un periodo muy complicado de mi vida entre el COVID y problemas familiares, estaba viendo las películas del cineasta ruso Andrei Tarkovsky y con una titulada Nostalgia de 1983. Trata de un escritor que está muy alienado porque está centrado en la familia que dejó atrás en Rusia, así que no puede ver la belleza que tiene delante en Italia, donde está trabajando. Y pensé: «Ese se parece a mí». Hay una secuencia onírica en la que camina por una vieja iglesia en ruinas y se oye la voz de la Virgen: «Señor, ¿quieres hablarle? Está tan perdido...». Y se oye la voz del Señor decir: «Si le hablara, ¿sería capaz siquiera de oírme?», lo que significa que ni siquiera estaba prestando atención. Entonces ella dice: «muéstrate a él, Señor, necesita esperanza». Y el Señor dice: «Me muestro a él todos los días, pero no puede verme». ¡Ese era yo! Al terminar la película, busqué en Google qué iglesia era la que aparecía en la película y resulta que era la Abadía de San Galgano. Me di cuenta de que el Señor me había enviado ya varias señales. Ese fue el punto de partida.
En el libro cuento más historias, no solo son testimonios, hay mucha documentación detrás, pero quise contar con testimonios reales de personas que encontraron a Cristo a través de milagros.
–¿Cree que es fácil vivir como un cristiano fiel en nuestro tiempo?
–Hay una cita famosa de Léon Bloy, un escritor católico francés que decía «la única tragedia es no ser santo», porque no importa qué circunstancias tengamos en la vida, si somos ricos, si somos pobres, si estamos casados, solteros, lo que sea. Todos tenemos la posibilidad de ser santos, de ser seguidores completamente entregados de Cristo. Antiguamente, quizás, era más fácil ser cristiano, al menos nominalmente. Hoy la gente entiende mejor qué tipo de radicalismo se necesita para ser fiel y eso también ayuda a reconocerse. Si quieres ser un fiel seguidor de Cristo, es muy difícil participar en la vida moderna.
Si vamos a ser santos, vamos a tener que estar preparados para sufrir de formas que la gente no ha sufrido antes
Muchos cristianos no quieren pagar el precio de defender la vida, la familia o la fe. En Praga conocí a una anciana católica, Kamila Bendová, que me explicó cómo su marido, político democristiano ya fallecido, pactó con una izquierda alternativa para hacer frente al totalitarismo siendo ellos católicos. Su justificación fue que muchos en sus filas en el fondo eran unos cobardes. Creo que ese es el tipo de mentalidad que va a hacer falta ahora. Si vamos a ser santos, vamos a tener que estar preparados para sufrir de formas que la gente no ha sufrido antes, al menos en Estados Unidos. En España sabemos por la Guerra Civil lo que significa esto, nadie puede explicarles a los españoles lo que es sacrificarse por la fe
–Ahora la muerte es lenta, te separan de la sociedad. Nadie quiere estar contigo. Nadie quiere hablar contigo....
–Esto es totalitarismo blando. Ahora el Estado cae sobre ti, pero es totalitarismo blando, no hacen falta gulags o campos de concentración. Logran el mismo objetivo de aislarte.
–Y es aún peor.
–¿Por qué?
–Porque no ves lo que viene. Ahora las fronteras no son tan obvias, hay intenciones ocultas en la mayoría de las propuestas políticas.
–Hay un tipo socialista en EE. UU. que ha sido cancelado por el periódico Seattle Times, el medio en donde era columnista, por la presión que ha ejercido la izquierda después de que criticara que se erigiera una estatua de Lenin en la ciudad. Él es judío y su familia fue tanto perseguida por los nazis como por los comunistas. Pues resulta que extremistas de izquierda le atacaron llamándolo nazi (¡a un judío cuya familia sufrió la persecución!) y el periódico le ha acabado despidiendo. Como se puso en el lado equivocado de la izquierda, aunque es socialista, no importó. Perdió su trabajo. Ese es el tipo de totalitarismo blando del que estamos hablando, en el que no sabes dónde va a estar la línea roja.
–Ha puesto de ejemplo de extrañas alianzas el caso de Bendová, pero creo que eso puede llegar a ser muy común en el futuro va a ser cada vez más común en el futuro. Están saliendo voces de izquierdistas contra la ideología de género o la inmigración masiva.
–Como las TERF en Inglaterra.
–Una mesa es una mesa.
