Los ciudadanos árabes de Israel también fueron víctimas de Hamás en los ataques del 7 de octubre
Entre los árabes israelíes hubo víctimas mortales y secuestrados tanto civiles como miembros de las fuerzas de seguridad
La masacre cometida el 7 de octubre por Hamás en el sur de Israel dejó en claro no sólo la locura extremista del terrorismo, sino también la singularidad de la sociedad israelí, en la que todos los ciudadanos del Estado judío, sean miembros de la mayoría judía o de la minoría árabe, comparten en gran medida un mismo destino.
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Así como los cohetes disparados desde Gaza o desde territorio libanés no distinguen entre unos y otros cuando están en camino a impactar en comunidades civiles, así como las alarmas suenan en ciudades y pueblos judíos y también en árabes, el asalto terrorista de Hamás hace algo más de dos meses no salteó a los árabes.
En la matanza fueron asesinados 24 ciudadanos árabes israelíes, en su mayoría beduinos musulmanes, 163 resultaron heridos y 7 fueron secuestrados y llevados a Gaza. Todos ellos son parte del cómputo general de más de 1.200 muertos, más de 10.000 heridos y en su momento más de 250 secuestrados, de los que aún quedan en Gaza 137, entre ellos 4 árabes.
«No hay ninguna duda que sabían que eran musulmanes e igual se los llevaron», dijo a El Debate Ali Zaiadne, beduino musulmán de la ciudad sureña de Rahat, al contar sobre su hermano Yusuf y sus tres sobrinos Hamza, Bilal y Aisha que habían sido secuestrados.
Trabajaban en la granja del kibutz Holit cuando los terroristas irrumpieron en el lugar para matar y secuestrar. Zaidane enseña una foto de Aisha, una joven de rasgos suaves y delicados, con la cabeza cubierta con el hijab musulmán, como es propio de una mujer respetuosa del islam. Así la vieron indudablemente los terroristas. Y así se la llevaron.
Aisha (17 años) y Bilal (18 años) ya han vuelto a casa, en el marco de una de las tandas de liberación, pero su hermano mayor y su padre quedaron en Gaza.
Entre los árabes israelíes hubo víctimas mortales y secuestrados tanto civiles como miembros de las fuerzas de seguridad.
Se ha contado repetidamente del caso heroico de uno de los soldados que dado que habla árabe como idioma materno y aprovechando que no vestía uniforme porque el ataque fue muy temprano a la mañana, logró matar a varios terroristas al hacerse pasar por uno de ellos, llamarlos en árabe como si estuviera conduciéndolos hacia el escondite de unos soldados y allí los eliminó.
Las historias de heroísmo y horror se entremezclaron continuamente en ese fatídico sábado 7 de octubre, y fueron protagonizadas también por árabes israelíes.
Yusuf, pariente del ya mencionado Ali Zaiadne, salvó decenas de personas en uno de los peores escenarios del horror, el festival de música Nova junto al kibutz Reim.
Se hallaba en el lugar, al parecer habiendo llevado gente en su automóvil, y cuando empezaron los disparos de los terroristas, bajo fuego, recogió a jóvenes que huían y los alejó del peligro. Así fue y volvió varias veces. «No podía dejar de hacerlo, había que salvar vidas», declaró después.
Hamid Abu Arad de la ciudad beduina de Rahat vivió una tragedia personal, pasó momentos de horror y salvó vidas.
Él podía entender perfectamente lo que hablaban. Logró salir y alertar a los soldados, salvándolos a todos.
«Aquí estamos todos juntos y después de la tragedia que vivimos, debemos entender que hay que sobreponerse a los problemas y enfrentar juntos los desafíos, para poder vivir», aseguró.
También varios miembros de la familia Al Krinawi salvaron gente de la fiesta Nova. Y Suleiman Shalibi organizó a 600 voluntarios beduinos de la zona para rescatar heridos del terreno.
Fuad y Laila Talake lloran por su hijo Samer secuestrado junto al kibutz Nir Am. Su madre lo llama en las noches y no sabe si volverá a verlo.
Cada historia es un mundo
El teniente coronel Mundar Swidan, miembro de la minoría drusa que se enrola por ley al Ejército al servicio obligatorio –tal cual pidió el liderazgo de la comunidad en los primeros años del Estado– logró alejar con sus soldados a numerosos terroristas. «Impidió la ocupación del campamento militar de Reím», cuentan otros soldados.
Hamid cuenta que va todos los días a la tumba de su esposa. Tiene 10 hijos en su casa, le promete, aunque ella no le puede contestar, que se sobrepondrá, pero no está seguro cómo logrará hacerlo.
«Este horror que hemos vivido nos recuerda que aquí estamos todos juntos y que debemos proteger juntos al país, como un solo cuerpo, para poder vivir».