Oriente Medio
El Líbano contiene el aliento ante las primeras palabras del líder de Hezbolá sobre la guerra en Gaza
El Líbano aguarda hoy, impaciente, el discurso del líder de Hezbolá –milicia chií libanesa–, Hasan Nasralah. El todopoderoso secretario general se ha mantenido en silencio desde el inicio de la guerra entre Hamás e Israel, a pesar de que Hezbolá protagoniza, desde entonces, un conflicto de «baja intensidad» con el país hebreo, como gesto de apoyo a la organización terrorista palestina.
Tras 27 días de completo mutismo, Nasralah se dirigirá a la nación para esclarecer el papel del Líbano, pero ante todo y más importante, la posición de Hezbolá en la guerra que se libra en la Franja de Gaza, tras los atentados de Hamás contra territorio israelí, el pasado 7 de octubre, que acabaron con la vida de 1.400 civiles y más de doscientos rehenes. Un día después, el Gobierno de Israel, liderado por Benjamin Netanyahu, declaró la guerra a la milicia palestina.
El Ejército israelí se ha cebado con la Franja de Gaza, donde, según asegura Israel, atacan puestos de mandos y localizaciones de Hamás. Pero las imágenes de miles de civiles palestinos llorando, gritando y muriendo bajos los escombros –más de 9.000, según el Ministerio de Salud del enclave– han provocado un tsunami de condenas internacionales, sobre todo, en el mundo árabe. El Líbano, sin embargo, ha jugado un papel fundamental desde el inicio de este nuevo estallido de violencia.
Desde el pasado 7 de octubre, los enfrentamientos entre Hezbolá y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se producen de manera continua a lo largo de la denominada línea azul o blue line, una línea de demarcación delimitada por Naciones Unidas y que separa Israel y el Líbano. El sur del país mediterráneo siempre ha sido un polvorín en la región, con un conflicto sin resolver y que resurge ante cualquier chispa. Nuevamente, la línea azul es escenario de fuego cruzado entre la milicia chií y las fuerzas israelíes.
Sin embargo, y aunque Hezbolá ha perdido un alto número de milicianos –más de cincuenta–, la escalada de violencia se considera aún un conflicto de «baja intensidad». Un eufemismo para no llegar a usar el término «guerra», que evoca, en la memoria de los libaneses, el conflicto de 2006, cuando Israel invadió el sur del país mediterráneo e impuso un férreo bloqueo aéreo y naval. Ante este escenario, es destacable que el secretario general de la milicia chií libanesa no se haya pronunciado aún sobre la guerra que libra Israel contra Hamás.
Nasralah se dejó ver, el pasado mes de octubre, manteniendo un encuentro con los líderes de Hamás y la Yihad Islámica. La imagen de los tres representantes del denominado «eje del mal» –que incluye también a Irán– puso negro sobre blanco que, efectivamente, Hezbolá mantiene una comunicación fluida con ambas facciones palestinas. Aún más clarificador, es que además de los tres líderes presentes en la sala, la sala de reuniones estaba decorada con las fotografías de los dos ayatolás de Irán, Ruhollah Jomeini y Alí Jamenei.
Tras este encuentro, del que no trascendió ningún detalle, Nasralah, divido entre aquellos que desean una mayor implicación en el conflicto entre Hamás e Israel y aquellos que optan por que los ataques en el sur del Líbano sigan siendo limitados, revelará este viernes el destino del país del cedro. Hezbolá ha intensificado esta última semana los ataques contra el Estado judío, llegando a atacar un edificio residencial del asentamiento de Shmon, provocando que el Ejército de Israel tenga que combatir en varios frentes a la vez.