–Lo woke censura todo, incluso a los propios como a Peter Boghossian, un ateo muy conocido en América. Aquí, en Hungría, encontró más libertad que en la costa oeste de Estados Unidos. Estamos viviendo un trastorno de la personalidad que se ha apoderado de todo lo público, donde no puedes hablar de cosas que van en contra de la sensibilidad, de los sentimientos de la gente que tiene esas opiniones porque te acusan de negarles su derecho a existir.
Después de darme cuenta de las mentiras que se dijeron para justificar esa guerra, juré que nunca más volvería a creer automáticamente lo que dijera mi gobierno o lo que dijeran los medios de comunicación
–¿Y España?
–No entiendo lo que está pasando en España. Vi el año pasado a la ministra de Igualdad, esa mujer comunista, Irene Montero que hablaba de que los niños deberían ser libres para tener sexo con quien les dé la gana. En Estados Unidos, si me hubieras dicho hace diez años que tendríamos escuelas fomentando la ideología de género y estos libros sexuales pornográficos entre los niños, te habría dicho que eso nunca ocurriría. Ahora muy pocos protestamos. ¿Estamos tan desmoralizados?
–La gente ya no cree en la idea de comunidad. Todos los lazos tradicionales han saltado por los aires.
–Es algo que realmente me preocupa. Llevo casi dos años viviendo en Hungría. Es la primera vez que vivo fuera de Estados Unidos durante tanto tiempo, y me ha enseñado mucho sobre mi propio país. Nunca había apreciado realmente lo poderosos que éramos -nosotros los estadounidenses- en términos de cultura hasta que viví aquí y vi lo que esta gente, lo que los húngaros tienen que sufrir por la cultura popular estadounidense. Nadie la impone, pero se impone. Somos una potencia industrial en términos de producción de ideas, ya sabes, influencia de los medios de comunicación, etc. El gobierno húngaro es muy conservador a la hora de proteger a los niños y a los menores de la propaganda LGBT. Estoy de acuerdo con ellos en eso. Pero al mismo tiempo, no pueden detener Tik-Tok y otras plataformas de redes sociales. Los niños lo van a consumir de todas formas. Mucho de esto viene de Estados Unidos.
Hablé con un pastor estadounidense que pasó por Budapest el año pasado. Había estado en la cárcel en un país musulmán por ser evangelista protestante. Una vez que salió, volvió a Estados Unidos por primera vez en mucho tiempo y vivió allí muchos años de su vida. Cuando nos conocimos en Budapest, me dijo que el país al que había vuelto no era el que había dejado atrás: «Rod, nuestro país es Babilonia». Y eso es lo que me parece desde aquí. Me asusta. Y ahora veo lo que está pasando con la guerra de Ucrania...
–Ni siquiera puedes hablar de ello.
–Exactamente. Yo vivía en Nueva York el 11 de septiembre. Vi caer las torres con mis propios ojos. Estuve tan traumatizado por ello que me creí todo lo que decía el gobierno para justificar la guerra en Irak. Me equivoqué. Después de darme cuenta de las mentiras que se dijeron para justificar esa guerra, juré que nunca más volvería a creer automáticamente lo que dijera mi gobierno o lo que dijeran los medios de comunicación. Ahora aquí estamos 20 años después en Ucrania. Rusia no debería haber invadido el país. Pero sé que la situación es mucho más complicada de lo que dicen nuestros medios de comunicación y nuestros gobiernos. Y, sin embargo, estamos otra vez igual. No se puede discutir. Si cuestionas la línea oficial de la OTAN o del gobierno estadounidense o de la UE o de los medios de comunicación, debes de estar del lado de Putin.
Estamos en una época en la que la gente está muy dividida y llena de odio hacia los demás
–En política te conviene entender la mente de los demás.
–Lo de Ucrania lo traigo a colación como ejemplo de cómo se fabrica la opinión. Aquí, en Europa, vemos cómo Washington y los burócratas de Bruselas obligan a muchos países europeos a actuar en contra de sus intereses económicos. Hace dos años, conocí a algunos parlamentarios ugandeses que me dijeron que China está avanzando tanto en África porque no se entromete en la política interna de los países como hace Estados Unidos o Europa.
Mientras tanto, Washington y presionan para que todo en el mundo sea como ellos. Lo mismo le está ocurriendo a Hungría. Es un país occidental. Quieren estar en la OTAN. Quieren estar en la UE. Pero están hartos de ser intimidados por Bruselas y Washington. El embajador estadounidense que tenemos aquí en Budapest es gay y siempre está sermoneando a los húngaros sobre lo retrógrados que son en materia de LGBT. Es obvio que tiene un interés personal en el ataque, pero ¿qué clase de embajador de un país va a otro país y les dice lo atrasados que están?
