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Gonzalo Rosillo Odriozola

Francia y su particular funambulismo diplomático para consolidar las relaciones con Marruecos y Argelia

En relaciones internacionales, por lo general, quien mucho abarca poco aprieta, Macron tiene algo menos de cuatro años para hallar la cuadratura del círculo

El presidente francés Emmanuel MacronAFP

Desde el advenimiento de la Quinta República, todos los presidentes de Francia se han enfrentado a un mismo rompecabezas que la historia reciente se inclina por confirmar como irresoluble: el equilibrio de las relaciones francesas con Marruecos y Argelia. Por ahora, parece que Emmanuel Macron no es una excepción, si bien su determinación y tenacidad son sin duda notables. A pesar de los numerosos desaciertos y contumerias, el presidente está decidido a dar con la fórmula que resuelva el eterno enigma francés en el Magreb durante su segundo quinquenio en el Elíseo.

Por un lado, las relaciones entre Francia y Marruecos atraviesan un momento especialmente delicado. Desde hace al menos dos años, Rabat viene mostrando su malestar ante los numerosos «desplantes» del Gobierno francés. Si bien desde París hacen oídos sordos y tildan las relaciones de «excepcionales», la realidad no sigue el dictado. En septiembre de 2021, Francia redujo la concesión de visados a ciudadanos marroquíes, algo que no fue bien recibido en el reino alauita y que dio lugar a la llamada «crisis de los visados». A pesar de los esfuerzos de la ministra de Exteriores francesa, Catherine Colonna, Rabat no daba su brazo a torcer y exigía la derogación de la medida. Finalmente, París acabó claudicando y levantó las restricciones el pasado noviembre.

En medio de las negociaciones por la cuestión de los visados, otro desencuentro con Rabat sobrevino al ejecutivo de Macron, aumentando aún más el distanciamiento y provocando la retirada del embajador de Marruecos en Francia. En enero, el Ejecutivo marroquí acusó a Paris de estar orquestando una campaña de desprestigio contra el Reino que condujo a una resolución crítica del Parlamento Europeo en relación con la situación de la libertad de expresión en el país. Aunque tras diez meses vacante la embajada de Marruecos en París vuelve a estar ocupada, Rabat no prevé una mejora sustancial de las relaciones en el futuro cercano, achacándolo a dos cuestiones clave: la negativa de Francia a seguir los pasos de España y reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, y el intento de acercamiento con Argelia.

La tarea demanda por tanto un funambulismo diplomático

En Argel la posición es diametralmente opuesta, y ven imposible tener una relación cordial con Francia si ésta se pliega a las demandas marroquíes. La tarea demanda por tanto un funambulismo diplomático de difícil ejecución y prácticamente imposible de mantener. Por su parte, las notables desavenencias con Argelia poco tienen que envidiar a las vividas con Marruecos. A comienzos de año, el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino acusó a Francia de «violar su soberanía nacional» al evitar que Amira Bouraoui, opositora del gobierno de Abdelmajdid Tebboune, fuera extraditada a Argelia. Como consecuencia, el presidente Tebboune llamó a «consultas» a su embajador en Francia, que regresó dos meses después. Además, la visita de Tebboune a Francia, planeada inicialmente para mayo, fue retrasada en varias ocasiones alegando distintos motivos, aunque bajo todos ellos subyaciera el alejamiento de posiciones en asuntos clave. Sin embargo, a pesar de la falta de cooperación en la lucha contra la inmigración ilegal, del acercamiento de Argelia a Rusia, o de las intervenciones argelinas en Francia durante los disturbios del pasado junio, Macron sigue dispuesto a mejorar las relaciones «cueste lo que cueste».

La situación interna en Francia tampoco favorece especialmente las ambiciones de Macron, quien recientemente ha tenido que lidiar con la propuesta de Los Republicanos para derogar el acuerdo de inmigración firmado con Argelia en 1968, que concede un estatuto especial a los argelinos en materia de circulación, residencia y empleo. Los partidos de derecha en la Asamblea acusan al presidente de tener una postura «blanda» con Argelia y en su lugar favorecen un mayor acercamiento con Marruecos. Finalmente, la votación celebrada el 7 de diciembre se saldó con victoria para el presidente con 151 votos en contra del texto y 114 a favor. Macron no ocultó su rechazo a la propuesta y recordó a los diputados que «no corresponde a la Asamblea Nacional decidir la política exterior de Francia». Por ahora el presidente francés ha evitado un nuevo obstáculo en su cortejo a Argel, aunque Los Republicanos, que controlan el Senado, no cejan en su empeño y continúan rechazando las propuestas del Gobierno además de exigir un referéndum en materia de inmigración.

Previsiblemente, el presidente francés continuará sus esfuerzos para mantener unas relaciones cordiales con dos países que tienen posiciones radicalmente opuestas y que abiertamente se califican uno a otro como rivales, aunque en relaciones internacionales, por lo general, quien mucho abarca poco aprieta. Macron tiene algo menos de cuatro años para hallar la cuadratura del círculo.