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MontecassinoHermann Tertsch

No hay normalidad bajo el crimen

La «amnistía para criminales amigos» de Sánchez es un crimen en sí y un golpe de Estado que deslegitima al régimen democrático, a su justicia, a sus fuerzas de seguridad, sus cuarenta años de legalidad y hasta al Rey

Hay gente a la que le gusta dar disgustos. Incluso gratuitos. No es mi caso. Me gusta evitarlos. Por eso lamento que la embajadora de España en Costa Rica, Eva Martínez, que muy amablemente me había invitado el jueves a cenar con un grupo numeroso de parlamentarios costarricenses tuviera que sufrir con un inesperado trastorno en la espléndida residencia de nuestra embajada en San José. Lo primero que hice fue agradecer a la embajadora su invitación que, con impecable profesionalidad de una diplomática de carrera como ella, mantuvo aunque los otros dos eurodiputados españoles invitados, del PP, Antonio López Istúriz y PSOE, Ignacio Sánchez Amor, que le son sin duda más afines que este de Vox, se habían vuelto a España antes. Y me dejaban como único parlamentario español con los costarricenses que había llamado a su mesa para esta ocasión.

Pero después de la gratitud personal tuve que exponer que mi conciencia, mi responsabilidad y mi deber como español me obligaban a abandonar la cena de la residencia sin empezarla. Porque me impiden cualquier atisbo de normalidad institucional a la vista de la gravedad de los acontecimientos en España. No hay normalidad cuando se asiste a un crimen. Y pretender normalidad mientras se producen las afrentas, los abusos y los delitos de este poder socialista ha sido uno de los mecanismos más eficaces de este gobierno como del de Zapatero de adormecer a toda la sociedad con alfalfa informativa, mentiras y bajas pasiones mientras ellos daban uno tras otro los pasos para la destrucción y el saqueo.

La «amnistía para criminales amigos» de Pedro Sánchez es un crimen en sí y un golpe de Estado que deslegitima al régimen democrático, a su justicia, a sus fuerzas de seguridad, sus cuarenta años de legalidad y hasta al Rey Felipe VI. En sentido estricto deslegitima también a Pedro Sánchez, su llegada al poder y las elecciones anteriores y posteriores. Aunque este ya no necesita deslegitimación alguna ya que en cuanto apruebe la amnistía será tan criminal como Puigdemont y un auténtico usurpador de un poder que será ilegal.

Dada esta situación de pesadilla, con nuestras instituciones españolas en manos de individuos con los mismos escrúpulos democráticos que Hamás, el disgusto de la embajadora que quiera o no fue nombrada y está a las órdenes del indigno y usurpador que es el actual jefe de gobierno en funciones, era absolutamente necesario. Por impecable, insisto, que fueran actitud y conducta de la embajadora, que lo fueron. Había pensado excusarme sin más telefónicamente. Pero por deferencia a los magníficos y dedicados parlamentarios costarricenses decidí que acudiría para darles la explicación que merecían. Y la explicación era necesaria porque ni siquiera los miembros de la Comisión de exteriores allí presentes, entre ellos su presidente, saben de la gravedad de la evolución o degradación española.

Y en la residencia nada más llegar les dije a los parlamentarios que no puede simularse normalidad cuando en España el gobierno está destruyendo todos los fundamentos de la legalidad, la seguridad y la convivencia. Les expliqué allí, en presencia de la embajadora, que la Asociación Profesional de la Magistratura, la mayor asociación de jueces de España sentencia que la amnistía para criminales catalanes es el fin del Estado de Derecho en España. Y que ocho miembros del Consejo General del Poder Judicial, lo que va quedando de miembros del aparato de justicia no comprados, intimidados o chantajeados por el poder del gobierno Sánchez, han dicho lo mismo. Porque la deslegitimación del régimen democrático y la legitimación del golpismo criminal y anticonstitucional constituye el mayor atentado contra la nación española y su democracia. Dije que un español demócrata y patriota no puede aceptar hoy normalidad en nada relacionado con el gobierno ya tan ilegítimo como ilegal de Pedro Sánchez.

Si la embajadora vivió como un disgusto que yo convirtiera durante unos minutos largos la residencia de la embajada en una tribuna para muchas verdades sobre un gobierno delincuente, puede consolarse con que el disgusto profundo, la angustia, la rabia y el miedo son hoy los sentimientos que predominan entre los españoles que se ven en manos de criminales prófugos en Waterloo y otros bien instalados en la Moncloa. Yo animo a todos los españoles a no dar un día de apariencia de normalidad a este gobierno usurpador si llega a constituirse. Todos debemos jugar nuestro papel, grande o pequeño, nuestra labor y nuestro deber para restablecer la legalidad, la unidad, la constitucionalidad y la democracia en España.