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José María Ballester Esquivias
José María Ballester Esquivias

A Macron se le atasca el mandato

El rechazo de la ley de inmigración es más que un contratiempo parlamentario: es una enmienda a la totalidad a toda su metodología política

Actualizada 04:30

El presidente francés Emmanuel Macron

El presidente francés Emmanuel MacronAFP

En même temps. Al mismo tiempo. Es la expresión talismán con la que Emmanuel Macron logró reventar las viejas fronteras ideológicas que anquilosaban el tablero político francés desde hacía décadas, y que fue el origen de su espectacular victoria presidencial de 2017, el hilo conductor de su prime mandato. Le permitió mantener cohesionada una abrumadora mayoría parlamentaria mediante la aprobación simultánea de medidas «de izquierdas» en el plano social y antropológico y de medidas «de derechas» en lo tocante al ámbito de las políticas económica y de mantenimiento del orden, asunto muy sensible en la opinión pública gala.

El en même temps permitió, por ejemplo, superar los tres meses largos de la crisis de los «chalecos amarillos» a finales de 2018 y principios de 2019; también permitió, de alguna manera, restablecer un frágil orden en los suburbios, tras las revueltas del pasado mes de julio mediante el despliegue de un espectacular dispositivo policial en todo el país, aunque sin excederse en el uso de los medios represivos. Un en même temps que, sobre todo, hizo posible la reelección de Macron en abril de 2022, si bien con mucha menos brillantez que cinco años antes: el decepcionante resultado obtenido, apenas dos meses después, por el partido macronista Renaissance en las elecciones legislativas que siguen, automáticamente, a las presidenciales: muy por debajo de la mayoría absoluta.

Fue la primera señal de aviso. El presidente no la quiso ver. Por eso, desde hace año y medio, su Gobierno (cada vez más) minoritario, encabezado por la exsocialista Élisabeth Borne, sobrevive a duras penas a golpe de «49.3», el artículo constitucional más conocido por los franceses de a pie, que faculta la adopción sin votación de un proyecto de ley, siempre que la oposición no presente una moción de censura en menos de 24 horas.

Borne ha hecho uso del 49.3 veinte veces desde julio de 2022 y se ha enfrentado, a lo largo del mismo periodo, a 27 mociones de censura, siendo esta última marca el récord de la V República. La última vez fue el pasado 1 de diciembre, para sacar adelante el proyecto de ley de financiación de la Seguridad Social. El en même temps ya estaba más que vapuleado.

Su acta de defunción llegó doce días más tarde, el 13 de diciembre, cuando una coalición circunstancial de todas las oposiciones parlamentarias tumbó, sin siquiera debatirlo, el proyecto de ley sobre inmigración. «Al negarse a reconocer que perdió las legislativas, [Macron] no ha intentado lo que hubiera sido lógico en una democracia, a saber, la ampliación de su mayoría a los 62 diputados de Los Republicanos», escribe en el último número de Le Point el veterano Franz-Olivier Giesbert, que además de haber dirigido el semanario en el que aún pública, también rigió los destinos de Le Figaro y Le Nouvel Observateur.

Los 62 escaños del centro derecha en el seno de una coalición gubernamental clásica hubieran aportado, sin lugar a duda, mucha estabilidad al segundo mandato de Macron. Pero desde el Elíseo se ha preferido desestabilizar –para terminar de rematarles– a Los Republicanos a base de fichajes individuales. Puro transfuguismo. Menos cuando interesaba al Gobierno buscar apoyos para un determinado proyecto de ley. Así ha ocurrido, inicialmente, con el de inmigración.

¿Por qué, entonces, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, tránsfuga de Los Republicanos, pacta con sus antiguo partido un texto en el Senado para luego permitir que la Comisión de Leyes de la Asamblea Nacional, dominada por los macronistas, lo vacíe de contenido? Ha sido la última aplicación, y muy torpe, del en même temps: el mandato de Macron está en entredicho antes de alcanzar su ecuador.

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