–Un embajador de EE.UU., al parecer.
–Hay una razón por la que tantos jóvenes en Estados Unidos –según las últimas encuestas– de 18 a 34 años ya no están orgullosos de su país. Prestan atención en la escuela y a lo que dicen los medios de comunicación sobre cómo Estados Unidos es un país terrible: nada más que racismo, homofobia y todo eso. Y ahora el Ejército tiene problemas para reclutar gente. ¿Por qué irías a luchar por un país tan malvado?
Mira a los blancos conservadores, chicos de pueblo de todo el país, este es el tipo de gente que forma la columna vertebral del Ejército, gente que viene de pueblos pequeños y estados del sur y que son hombres blancos tradicionales. Ahora están siendo demonizados por la estructura de poder, la política y el negocio de los medios de comunicación, etc. ¿Qué tipo de país crees que vamos a tener? Estamos en una época en la que la gente está muy dividida y llena de odio hacia los demás. Es difícil saber cómo va a detenerse la espiral de odio y recelo mutuo.
–Es difícil porque es casi imposible de concebir.
–Por eso sigo hablando de la opción benedictina y de cómo los cristianos creemos en la familia y la tradición y cosas así. Debemos encontrar la manera de vivir de forma que perdure, aunque todo se venga abajo. No podemos rendirnos sin más. Tenemos que luchar política e incluso militarmente si llega el caso. Pero si perdemos, no podemos rendirnos. Por algo en España, bajo los moros, la cultura y la religión españolas sobrevivieron en muchos lugares. Tenemos que aprender de ese tipo de cosas, cómo mantenerlas en pie, incluso bajo la persecución y más viviendo en una sociedad más parecida a la que imaginó Huxley que Orwell.
El disidente, para mantener su integridad, tiene que aceptar el sufrimiento como parte de la condición humana. De eso se trata. La gente de hoy no quiere aceptar el sufrimiento, ni siquiera los cristianos. Por eso vamos a ver perderse a tantos cristianos.
–El nuevo Cardenal de Lisboa llegó a decir que los cristianos no debían evangelizar más.
–Es un signo de los tiempos que Francisco haya hecho cardenal a este hombre. Ya no soy católico y no quiero meterme en asuntos católicos, pero cuando fui a Roma para el funeral del Papa Benedicto -le tengo mucho cariño y quería presentarle mis respetos- y escuché el discurso del Papa actual me di cuenta de que las cosas realmente habían cambiado.
La gente de hoy no quiere aceptar el sufrimiento, ni siquiera los cristianos
–Benedicto dijo que el futuro para nosotros los cristianos es volver a las catacumbas, y en cierto modo estamos yendo hacia allí.
–Sí, absolutamente. Este verano conocí en Eslovaquia a un hombre llamado Vladimir Palko, político y católico. Fue ministro del Interior en el gobierno poscomunista. Escribió un libro hace diez años titulado «Vienen los leones» sobre la persecución anticristiana en Europa. Su libro llegó a Benedicto XVI y este le escribió una carta diciendo: “El poder del Anticristo crece cada día, reza por un fuerte liderazgo de la Iglesia«. Si alguien como el Papa Benedicto, que fue uno de los hombres más santos del siglo XX, dice »el poder del Anticristo está creciendo", es mejor creerlo. Será mejor que nos preparemos para ello. Esa es una de las razones por las que me gusta estar aquí en Europa, porque aquí en Europa encuentro que los cristianos -especialmente los jóvenes, casi siempre católicos que se toman la fe en serio- no son tontos.
–Ahora que menciona a Europa, parece que la sociedad de Huxley escrita hace muchos años es en realidad la Unión Europea -o al menos va camino de serlo-.
–Sí, sin duda. En los EE. UU., los sectores público y privado eran centros de poder en competencia y eso significaba una sociedad más libre. Ahora, sin embargo, bajo lo woke, el gobierno y las instituciones gubernamentales y todas las instituciones de la sociedad privada -grandes empresas, medios de comunicación, universidades, derecho, medicina- forman esta entidad gobernante totalitaria de facto. El gobierno en Estados Unidos no va a venir a decirte lo que tienes que hacer de la manera que lo haría en Europa porque el gobierno no tiene tanto poder jurídico, pero no lo necesita si las grandes empresas ya van a imponerte lo woke.
