Los familiares de los rehenes piden ayuda: «El deber de liberarlos es del mundo entero, hay que parar a Hamás»
«7:28. Recibí el primer mensaje de mi tía. 'Por favor, rezad por nosotros'. Los mensajes seguían llegando. 'Estamos en silencio, dentro del búnker, los estamos escuchando disparar, tenemos mucho miedo'», cuenta entre lágrimas Naama Weinberg. Su primo, Itai Svirsky, se encuentra entre los 224 israelíes secuestrados y que Hamás mantiene cautivos en algún lugar, dentro de la Franja de Gaza. «A las 10:14, mi tío [padre de Itai] escribe: 'ya están aquí, por favor, pedid ayuda'. 10:48, la madre de Itai nos manda un emoticono de un corazoncito rojo. Este es su último mensaje».
Naama, incapaz de seguir, hace una pausa para reponerse y coger aire. Inspira profundamente y vuelve a rememorar el peor día de su vida. «11:44. Mi abuela nos manda otro mensaje: 'por favor, ayuda, alguien está dentro de casa. Son muchos, tengo miedo. Ayuda'. Uno tras otro fuimos perdiendo el contacto con toda la familia. Algunos fueron asesinados, otros sobrevivieron. Pero ahora, estamos centrados en salvar a mi primo Itai». La joven israelí coge aire antes de subrayar que «el deber de liberar a los rehenes es del mundo entero. Hay que parar a Hamás».
Al igual que Naama, otros tres familiares de los rehenes secuestrados por el grupo terrorista Hamás han querido compartir su historia, con el único fin de que sus seres queridos no caigan en el olvido. Testimonios que hubiesen deseado no tener que contar nunca. El pasado 7 de octubre, Israel sufrió el peor ataque terrorista de su historia. Decenas de milicianos de Hamás se infiltraron en el país hebreo por tierra, mar y aire, ante la incredulidad y sorpresa del Ejército israelí. El ataque acabó con la vida de 1.400 civiles y más de doscientos rehenes.
Casas quemadas hasta los cimientos, con familias enteras en su interior, coches calcinados, cadáveres, gritos de pánico y niños llorando son algunas de las imágenes que se han quedado grabadas a sangre y fuego en el recuerdo de los que consiguieron salir con vida de aquel infierno. «No puedo dormir por las noches, solo pienso en cómo estarán mis padres», confesaba Yulie Ben-Ami. Ohad (54 años)y Raz (57 años) fueron secuestrados hace ya 20 días y Yulie solo puede pensar en el día que pueda volver a abrazarlos.
La vida de Yulie, una joven israelí de 27 años, residente del kibutz Beerí, se paró en seco el pasado 7 de octubre. El asalto de Hamás tuvo lugar, además, durante la festividad judía de Sucot. Miles de familias se habían reunido en los kibutzim para festejar juntos estas fechas tan señaladas en el calendario judío. «Me desperté a las 6:20 de la mañana por el ruido de las explosiones. A las 6:30, recibimos un mensaje que decía que alguien había entrado en el kibutz. En ese momento, empezamos a escuchar gritos en árabe y muchos disparos. A las 7 escribí a mi madre un whatsapp, me contestó que ya habían entrado en casa», cuenta Yulie.
«A las 9.30 me escribió otra vez, me confesó que estaban rompiendo todo. A las 10 de la mañana, mi padre me manda el último mensaje. Los terroristas estaban abriendo el refugio. Los iban a coger», al terminar la frase, la joven rompe a llorar. Su voz se convierte en un tímido hilo, un suspiro. Yulie explica que, una hora después, recibieron una foto de su padre, Ohad, vestido aún con el pijama, mientras dos milicianos de Hamás lo cogían de la mano. Una semana más tarde, recuerda, «recibí una foto de mi madre, también con su pijama y sin zapatos, junto con un vídeo donde se la ve subiendo a un coche».
Con su historia, Yulie sólo pide que el mundo les apoye en su lucha por rescatar a los rehenes y traerlos devuelta sanos y salvos. «Mi madre está muy enferma, necesita medicinas», lamenta. «Echo de menos a mis padres, quiero abrazarlos, no hicieron nada para merecer esto», repite una y otra vez, con la esperanza de que sus palabras sirvan para remover la conciencia del resto del mundo.
Merav Mor Raviv y Maayan Sigal-Koren cuentan la misma terrible historia. Maayan tiene a varios miembros de su familia retenidos en Gaza, entre ellos su madre, cinco tíos y varios primos. La joven cuenta que fue el Ejército de Israel quien les informó de que su familia había sido secuestrada por Hamás. «Mi madre –natural de Argentina– siempre me contó que tomó la decisión de venir a Israel porque era el lugar más seguro para los judíos. Ahora, ya no es seguro –se emociona– Ya no puede volver a su casa».
El testimonio de Merav, desgraciadamente, sigue esta línea. Su hermano, su sobrino y la esposa de su hermano fueron secuestrados en el kibutz Nahal Oz. Israel vive de luto desde el pasado 7 de octubre. Los familiares de los secuestrados solo piden que sus seres queridos vuelvan a casa. La historia de estas cuatro mujeres es la historia de cientos de familias israelíes, que viven cada día con la esperanza de poder volver a abrazar a sus madres, padres, abuelos, tíos... Pero son conscientes de que el tiempo juego en su contra y por eso están decididos a hacer ver al mundo el horror que se vivió ese 7-0.