Entrevista con el sacerdote cubano Alberto Reyes Pías
«Fidel Castro supo tejer muy bien la red de mentiras que condujeron al control de nuestro pueblo»
Risueño, siempre presto a responder, aguerrido, fue uno de los sacerdotes que el 11 de julio del 2021 intentó salir a las calles a proteger a los manifestantes
El padre Alberto Reyes Pías nació en Florida, Camagüey, Cuba. Estudió tres años de Medicina en Cuba antes de entrar al Seminario; después estudió Psicología Clínica en Madrid. En la actualidad es el párroco en Esmeralda, Camagüey.
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«Me duele sentir que estamos presos en una isla de la que muchos se han olvidado»
Lo entrevisté en una ocasión en mi canal de YouTube y pese a la distancia, él en Cuba yo en Europa, sentí una inmensa cercanía mediante su claro discurso. De una capacidad de análisis serena, cada semana publica sus escritos que van directo al pensamiento, al corazón, con la intención de revelar la verdad, de que por fin alguien se compadezca y nos crea.
Risueño, siempre presto a responder, aguerrido, fue uno de los sacerdotes que el 15N del 2021 intentó salir a las calles con la intención de proteger a los manifestantes en la isla en contra del régimen. No pudo como no pudo nadie, se lo impidieron las hordas castristas, desde la azotea del arzobispado de Camagüey donde se hallaba vio como rodeaban al obispado. Luego hubo otro acto de repudio el 16 de noviembre en su parroquia, desde donde envió un mensaje compasivo y firme al mundo.
Los que hemos vivido dentro de la iglesia en Cuba sabemos lo que arriesga un sacerdote cubano que decide con la verdad enfrentar al espanto. Sé que en Cuba tengo muchos hermanos, el padre Reyes Pías es uno de ellos, como en otros tiempos lo fue el padre Miguel Ángel Loredo, que en su gloria esté.
–En uno de sus últimos escritos señala: «Confieso que llevo tiempo viviendo de una esperanza por decreto. Cuando miro mi realidad cubana con ojos puramente humanos, tengo la impresión de que aquí nunca habrá un cambio...». ¿Esa fe es en Dios o en los cubanos?
–Ciertamente es fe en Dios y es fe en mi pueblo. Los procesos sociales son lentos y aunque creo que nos falta mucho por aprender en la defensa de nuestros derechos, también es cierto que nuestro pueblo va mostrando cada vez más signos de osadía.
Cada vez hay más personas que son capaces de decir lo que piensan y lo que sienten, tanto en público como en las redes sociales, cada vez hay más personas que se plantan ante la injusticia o se atreven a reaccionar con la verdad en las reuniones y abandonan el rol pasivo del que escucha y asiente a sabiendas de que se le está mintiendo o se le está tratando como un tonto. Y cada vez más la iniciativa privada avanza. Son signos de esperanza en un pueblo que quiere ir tomando las riendas de su propia historia.
–Los cubanos han ido haciendo como un «aliá», retorno en hebreo, a Cristo, ¿cree que es un trabajo interior de ellos, o piensa que la iglesia ha tocado almas, o tal vez por pura necesidad humana?
–Yo creo que el regreso del cubano a Dios es multifactorial. Es cierto que la Iglesia, a todo nivel, no ha dejado de hacer su labor evangelizadora, y ha sabido predicar, como diría San Pablo: a tiempo y a destiempo.
Por otra parte, creo que hay mucha gente que busca sinceramente un sentido a su vida y quiere hacerlo desde Dios, desde el espíritu. Y también está el que se acerca a la Iglesia por necesidad o por desesperación, porque siente que es uno de los pocos lugares donde puede librarse del hastío y de la asfixia social.
Luego llegará el momento en el que se definirán las intenciones, pero también es cierto que Dios se vale de todo para tocar el alma humana.
–Siempre nos recuerda en sus textos «el momento de Dios» ¿Por qué cree que los cubanos hemos tenido que esperar tanto? ¿O es que nos merecemos la espera?
–Yo diría que esta es la gran pregunta y la respuesta no es fácil. No podemos culpar a Dios del comunismo en Cuba, porque Dios respeta la libertad humana, y nosotros somos en parte responsables de lo que ha ocurrido en nuestra tierra. Es cierto que Fidel Castro y su equipo supieron tejer muy bien la red de mentiras que condujeron al control de nuestro pueblo, y supieron sembrar en los tuétanos un terror que perdura hasta hoy.
