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Testigo del terremoto en Marruecos: «Solo pensaba en mis hijos y en que mi vida no podía acabar así»

Los residentes se quedan en una plaza de Marrakech

Terremoto en Marruecos

Testigo directo del terremoto en Marruecos: «Solo pensaba en mis hijos y en que mi vida no podía acabar así»

Clara del Real, una española de viaje en Marrakech, cuenta a El Debate cómo vivió la noche en la que Marruecos tembló

Detrás del terremoto de Marruecos, de las innumerables vidas humanas cercenadas por el seísmo, de los muchos sueños rotos y el incalculable coste económico, se esconden cientos, sino miles de historias. La de Clara del Real, 40 años, es una de ellas. Única, porque cada vivencia es singular, y más tras haber vivido una de las peores catástrofes de la historia del país magrebí.

Clara tenía pensado un fin de semana completamente diferente. Ella y un grupo de cinco amigas ponían rumbo a Marrakech el viernes para celebrar su cumpleaños en esta turística ciudad, cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El grupo de españolas se alojaba en uno de los muchos riads que pueblan la Medina.

El fin de semana esperado en Marruecos se convirtió, en seguida, en un verdadero infierno. Clara y sus amigas solo tuvieron tiempo de dejar las maletas, cuando, mientras se dirigían a cenar, «de repente ya empezó a temblar el suelo», cuenta la española, en llamada telefónica con El Debate. «No fue algo gradual. De repente se oyó un estruendo, todo se movía. Parecía que las paredes se caían y todas empezamos a correr», relata.

Clara cuenta que el pánico se apoderó de la ciudad. De ese terrible momento recuerda el ruido, gente gritando, niños llorando. La angustia, no saber qué hacer ni cómo actuar. «Estaba todo a oscuras porque se había ido la luz. Todo estaba lleno de polvo, no se veía nada. Nos picaban muchísimo los ojos», explica.

Mi sensación era esto se nos cae y nos vamos a morirClara del RealEspañola en Marruecos

Los segundos que duró el seísmo, que alcanzó la magnitud 7, se hicieron eternos. «Yo solo pensaba en mis hijos. No podía creer que mi vida se fuese acabar ahí, dentro de ese riad», confiesa la española. «Mi sensación era esto se nos cae y nos vamos a morir». Tras un primer momento de shock, las amigas se dirigieron hacia la plaza de Yamaa el Fna, un espacio abierto donde no corrían peligro ante el desprendimiento de algún edificio.

Una vez en la plaza, ya conscientes de la gravedad de los hechos, se pusieron manos a la obra para completar un único objetivo: volver a casa. Este famoso lugar de Marrakech, casa de cuentacuentos, puestos de zumos y encantadores de serpientes, se transformó en un campamento improvisado. Cientos de turistas y vecinos salieron a la calle con lo puesto, echaron mantas al suelo y pasaron allí la noche, a la intemperie, esperando las órdenes de las autoridades pertinentes o una explicación de lo ocurrido.

«Nosotras sí teníamos las maletas, pero había gente sin nada. Empezamos a dejar de todo», relata. Clara recuerda que «todo el mundo ayudaba. Había gente descalza, una niña en bragas en medio de la Medina, le prestamos ropa, dejamos chanclas. Se me pone la piel de gallina solo de pensarlo». Eso sí, la española destaca que no vio ni Policía ni autoridades desplegadas en la zona para ayudar o calmar la situación.

Para el grupo de amigas, la misión de volver a España se volvió todo un reto, mientras que la Embajada de España en Marruecos solo acertaba a decir que no tenían protocolo para estos casos y encontrar un avión era perder el tiempo, decidieron poner rumbo al aeropuerto. Finalmente ahí, encontraron un conductor que se ofreció, por 500 euros, acercar al grupo de amigas y otros dos españoles hasta Tánger –siete horas de viaje–, donde finalmente pudieron coger el ferry hasta Algeciras.

Del testimonio de Clara se puede desprender el horror de esa larga noche, que pasará a la historia como una de las jornadas más agónicas de Marruecos. El terremoto se ha convertido en el peor, desde el que destruyó Agadir, en 1960. El país norteafricano vive ahora entre el pánico a nuevas réplicas y la necesidad de acelerar las labores de rescate para encontrar nuevos supervivientes.

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