Fundado en 1910

La Iglesia de la Natividad, en la Plaza del Pesebre, en la ciudad bíblica de Belén, en la víspera de NavidadAFP

Belén vive una triste Navidad por la guerra en Gaza y sin visos de un nuevo alto el fuego

Es duro imaginar a esta ciudad bíblica apagada durante estos días, pero por decisión de la municipalidad no se instala el tradicional árbol gigantesco en la Plaza del Pesebre

Belén, la ciudad de la Natividad, no se viste este año de fiesta para recibir la Navidad. Por decisión de la municipalidad no se instala el tradicional árbol gigantesco en la Plaza del Pesebre ni en la explanada contigua a la Iglesia de Santa Catarina, no hay festivales, tampoco coros de villancicos cantando por las calles ni adornos de luces multicolores y muñecos de Papá Noel por doquier. Es que hay guerra entre Israel y la organización terrorista Hamas a raíz de la masacre del 7 de octubre en el sur del país hebreo, y eso afecta también en Cisjordania, donde está ubicada Belén.

Es que Belén vive principalmente del turismo y siempre que hay un evento que limita el movimiento de la gente –sea por el temor a llegar a una zona en conflicto, o por restricciones de seguridad o inclusive la pandemia de la COVID-19– se siente de inmediato en la ciudad.

«En el corazón seguimos sintiendo la Fe, porque aquí empezó todo, y celebraremos en familia, pero este año no se sentirá la Navidad en Belén como siempre, es una gran tristeza», confiesa a El Debate Elias Alarja, palestino cristiano de Belén, gerente de la Asociación de Hoteles de la ciudad. Cuenta que en Belén hay 75 hoteles con más de 5.000 habitaciones. «Suele haber un 85 % de reservas y a veces más en buenos tiempos. Teníamos todo reservado hasta Semana Santa, pero en cuanto estalló la guerra, numerosos grupos de peregrinos cancelaron. Para la Pascua todavía hay esperanza, pero no sabemos si no habrá cancelaciones».

Es duro imaginar a Belén apagada en Navidad, para quien la conoce de años anteriores llena de vida a esta altura del año. En realidad hace mucho, desde el fin de la pandemia, la situación era de gran movimiento de peregrinos. Eso hace funcionar las ruedas de la economía y da estabilidad. Ahora son muchas las familias con problemas económicos por esta situación. No se trata solamente de los hoteles, sino de los restaurantes y los numerosos negocios de recuerdos típicos cristianos, que no hay quien visite Belén sin llevarse alguno de vuelta a su país.

Elias Arja, además de su responsabilidad general en la industria hotelera de Belén, tiene su propio hotel, uno de los más grandes de la ciudad. «El Bethlehem hotel tiene 220 habitaciones», cuenta. «Los mayores tienen 250. Tengo numerosos empleados, más de 200, les pagué dos meses de salario y luego tuve que decirles que se fueran a casa y que les avisaré cuando podamos volver». El problema, explica, es que cuando todo vuelve a calmarse, es cuando allí se puede empezar a publicitar para atraer peregrinos y turistas.

Dentro de las iglesias, sin embargo, la Navidad no cambia. Los católicos se prepararon como siempre para la Misa de Gallo en la Iglesia de Santa Catarina contigua a la Basílica de la Natividad y los ortodoxos, que celebran el 7 de enero, ya hablan para sus plegarias. Cristianos locales visitarán sin duda la Basílica de la Natividad como siempre. Y las familias se reunirán, cenarán juntas y se desearán lo mejor, como suelen hacer. Pero fuera, el ambiente es otro.

La Iglesia de la Natividad, en la Plaza del Pesebre, en la ciudad bíblica de Belén, en la víspera de NavidadAFP

Indudablemente la guerra entre Israel y Hamás –o como suelen decir en Belén «la guerra en Gaza»– es un factor central que causa pesadumbre a todos. Pero no todos osan decir en público lo que cuentan y explican fuera del micrófono, y que deriva en gran medida del hecho que los cristianos, hace mucho tiempo, son una pequeña minoría en Belén.

Elias Zarina, cristiano y ciudadano israelí, cofundador de la Iniciativa de Jerusalén, en cuyo marco realiza proyectos de convivencia y programas destinados a empoderar a los cristianos que desean insertarse exitosamente en Israel, tiene mucho para comentar al respecto.

Él mismo nació en el barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén, estudió en el colegio Tali Takumi entre Belén y Bayt Jala y tiene aún familia en Belén. De hecho, nació como palestino, pero hoy se siente parte integral de Israel , explicando que ello es resultado de vivencias que tuvo en lo personal y que le enseñaron «la realidad de los cristianos en la sociedad palestina, donde nunca nos verán como iguales».

«No tengo dudas de que muchos cristianos, yo considero que la mayoría, saben bien dónde está el problema y culpan a Hamás de la situación actual, pero no se pueden permitir decirlo abiertamente», afirma a El Debate.

Al mismo tiempo, hay quienes recalcan que el cierre impuesto por Israel que impide libre movimiento entre Belén y Jerusalén, es un elemento central en la angustia actual y la sensación de encierro. Cabe señalar que en tiempos normales, antes de la guerra, el cierre no era como el actual. También ahora entran trabajadores palestinos a Israel y hay casos humanitarios especiales. Pero indudablemente las fronteras no están abiertas como antes y eso incide en el sentir general. Israel recalca que no tiene más remedio que imponer medidas de seguridad.

La Mezquita de Omar ibn al-Khattab y la escena en la Plaza del Pesebre frente a la Iglesia de la NatividadAFP

A Belén iban siempre en Navidad no sólo peregrinos llegados del exterior, sino también extranjeros que trabajan en Israel, muchos de ellos latinoamericanos católicos. Amparo, de Colombia, tenía claro que este año no iría a Belén, sino a la ciudad israelí de Nazaret, con dos amigas, también sudamericanas, que trabajan en Tel Aviv. «Tengo claro que este año no tendremos ambiente de fiesta en las calles, para nada. Estamos de luto por la masacre en Israel, no es momento para festejar. La esperanza es que las cosas cambien para bien», sostiene. «Una de mis compañeras comentó que estábamos tan bien... y Hamás arruinó todo asesinando a tanta gente», comenta. «Sé que también en Gaza, lamentablemente, ha muerto gente buena. Pero nada de esto habría sucedido si no hubieran masacrado en Israel».

En medio de la preocupación generalizada, que cada uno siente desde su lugar, Elias Alarja asegura no perder la esperanza. Aunque por un lado dice que lo que hizo Hamás «no está bien» y, por otro, condena el cierre israelí en torno a Belén, sostiene que «al final creo que se tendrá que llegar a un acuerdo, no sé cuál será exactamente, pero una solución negociada de paz que sea buena para todos». Respira hondo y agrega: «Amén».