Por qué a Wilders se le multiplican los obstáculos en su carrera hacia el poder en Países Bajos
Los liberales amenazan su investidura al negarse a participar en su hipotético Gobierno: él reacciona apelando a la opinión pública
Geert Wilders pretendía, en contra de los antecedentes más inmediatos de la vida política neerlandesa, formar Gobierno en un plazo de tres semanas. Ha tenido que renunciar a este primer objetivo. El motivo inmediato ha sido la inevitable dimisión del mediador que había propuesto para entablar conversaciones con el resto de las formaciones, el senador y compañero de partido Gom Van Strien, tras descubrirse que su implicación en un caso de fraude laboral.
La situación se complicó a raíz de la decisión de la líder Dilan Yeşilgöz-Zegerius, la candidata del Partido Popular por la Democracia (Vld, liberal) y heredera del primer ministro saliente Mark Rütte, de rechazar formar parte de un Gobierno encabezado por Wilders, en contra de lo que había dado a entender durante la campaña electoral.
Los 27 escaños del Vld eran –y siguen siendo– claves de cara a la configuración de una coalición gubernamental de centro derecha. Con todo, Yeşilgöz-Zegerius y los suyos aceptarían apoyar puntualmente a Wilders, si este lograra acceder al cargo de primer ministro.
Esta opción de apoyo sin participación encierra una peligrosa trampa para el líder populista, al hacer depender la duración de su permanencia en Het Torretje –sede del Gobierno de los Países Bajos– de la (cuasi) exclusiva voluntad de los liberales. El bandazo de Yeşilgöz-Zegerius tampoco ha gustado a otra pieza clave de la hipotética coalición, Pieter Omtzigt, presidente del Nuevo Contrato Social (Nsc) y verso suelto del tablero político, que lo ha hecho saber de forma sonora en una entrevista al De Volkskrant.
Mas este apoyo no saca a Wilders del inesperado atolladero en el que se encuentra. La aritmética por la que apostaba parecía bien encaminada: la suma de los escaños del Partido por la Libertad (Pvv, que preside), de los obtenidos respectivamente por el Vld, el Nsc y el Movimiento Campesino Ciudadano (Bbb) le garantizaba una cómoda mayoría de 88 escaños, doce por encima de los necesarios para ser investido primer ministro por la Cámara de Representantes. En este caso, podría prescindir, en teoría, de los siete aportados por el Bbb. Este último partido, sin embargo, es mayoritario en el Senado, por lo que su concurso fortalecería a la coalición que aspira a presidir.
Wilders es el primero en saber que esta hipótesis está, hoy en día, en el aire. Por eso ha decidido reaccionar. En primer lugar, presionando al Vld: ha blandido una encuesta según la cual el 65 % de los interrogados piden que se constituya la coalición que él desea. Después, ha logrado que el resto de los partidos haya aceptado al nuevo mediador que ha propuesto, Ronald Plasterk, un exministro socialdemócrata de espíritu original. Por último, ha aceptado introducir matices en el programa que le llevó a ganar las últimas elecciones.
El problema es que sus principales propuestas serían inaplicables en la Unión Europea, empezando por el referéndum de salida al estilo británico que quiere organizar. O el restablecimiento de un control puro y duro de entradas y salidas en un país que comparte 577 kilómetros de fronteras con Alemania y 451 con Bélgica. ¿Podría Wilders convertirse en primer ministro sin traicionarse a sí mismo y a sus votantes?