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Carmen de Carlos
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La memoria histórica de la dictadura resucita en las elecciones de Argentina

Choque de trenes entre Victoria Villarruel, candidata a vicepresidente de Javier Milei, con el kirchnerismo y las organizaciones de derechos humanos

Actualizada 09:07

Vilma Ripoll, del Frente de Izquierda, en el Salón Dorado de la Legislatura porteña

Vilma Ripoll, del Frente de Izquierda, en el Salón Dorado de la Legislatura porteñaTwitter

La memoria histórica, la de Argentina, se ha colado en las elecciones de octubre. Victoria Villarruel, candidata a vicepresidente de Javier Milei, el favorito según las encuestas, ha abierto la caja de los truenos del terrorismo de los años 70 (de Estado y el otro), al protagonizar ayer un acto de apoyo a las víctimas de las principales organizaciones guerrilleras de la época: Montoneros y ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)

Villarruel, diputada y abogada que reclama desde hace años que se aplique el mismo rasero (la misma ley) a los responsables de la dictadura militar (1976-83) que hicieron desaparecer y torturaron a miles de personas, que a los guerrilleros que secuestraron, colocaron bombas y «ejecutaron» al «enemigo», sacudió con esta convocatoria el avispero siempre alerta de los movimientos de ultraizquierda y aquellos que se declaran defensores de los derechos humanos, pero que, ironías de la historia, sólo suelen reaccionar cuando las víctimas tiene una ideología afín a la suya.

La mujer que ejercerá de presidente en funciones en ausencia de Milei, si éste llegara a ganar las elecciones, eligió la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires para celebrar su homenaje.

La decisión resucitó a las fuerzas alicaídas del peronismo, la ultraizquierda y a las ONG y asociaciones que tuvieron su época gloriosa, de protagonismo y económica, bajo el paraguas de la larga década kirchnerista.

La cascada de protestas se tradujo en una convocatoria paralela para reventar un acto que calificaron de provocación

La cascada de protestas se tradujo en una convocatoria paralela para reventar un acto que calificaron de provocación, cuando quedan pocas semanas para que los argentinos vayan a las urnas.

Se produjeron detenciones y agitadores irrumpieron en la sala. Vilma Ripoll, del Frente de Izquierda, junto a los suyos, mostraban afiches con la leyenda: «Fue genocidio, no guerra», en alusión a la teoría de los demonios que defiende que las salvajadas de la guerrilla desataron el golpe y las brutalidades de la dictadura y las dos están al mismo nivel.

«El único terrorismo fue estatal», «Queremos a los 30.000 con vida», «Ni olvido ni perdón», «Fue genocidio, no guerra», fueron algunas de las consignas recurrentes de las organizaciones que ven en Villarruel una versión siglo XXI del autoritarismo y los regímenes militares de derecha que se impusieron en el cono sur en los años 70.

Las otras víctimas

Indiferente, la fundadora del Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV) convocó ayer a la madre de una joven estudiante que murió en 1975 como consecuencia de la explosión de un artefacto colocado por montoneros cuando tenía 18 años; al hijo de un militar secuestrado sometido a terribles suplicios y asesinado en el mismo año tras 372 días de cautiverio y a la hija de un camarero asesinado un año antes, en 1974, por el ERP.

Les molesta que pidamos derechos humanos para todos y que sepamos la verdadVictoria Villarruel

La compañera de fórmula o de «ticket», como diría Yolanda Díaz, del libertario Javier Milei, acostumbrada a los escraches, término original de Argentina, se defendió: «Les molesta que pidamos derechos humanos para todos y que sepamos la verdad de lo que hicieron los terroristas, quieren amedrentarnos con escraches y amenazas como en los 70. No quieren que se sepa la verdad porque la izquierda es la tiranía hecha ideología, pero vamos a honrar a nuestros muertos».

Asimismo, anunció que si gana las elecciones «vamos a impulsar una ley para que, al menos, las víctimas de estos actos tengan el derecho a la verdad, a la justicia y que haya una reparación, así sea moral, porque es lo que merecen todos ellos». La candidata se refería a que los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado recibieron indemnizaciones y reconocimiento del Estado mientras los otros fueron ignorados.

De nuevo todo es polémica sobre los años de plomo en Argentina y hasta el número de muertos de la dictadura, cuando se van a cumplir 40 años de democracia, sigue siendo motivo de discusión y enfrentamientos. Entre la realidad y lo políticamente correcto, las últimas décadas ha triunfado en Argentina la posición mentirosa.

La posverdad argentina

A fuerza de repetir que fueron 30.000 personas las víctimas mortales de las juntas militares, la cifra pasó a engrosar las filas de la posverdad argentina. La falacia fue tan lejos que en el prólogo del Nunca Más, el libro que recoge los casos de desapariciones y abusos de la dictadura, escuchados y contrastados en la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas), el difunto secretario de DD. HH. De Néstor Kirchner, Eduardo Luis Duhalde, la da por buena. Al hacerlo corrigió la prueba documental y el verdadero prólogo de Ernesto Sábato.

Negar en este siglo XXI en Argentina que fueron 30.000 los desaparecidos le costó a Dario Lopérfido su cargo de ministro de Cultura

Negar en este siglo XXI en Argentina que fueron 30.000 los desaparecidos le costó a Dario Lopérfido su cargo de ministro de Cultura (2016) en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Graciela Fernández Meijide, miembro de la CONADEP tuvo que sufrir descalificaciones e insultos por insistir en que la cifra real que recogió la comisión fue de «7.954 casos documentados». Lo dijo y lo escribió ella, la madre de Pablo, su hijo «chupado» por el régimen cuyo destino sigue siendo un misterio.

España en el origen

Meijide en una entrevista que le hice hace unos años aclaraba el origen del mito: «Los exiliados en España habían formado la Comisión Argentina de Derechos Humanos. Entonces, no existía la figura de desaparición forzada. Eduardo Luis Duhalde me contó que allí pusieron ese número para poder apelar al genocidio y denunciar el terrorismo de Estado».

La memoria histórica, emponzoñada y asumida como versión oficial, resucita con la vista puesta en las urnas. No lo hace de forma desinteresada por unos y por otros. Todos se conocen, saben quién es quién, pero los dardos tras la pantalla apuntan de forma sibilina a la candidata que disputa el mismo espacio que Javier Milei: Patricia Bullrich, del opositor Juntos por el Cambio. La ex ministra del gobierno de Mauricio Macri, tuvo vínculos con la «juventud maravillosa» montonera, como se refería -y se refiere- Cristina Fernández de Kirchner a los guerrilleros, incluidos aquellos que hoy, como ella, prefieren no recordar esa etapa de su pasado.

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