La ruptura sentimental de Meloni empieza a tener consecuencias políticas
Se deterioran las relaciones entre Fratelli d’Italia, el partido de la Presidenta, y Forza Italia, vinculado a la familia Berlusconi, que controla el canal televisivo en el que trabaja Andrea Giambruno
Las encuestas electorales italianas, aún sin proyectar unas cifras espectaculares, son buenas para Giorgia Meloni y su Gobierno un año después de la toma de posesión. Incluso, por ceñirse a actualidad más inmediata, la sonada ruptura de la presidenta del Consejo de ministros con el presentador televisivo Andrea Giambruno, padre de su hija Ginevra, no incide en su popularidad. También, gracias al programa Piazzapulita: se ha sabido que el 63 % de los encuestados juzga «positivamente» el comportamiento de Meloni a raíz de las revelaciones de Striscia la notizia hasta hace unos días copresentado por Giambruno, mientras que su ya excompañero sentimental es crucificado por los encuestados.
Sin embargo, hay nervios en el Gobierno. Meloni, que creyó zanjar el asunto tomando la delantera, está incómoda. El 22 de octubre, abandonó un mitin de su partido Fratelli d’Italia, pensado para celebrar los primeros 365 días en el Palacio Chigi –la Moncloa italiana– y que había preparado con esmero. Casi simultáneamente, emitió un vídeo en el que se retrata a sí misma como el «enemigo a abatir», afirma orgullosa que ha «caminado con la cabeza bien alta», se retrata a sí misma como asediada y obliga a preguntarse quiénes son esos «mezquinos» que, para perjudicar al Gobierno, «se revuelcan en el barro». Oficialmente, Meloni centra sus esfuerzos en la preparación de los Presupuestos de 2024.
La realidad es que diez días después de que estallase el culebrón, cuyo telón de fondo fueron los comentarios sexistas y bastos realizados por Giambruno, sigue siendo la comidilla de las altas instancias italianas. «Arriva roba piú grossa», hay cosas más fuertes en camino, se atreve a señalar un importante ministro, o ministra, a Il Corriere Della Sera. No ha querido explayarse más.
Lo que sí se sabe, en cambio, es que desde el entorno de la presidenta del Consejo de ministros se empieza a apuntar a Mediaset, el conglomerado mediático propiedad de la familia Berlusconi y que emite Striscia la noticia, cuya presentación ha abandonado Giambruno, si bien seguirá asumiendo su «coordinación redaccional». En Fratelli se preguntan por qué las grabaciones, que fueron realizadas hace meses, han salido justo ahora, con motivo del primer aniversario del Gobierno. Uno de sus diputados, Federico Mollicone, llega incluso a hablar de dossieraggio, el término en la jerga política italiana que designa la desestabilización a través de documentos comprometedores.
Los partidarios de esta tesis sostienen que, aunque desde la muerte hace 5 meses de Silvio Berlusconi, la dinámica de Mediaset es estrictamente empresarial, el conglomerado sigue estrechamente vinculado a Forza Italia, el partido fundado en 1994 por Il Cavaliere y socio menor pero decisivo de la coalición encabezada por Meloni. Los hijos mayores del difunto magnate, Marina y Piersilvio, poco propensos a terciar en polémicas mediáticas, se han apresurado a manifestar su apoyo personal a Meloni y a desmentir cualquier maniobra pergeñada por la dirección del grupo en el estallido del escándalo.
Sin convencer a Fratelli: en los mentideros políticos de Roma ya se especula con una venganza que podría materializarse mediante el aplazamiento de un decreto energético respaldado por Forza Italia o a través de un «empujón» en lo tocante a los ingresos publicitarios de la Rai, la televisión pública italiana, a modo de advertencia al sector privado en general y a Mediaset en particular.