–Todo el mundo habla de derechos, pero nadie habla de deberes y claman a gritos «espacios seguros»
–Hace tiempo conocí a un joven periodista de un importante periódico estadounidense. Al preguntarle sobre la razón del giro de muchos periódicos a posturas completamente ideológicas en donde no importa la verdad, me contestó: “Cuando Trump fue elegido, hubo tal conmoción en las redacciones que muchos periodistas pensaron que si ser justos y tratar de contar las dos partes daba como resultado que Donald Trump fuera presidente, ya no teníamos que ser justos ni equitativos a la hora de informar".
–Me recuerda al artículo de Time en el que el autor admitía que trabajaron para manipular a la sociedad americana para evitar que Trump volviera a ganar las elecciones. «Pervertir la democracia para proteger la democracia».
–Fijémonos en Hungría. El pasado mes de febrero, la directora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), una mujer llamada Samantha Power - responsable en gran parte del desastre de Libia bajo el mandato de Obama- vino a Budapest para donar 20 millones de dólares en ayudas a grupos que promueven la democracia. Es la revolución de colores. 20 millones de dólares hacen mucho en un país pequeño como Hungría. Pero esta gente asume que no puede ser democracia si la gente en una votación libre elige a alguien que no le gusta. Si el pueblo elige a Trump o a Viktor Orbán, ¿eso no es democracia?
–Y luego alguien dice que hay un problema con el Estado de Derecho porque has votado en el sentido equivocado.
–También se lo hicieron a Polonia, y lo van a hacer cada vez que un país europeo vaya contra Bruselas. Me pregunto qué va a hacer falta para que los europeos se levanten y se den cuenta de lo que les están haciendo. Suecia tendrá un 30% de musulmanes en unos años por culpa de todos los inmigrantes que acogió la izquierda.
Viktor Orbán ha dicho -y creo que tiene razón- «miren, no queremos decir a otros países lo que deben hacer. Deben ser fieles a sus propias tradiciones y a lo que decida el pueblo. Pero pedimos lo mismo para nosotros». Creo que es la única forma sensata de vivir, pero Bruselas no lo consentirá, George Soros no lo consentirá en absoluto y el Foro Económico Mundial tampoco. El orador favorito del FEM, el israelí Yuval Noah Harari, dijo que el organismo es un algoritmo. Ellos creen que la persona humana no es más que un algoritmo que puede ser manipulado y debe ser manipulado para crear el nuevo hombre. Ya hemos pasado por esto.
El sistema quiere que todos olvidemos porque la gente que no tiene memoria de cómo eran las cosas en el pasado no tiene resistencia a cómo intentan cambiarlas
–Nuestros gobiernos dicen que están en contra del régimen de China. Pero poco a poco están introduciendo el mismo sistema de control, solo que utilizan otras estrategias. En Europa será para luchar contra el cambio climático, que es algo completamente absurdo.
–Se acabará aceptando porque la vida es muy difícil si no lo haces de esa manera. Y ahora los bancos centrales están hablando de imponer monedas digitales, eso sí que es game over porque todo lo que tienen que hacer para que no puedas comprar o vender es presionar un botón y serás apartado de toda la sociedad.
–¿Puede darnos algunas ideas sobre lo que podemos hacer contra todo esto, política o espiritualmente hablando?
–El sistema quiere que todos olvidemos porque la gente que no tiene memoria de cómo eran las cosas en el pasado no tiene resistencia a cómo intentan cambiarlas. Cuando hablo con los profesores, me dicen que los niños de hoy no saben nada de lo que ocurrió hace más de cinco años. Tenemos que recuperar nuestra historia y enseñársela a nuestros hijos, no sólo los hechos históricos, sino nuestra literatura, nuestras historias nacionales, nuestra religión. Todas estas cosas tienen que transmitirse de persona a persona, para dar una base de memoria cultural a nuestro pueblo, porque sin eso, vamos a estar completamente manipulados.
En segundo lugar, tenemos que profundizar mucho en nuestra fe y estudiar la vida de los santos, especialmente la de los mártires, pero no sólo como buenos ejemplos. También tenemos que estudiar cómo sobreviven las comunidades cristianas en el pasado e incluso en el presente en lugares que son perseguidos. Tenemos que ver cómo se las arreglan para aferrarse a la fe. Tenemos que enseñar a nuestros hijos y a nosotros mismos un nivel de fe que esté preparado para sufrir. Esa es la clave: el sufrimiento.