No podemos culpar a Dios del comunismo en Cuba
Es verdad que cuando nos dimos cuenta ya todas las salidas estaban cerradas, pero también es cierto que en gran medida les hemos hecho el juego y hemos preferido fingir aprobación a defender la verdad de nuestras conciencias, hemos preferido escapar, o recostarnos plácidamente en la reconfortante idea de que un día alguien hará algo y nosotros pasaremos serenamente de la dictadura a la libertad.
Dios no permite nunca nada de lo cual no pueda sacar una bendición
Otra cosa es que Dios siempre escribe derecho en renglones torcidos y que Dios no permite nunca nada de lo cual no pueda sacar una bendición. No me atrevo a decir que Dios quería el comunismo para Cuba, pero sí permitió que llegara, entonces estoy seguro que algo bueno saldrá de todo esto, algo muy bueno, dado el coste en sufrimiento que ha pagado y está pagando nuestro pueblo. Pase lo que pase, esta Revolución ha marcado ya un antes y un después, y nunca volveremos a ser el pueblo de antes del 59.
Creo que este proceso nos ha despertado, nos ha hecho menos ingenuos y nos ha permitido tomar conciencia de que somos un pueblo muy capaz, tanto para el bien como para el mal. Quiero creer que cuando Cuba recupere su libertad y desterremos el falso misticismo de la izquierda, seremos una nación capaz de volcar todas nuestras energías en la búsqueda del bien, tanto propio como ajeno, y dejaremos para siempre de ser el eje del mal para tantos procesos turbios.
Tal vez lo necesitábamos, para aprender el valor de la libertad, de la justicia, de la democracia
No me atrevo a afirmar que nos merecíamos este sistema, pero tal vez lo necesitábamos, para aprender el valor de la libertad, de la justicia, de la democracia, y para aprender la necesidad de la verdadera solidaridad.
– Usted sabe cuánto significa la espiritualidad para los jóvenes de hoy, en esa Cuba tan desasida, ¿Cómo asirla desde la verdad?
–La espiritualidad es el reto de dejar a Dios entrar en la propia vida, es asumir el vértigo de darle a Dios las riendas y decirle: Aquí estoy, para hacer tu voluntad. Es aprender a contar con Dios en todo lo que decide nuestra vida. Y esto sólo puede venir de una decisión interior, de la decisión de hacer de Dios la propia verdad.
Cuando dejamos a Dios marcar el ritmo de nuestra vida, el resultado no puede ser otro que la libertad
Cuando dejamos a Dios marcar el ritmo de nuestra vida, el resultado no puede ser otro que la libertad, esa libertad que se hace inmune a las amenazas y a las manipulaciones, esa libertad que puede sentir miedo, pero que ya no se deja secuestrar por el miedo. Es la experiencia de Jesús ante la cruz, el hombre sufriente y a la vez libre, sereno, pleno.
–En un texto señala: «Nada toca tanto un alma como un rostro. Yo vivo rodeado de rostros, rostros que hablan, que gimen, que gritan». ¿Cómo es el rostro de Cuba hoy?
–El rostro de nuestra Cuba es un collage. Es un rostro sufrido y capaz de sonreír, es un rostro que mezcla el agobio de la supervivencia y la renuncia a rendirse, es un rostro de incertidumbre y esperanza. Pero, sobre todo, es un rostro que cree en el amanecer y que, día a día, atisba el horizonte en una espera infinita pero inquebrantable, porque sabe, está seguro, que la noche no será eterna.
–El régimen castrista lleva décadas inmerso en el antisemitismo y promoviendo el terrorismo internacional. ¿Qué mensaje tiene para el pueblo de Israel?
–He estado en Israel, tengo rostros en Israel y es un pueblo al cual quiero y admiro. Los actos terroristas de que ha sido objeto son inaceptables, bajo todo punto de vista. Esto, sin embargo, no me impide decir que Israel también necesita hacer su examen de conciencia.
La historia ha decretado que ese pedazo de planeta que llamamos Tierra Santa tiene propiedad compartida
El conflicto entre Israel y Palestina no es un conflicto lineal, hecho entre víctimas y victimarios. La historia es como es, no como quisiéramos que fuera y la historia ha decretado que ese pedazo de planeta que llamamos Tierra Santa tiene propiedad compartida.
Soy partidario de que Israel tenga lo que ellos llamaron en sus inicios un 'hogar nacional judío', y que tienen derecho a volver a la tierra de sus antepasados, pero de igual modo, durante siglos, miles de palestinos han nacido, han trabajado, han amado esa tierra, y han muerto sintiéndola suya.
Mientras Israel y Palestina no tengan como horizonte un 'nosotros', sólo lograrán una tierra donde reinará el odio enarbolado, paradójicamente, en el nombre del Dios que nos hizo para convivir como hermanos.