¿Qué diablos les pasa a los líderes de Colombia?
Después de la destrucción del sistema de salud, el golpe más dramático de las reformas que plantea el gobierno mentiroso del cambio es el que atenta contra la seguridad ciudadana
Será preguntarle a la Virgen qué es lo que no logran comprender los líderes institucionales, cuando el pueblo que ya no aguanta más el deterioro que sufre Colombia en todo sentido, y entendió qué es lo que le pasa a la nación al gritar libremente en los estadios «Fuera Petro».
¿Por qué les cuesta tanto trabajo a nuestros líderes sumarse al sabio clamor popular que pide: «Fuera Petro»? ¿Será cobardía, incompetencia, insensatez, irresponsabilidad o pura pernicia?
Dentro de la legalidad, unos trabajamos y otros viven del trabajo de los demás, eso es comprensible, siempre y cuando los primeros sean más, y lo que produce el país supere lo que se gastan los que lo manejan.
El problema empieza cuando no se respeta la ley, y se agrava más cuando el presidente y su gabinete son los que no entienden que están elegidos para servirle al pueblo en los términos en que se comprometieron al aceptar su mandato e ignoran que no pueden hacer lo que les dé la santa gana y que nadie debe estar por encima de la ley.
A Petro abiertamente lo tienen sin cuidado la Constitución y las leyes
Ya nos pasó con Santos cuando «convirtió todo lo ilegal en legal» acolitado por el parlamento y por las cortes en contra de la voluntad del constituyente primario. Ahora nos está pasando con Petro, a quien abiertamente lo tienen sin cuidado la Constitución y las leyes, pues por su formación subversiva, éstas siempre han sido ilegítimas, excepto a la hora de devengar del Estado.
Pero los problemas de la sociedad y de la buena convivencia, no son un tema de ricos y pobres, como nos los quieren hacer creer los vendedores de odios y resentimiento, de violencia, de falsa justicia social, de embustera igualdad, quienes dicen querer la «paz total» como por arte de magia, pero se niegan a entender que, sin cultura, no hay posibilidad de tener una convivencia civilizada.
Si no tenemos salud, no tenemos nada. Sin una buena salud se termina nuestra existencia como seres vivientes y el resto no interesa porque simplemente no existe. Sin un buen sistema de salud, una nación no puede prosperar y está condenada a una miserable realidad donde cada día la esperanza de poder sobrevivir es menor.
Después de la destrucción del sistema de salud, el golpe más dramático de las reformas que plantea el gobierno mentiroso del cambio es el que atenta contra la seguridad ciudadana. La paz total es la forma en que ahora disfrazan la impunidad a toda suerte de narcoterroristas y organizaciones criminales y delincuenciales.
Jamás podrá avanzar una nación libre y democrática bajo la amenaza terrorífica de un tribunal inquisitorio creado para silenciar y privar de la libertad
Nada bueno puede resultar de ese público concubinato entre cacos y quienes tienen la obligación de crear las leyes, administrarlas y velar por la justicia, desde el cual nace hoy la entrega física de fronteras y territorios, de la administración de justicia e imposición de «contribuciones», a diversas organizaciones criminales.
Entendamos que jamás podrá avanzar una nación libre y democrática bajo la amenaza terrorífica de un tribunal inquisitorio creado para silenciar y privar de la libertad al «Gran Colombiano» y toda aquello que le resulte ideológicamente incómodo al propósito de cambiar la historia para consolidar un régimen neocomunista en el poder.
Cómodos, mediocres y desentendidos parecen no querer comprender que, concediéndole impunidad y perdón a los violentos sólo se generan más abusos y más violencia social, y que aquí en este país el asunto simplemente es, la diferencia entre la dura realidad de los buenos que trabajan y cumplen sus obligaciones, y la descarada actitud de los malos que se unen o se pelean por el poder según convenga.
Ni el pobre es bueno, ni el rico es malo por definición. Eso resulta falso en cualquier galaxia del universo. Sin generación de riqueza e inversión privada no hay cómo hacer que la economía funcione y, como es lógico, también se arruina de inmediato la capacidad de inversión pública.
Para que haya inversión tiene que existir confianza, y para que se pueda confiar quienes toman las decisiones tienen que asegurarse de su asertividad, eficiencia, y que atiendan el interés general y el bien común de la nación. No es un asunto ideológico. Eso es falso. Un país sin confianza inversionista es como el carro sin gasolina, no prende, no arranca, no puede moverse y no va para ninguna parte.
Sin una economía sana, no se crean nuevos negocios, sin los cuales no se generan nuevos empleos, se quiebran las empresas, y entonces la gente no tiene cómo trabajar para generar ingresos
Entendamos que una cosa es reformar leyes para hacer el Estado más expedito, ganar eficiencias e incentivar e impulsar la velocidad económica, y otra es reformar para tener más de donde robar.
Sin una economía sana, no se crean nuevos negocios, sin los cuales no se generan nuevos empleos, se quiebran las empresas, y entonces la gente no tiene cómo trabajar para generar ingresos y tener con qué mercar, con qué pagar el arriendo, el agua, la movilidad, el gas, la energía, la ropa, la educación de los hijos, la vejez de los padres y mucho menos cómo ahorrar.
Si no hay ahorro porque el ingreso no alcanza, no podrá haber fondos de pensiones, y sin fondos de pensiones respaldados por una economía creciente, cada trabajador y cada jubilado que pierda su pensión solo tendrá la certidumbre de una vejez en la miseria absoluta.
Petro y los congresistas pasaron una reforma tributaria totalmente innecesaria que dejo a los pocos contribuyentes pelados y con pocas posibilidades de pago presente y futuro. Y, por otro lado, la orden del Presidente al Ministerio de Hacienda es volarse la regla fiscal para gastar más de lo que ingresa y de lo que puede financiar el Estado.
«Fuera Petro» gritan, pues el pueblo entendió que por la irresponsable administración del Estado y el torpe y paupérrimo manejo del erario, hoy la carestía es insostenible, se pararon todos los sectores económicos y se perdieron 12 puntos del PIB en 17 meses, se incrementó el déficit y la deuda pública, importar es más caro y exportar es mucho más complicado.
Con las medidas que atentan contra la salud, la empleabilidad, el bolsillo del contribuyente, la seguridad energética, la seguridad alimentaria y la seguridad jurídica de la propiedad privada, están destruyendo sistemáticamente los ingresos contributivos, y con las medidas que destruyen el gobierno corporativo de las empresas comerciales e industriales de la nación y las que envuelven un falso ambientalismo, destruyen los ingresos no contributivos del Estado.
Mientras el pueblo grita «Fuera Petro», no se sabe qué es lo que no entienden nuestros líderes, cuando el planteamiento del socialismo del siglo XXI y sus secuaces como mecanismo para destruir la institucionalidad constitucional democrática, es solo la careta con la cual ya unos pocos tiranos han llevado a la total destrucción a las sociedades de otras naciones hermanas.