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José María Ballester Esquivias

A Meloni no le salen las cuentas de la inmigración por el hundimiento demográfico

Con una tasa de natalidad por los suelos, Italia se ve obligada a conceder más permisos de trabajo a extranjeros mientras se dispara el número de ilegales que desembarcan en las costas

La primera ministra de Italia, Giorgia MeloniEFE

Las cifras son tozudas: el Gobierno italiano, encabezado por Giorgia Meloni, acaba de promulgar un decreto mediante el cual fija en 450.000 el número de permisos de trabajo que se podrán conceder, de aquí a 2025, a extranjeros no pertenecientes a la Unión Europea (UE). Ninguno de sus antecesores se había atrevido a tanto.

La razón principal del giro radical emprendido por Meloni es la situación demográfica catastrófica que asola a Italia, Baste decir que el año pasado solo se registraron 393.000 nacimientos, la tasa más baja registrada desde la unificación italiana, allá por 1861. Con algo menos de 59 millones de habitantes, la población total de Italia ha caído en 1,7 millones desde su máximo en 2014.

Las decisiones adoptadas por la presidente del Consejo de Ministros para apuntalar la natalidad no han impedido que la caída continúe. Este es el resultado no solo de treinta años de estancamiento económico, sino también, entre otras razones, de la desidia de los sucesivos gobernantes de Italia cuando a la hora de impulsar políticas efectivas en materia de conciliación de la vida familiar y la profesional. Meloni, nunca mejor dicho, lo padeció en sus propias carnes en 2016, cuando Silvio Berlusconi hizo todo lo posible para sabotear su candidatura a la alcaldía de Roma, so pretexto de que estaba embarazada.

¿Será suficiente esta nueva apertura migratoria, en total contradicción con las promesas que la encumbraron a la Presidencia del Consejo de Ministros para compensar el hundimiento demográfico? No es seguro: si bien es cierto que alrededor de 340.000 jóvenes de entre 25 y 34 años han abandonado Italia a lo largo de la última década, la tasa de paro juvenil, pese al ligero descenso experimentado en fechas recientes, se mantiene estable en torno al 21 %, una de las más elevadas de la UE. Eso sí, la cifra es mejor que la de España.

Sin embargo, el golpe más fuerte recibido por Meloni tiene que ver con el incremento masivo de la inmigración ilegal: según los datos facilitados por el Ministerio del Interior, en el periodo comprendido entre el 1 de enero y el 31 de agosto de 2023, ha desembarcado ilegalmente en las costas italianas un total de 114.526 inmigrantes ilegales una cifra superior a la de los dos años anteriores. La estadística es llamativa: en el mismo periodo del año anterior –Meloni tomo posesión como Presidenta del Consejo de Ministros el 22 de octubre de 2022–, hicieron lo propio un total de 58.251.

En el año anterior, 2021, el número de ilegales ascendió a 39.410; aunque tal vez sería necesario matizar y contextualizar la última cifra, pues corresponde a un periodo en el que aún estaban en vigor las restricciones impuestas por la pandemia de la Covid-21. Volviendo al presente año, en la sola jornada del 26 de agosto, desembarcaron en Italia un total de 3.042 ilegales. En el mismo día de 2022, la cifra ascendió a 443. El «bloqueo naval» de las embarcaciones que transportan a inmigrantes prometido por Meloni durante la última campaña electoral sufre, de momento, algunos fallos.