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MontecassinoHermann Tertsch

El «Síndrome de Trastorno Mental por Trump»

Pretenden quitar a los norteamericanos el derecho a votar a quien parecen preferir cada vez más, supuestamente para salvarlos

Entramos en el año de las elecciones en Estados Unidos y ya está claro que volvemos de lleno a una pandemia de TDS, el «Trump Derangement Syndrom», que podríamos traducir como Síndrome de Trastorno Mental por Trump.

En Europa será tan delirante como en el propio escenario de la campaña electoral y se dirán todo tipo de extravagancias que se consideren necesarias para generar más rechazo hacia quien es, ¡vaya por Dios! de nuevo el favorito a ser candidato republicano, el señor Donald Trump.

La campaña de primarias empieza el 15 de enero con el Caucus de Iowa y concluye en un marzo con el supermartes el 5 de ese mes en que se elige candidato en la mayoría de los estados. Después ya, campaña pura hasta noviembre, con los candidatos que ganen.

Nadie sabe si se va a presentar Joe Biden aunque cada vez parece más probable que su partido decida mandarlo al retiro donde estaría ya hace tiempo, si no fuera un títere tan cómodo para los poderes reales tras esta presidencia cuyo más destacado representante sigue siendo Barack Obama.

Y nadie tiene garantías hoy de que finalmente vaya a ser Donald Trump el candidato republicano, a pesar de que en los sondeos saca una ventaja de más de 30 puntos al segundo y nadie ha perdido las primarias con los valores que tiene hoy Trump en dichas encuestas.

Pero ya vemos por todos los rincones mediáticos y políticos de Occidente que igual que el antisemitismo, esa otra enfermedad que ya tiene infectada a toda la izquierda, el síndrome TDS resurge con la misma o mayor virulencia que en 2016.

El Frankfurter Allgemeine, un diario alemán conservador serio y riguroso hasta que se hundió catastróficamente en la vulgaridad socialdemócrata durante la desastrosa era Angela Merkel, advertía ayer contra una dictadura de Trump. Otra vez.

Un diario que apenas se irrita cuando en España, un importante socio de Alemania, una banda de malhechores perpetra un golpe de Estado, se declara alarmado ante una dictadura de Trump en EE.UU.

Cuando Trump fue un presidente absolutamente respetuoso con la ley incluso en el último año en que la izquierda incendió las ciudades norteamericanas y causó decenas de muertos en una amplia operación de violencia urbana a partir del pretexto de una muerte de un delincuente drogadicto durante una operación policial.

La operación salió sin duda perfecta para los que en esos meses de brutal presión ambiental se dedicaron al «vote harvesting».

Es decir, a cosechar votos movilizados por el victimismo más falsario, pero colosalmente promovido por esa gran alianza de la izquierda, incluida la más extremista, racista y comunista, con las elites mediáticas, corporativas y financieras, todas ellas producto de las universidades en manos de los discípulos de la Escuela de Fráncfort, que al principio eran la Ivy League, pero hoy son prácticamente todas.

Quieren impedir al potencial dictador que llegue a la presidencia y la mejor forma parece ser impedir, a toda costa y por encima de todo, que los norteamericanos le voten.

Pero es que se dan todos los indicios de que el electorado cada vez está más decidido a votarlo, no solo en las primarias sino también en las presidenciales, solo hay que ver las encuestas en los estados que suelen ser decisivos.

En Nevada le saca Trump a Biden once puntos, en Georgia seis, en Arizona cinco, en Michigan cinco y hasta en Pennsylvania, en el estado de Biden, le saca Trump cuatro.

Ante esta situación, una izquierda aterrada ante la posibilidad de que Trump llegue al poder y la trate igual que ella ha tratado a los votantes de Trump durante estos cuatro años está dispuesta a todo.

Y todo es hacer imposible que se vote a Trump pretendiendo inhabilitarlo sin estar inhabilitado. Borrándolo de las listas electorales por su supuesta «insurrección» que es una acusación que ni ha sido juzgada ni mucho menos probada.

En dos estados, Clorado y Maine, se han permitido de momento la machada los políticos locales de inducir a jueces del estado a borrar a Trump de la lista de primarias. Por insurrecto. Sin mediar condena alguna.

Estamos ante una ofensiva de los mismos que celebraban y en gran parte financiaban los incendios y pogromos de las bandas terroristas de Black Lives Matter para impedir a los norteamericanos votar a Donald Trump.

Y pretenden que unos jueces amigos en su estado sean los que decidan quién se puede presentar a las elecciones y quién no. Y descalifican al que no les gusta con una acusación que no tienen que probar ante nadie.

Como en tantas otras democracias occidentales, asistimos a una ofensiva general del cinismo de una izquierda totalitaria aliada a los poderes de la administración y del globalismo, los amigos del Foro de Davos del señor Klaus Schwab que pretende que la salvación del mundo la dirigirán unos cuantos elegidos por los dioses en alianza con unos cuantos dictadores de verdad, véase Xi Jiping.

La administración norteamericana ya saboteó la presidencia de Trump desde la CIA, el FBI, el Departamento de Estado y el aparato en general. Ahora están en pánico porque pudiera funcionar la democracia y los norteamericanos decidan que Trump es el hombre que quieren como presidente.

Y quieren saltarse todas las leyes para impedir supuestamente las dictaduras de quienes las cumplen. Es de esperar que el Tribunal Supremo en EE.UU. acabe con esta broma siniestra. Pero ya no existen seguridades.

Como ahora pasa con Javier Milei, ni más ni menos. Un ridículo editorial de El País habla de la deriva autoritaria de Milei cuando el presidente argentino devuelve no solo libertad a los argentinos sino el respeto a la ley.

Y eso es lo que temen los que solo saben vivir de la arbitrariedad, como los izquierdistas en Colorado y Maine, como los ladrones kirchneristas en Argentina y como los malhechores de la amnistía ilegal, inconstitucional y golpista en España.