«A veces, no hay veces»
Mientras que en Venezuela, ahora más bien se consolida la unidad en torno a María Corina Machado, las movilizaciones cívicas se ponen a la vista de todo el mundo para demandar elecciones libres
Nicolás Maduro representa la figura del mismísimo timador. Sigue los pasos de su mentor, Hugo Chávez, que no vacilaba a la hora de prometer para luego no cumplir la palabra empeñada. Por eso la gente se muestra incrédula cuando se montan diálogos que siempre terminan sirviéndole suculentas tajadas al régimen chavomadurista, por lo tanto queda muy claro que la única manera de revertir esa tendencia de incumplimiento de los compromisos asumidos en las negociaciones, como la celebrada el pasado 17 de octubre en Barbados, es con la prevención de las garantías para asegurar que cada parte comprometida honre su palabra.
La tesis medular en torno a la cual giran esos diálogos, es que podamos celebrar elecciones libres en Venezuela, mecanismo que haría posible una transición pacífica, juicios justos y posibilidades ciertas de que se concrete, progresivamente, una reconciliación nacional. Esa es la manera como María Corina Machado bosqueja su visión de país para una post salida electoral, ella imagina una nación en donde todos cabemos para vivir en paz y posibilidades de llevar adelante nuestros sueños particulares.
Mientras que Maduro va ejecutando amputaciones en sus cuadros, rebanando las cabezas de sus más cercanos aliados en esa cofradía (Rafael Ramirez, Tareck AL Aissami, Elías Jagua, Miguel Rodríguez, Luisa Ortega, Nicman Evans) y ejerciendo un férreo control cupular que incomoda a los lideres de su partido, que más bien prefieren que se desaten esas amarras para poder ser ellos mismos los que seleccionen a los candidatos locales y regionales para futuras competiciones electorales y, además, zafarse del peso muerto que representa la degastada figura de Maduro y la de otros jerarcas del PSUV.
La tragedia que escarmientan millones de venezolanos no es la consecuencia de las cacareadas sanciones que aplican desde la Unión Europea o desde los Estados Unidos de Norteamérica. Son el producto del monumental robo de miles de millones de dólares, más la incapacidad e indolencia con que se conducen esos funcionarios ceñidos a planes fallidos en todos los ámbitos de la vida nacional. De allí que Maduro está consciente que no hay correlación entre sanciones y popularidad, hecho que viene siendo un drama existencial que lo convierte en un candidato inhabilitado por el repudio colectivo que incluye a los propios chavistas que se manifiestan contrarios a su figura.
Para describirlo de otra manera más precisa, Maduro no es líder de nada, no tiene respaldo del pueblo, por eso empuña la cachiporra para tratar de sostenerse en el poder «a tranca y barranca».
Esa desbordada represión basada en el autoritarismo que Maduro refleja en ese tenebroso ambiente de ingobernabilidad, se estrella contra un espíritu rupturista que apunta hacia un cambio político profundo. Es entonces cuando afloran las conjeturas de lideres de su partido que concluyen que su futuro pudiera estar en riesgo, si en esta hora aciaga Maduro anticipadamente lo liquida con la carga de su inmensa impopularidad.
Los reductos del chavismo no se quieren «suicidar en primavera». Ellos ven a Maduro dando tumbos, «disparando desde la cintura» sin atinar al blanco. Fue desacertada su táctica para tratar de impedir la realización de las primarias, después apelo a ese sainete bélico con la supuesta defensa del esequibo y ahora se refugia en las togas de unos magistrados sin legitimidad para imponer una inhabilitación arbitraria a la candidata seleccionada por millones de venezolanos, con el peregrino plan de medirse en elecciones en las que debatiría con su cara misma, viéndose en un espejo, que vendría a ser el ungido sustituto de María Corina.
Los resultados de esta estrafalaria puesta en escena de Maduro lo termina aislando adentro y afuera. La reacción de la comunidad internacional ha sido categórica y las fuerzas cívicas no se rinden ante semejante trastada. Maduro juega como el pirata del caribe, como el vivaracho tío tigre, como pícaro que cobra de contado en esas operaciones, pero luego no paga lo que le corresponde, según lo acordado en esas negociaciones. Esas andanzas propias de tahúres le acarrearan un altísimo costo en los escenarios internacionales.
Mientras que en Venezuela, ahora más bien se consolida la unidad en torno a María Corina, las movilizaciones cívicas se ponen a la vista de todo el mundo a través de las incontrolables redes sociales, los ciudadanos se concentran en asambleas populares celebradas con una euforia contagiosa e indetenible que nutre de fuerza espiritual a una candidata que está demostrando que su grito de lucha ¡hasta el final! es mucho más que un estribillo de ocasión.
La maniobra de vender la ilusión del candidato «sustituto» puede resultar un «tiro por la culata» para Maduro, o como el vuelo del boomerang sobre su mismísimo pescuezo, ya que quien pudiera terminar resultando sustituido es él, mientras que la candidatura de María Corina Machado se ancla cada día, con más fuerza espiritual, emoción y coraje, en el sentimiento de un pueblo que intuye que «a veces, no hay mas veces».
La ciudadanía tiene a cada quien ubicado en su lugar, plenamente identificados están los colaboradores del régimen que no logran cumplir el encargo de presentar fisuras en la acera de la oposición. No hay dudas en que esta es la coyuntura en la que los factores de la resistencia cívica están en mejores condiciones para derrotar esa dictadura, mientras que Maduro encaja una debilidad creciente inocultable.
Los problemas extracontinentales que acarrean la inmigración no se resolverán mientras Maduro no facilite una elección competitiva. Tampoco será posible retomar los proyectos de explotación de los recursos minerales, como los hidrocarburos, mientras en Venezuela no haya seguridad jurídica, estabilidad política y confianza para atraer inversiones sostenidas que impulsen la actividad para generar recursos energéticos.
En definitiva, Maduro no tiene una mejor opción que la de retornar al redil de una negociación en la que se anoten pautas garantistas que lo beneficien a él y a sus copartidarios. María Corina Machado es la mejor llamada a dar fe y confianza de que todos esos acuerdos los hará respetar y cumplir en la práctica, porque ella apuesta a la sobrevivencia del país que aspira conducir, mientras que Maduro juega irresponsablemente a la aniquilación hasta de sus propios compañeros de la revolución.