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El suegro del español Iván Illarraendi, el jefe de bomberos Dani Garcovich, en la vivienda donde fue asesinado Iván y su mujer Dafna a manos de Hamás el pasado 7 de octubre. Las labores de identificación se prolongaron cerca de un mes.

El suegro del español Iván Illarraendi, el jefe de bomberos Dani Garcovich, en la vivienda donde fue asesinadoDaniela Brik

Un brazalete, un diente y un hueso fueron claves para identificar al español asesinado por Hamás

Un mes tardaron las autoridades israelíes en certificar el fallecimiento de Iván Illarramendi y su esposa Loren Garcovich

Los restos del incendio, balas en las paredes, cables, ventanas y hierros retorcidos son el crudo testimonio del infierno en que se convirtió el idílico hogar de tejado a dos aguas en el que vivía el español Iván Illarramendi hasta el 7 de octubre. Nacido en Bilbao hace 46 años, fue asesinado junto a su esposa, Loren Garcovich, de nacionalidad chilena. Sus cuerpos reducidos a cenizas por terroristas de Hamás que asaltaron el kibutz Kisufim, situado a 1,5 kilómetros de la Franja de Gaza.

Un mes tardaron las autoridades israelíes en certificar su fallecimiento, después de que en un primer momento se informara de que habían sido capturados por la organización palestina, dada la ardua tarea de localizar sus restos completamente calcinados.

Pero lo que fue vital en los trabajos de localización de sus cenizas y su posterior identificación fueron un brazalete que llevaba el bilbaíno, un pirsin que adornaba la nariz de su esposa, un diente y el resto de un hueso semicalcinado del que a duras penas se pudo extraer ADN para su cotejamiento, reveló quien fuera suegro de Illarramendi, Dani Garcovich.

Precisamente, su experiencia al frente de la jefatura de Bomberos en la región perimetral de Gaza fue determinante. En las primeras inspecciones de la vivienda unifamilar de esta cooperativa rural, los diferentes equipos israelíes no encontraron nada.

«Todo empezó aquí en esta casa. Cuando empezaron todos los ataques ellos ingresaron en este lugar, que es el refugio y aquí estuvieron durante horas», explicó Garcovich durante un recorrido guiado a un grupo de periodistas en la vivienda incendiada.

La pareja estuvo en contacto con la familia hasta aproximadamente el mediodía y sus últimas señales de vida escritas en un chat fueron de auxilio con las que explicaban «están tratando de abrir las puertas, están rompiendo todo y disparando dentro, van a entrar al refugio. ¿Qué hacemos?, mandadnos ayuda por favor», añadió el suegro antes de reconocer que aquello, «me quedó grabado en el corazón».

Kibutz Kisufim (Israel) Interior de la vivienda del español Ivan Illarramendi, asesinado por Hamás el 7 de octubre y cuyo cuerpo junto al de su mujer Dafna Garcovich fue reducido a cenizas. Las labores de identificación se prolongaron cerca de un mes.

El suegro del español Iván Illarraendi, el jefe de bomberos Dani Garcovich, en la vivienda donde fue asesinado Iván
Daniela Brik

La muerte de su hija y su yerno y el estado de sus cuerpos reducidos por las llamas pesa aún más si cabe en este jefe de bomberos que no pudo hacer nada por salvarles: «Como padre, primeramente, y segundo como bombero, no pudimos hacer nada».

Y con una parsimonia asombrosa relata que en una casa aledaña situada a pocos metros mataron a un responsable de seguridad del kibutz, a otro, los terroristas arrojaron una granada y perdió las piernas, lo que le obligó a tomar la drástica decisión de no intervenir.

«Nosotros somos bomberos, estamos acostumbrados a combatir el fuego y no sabemos combatir contra extremistas o este tipos de actos de terrorismo, por lo tanto la orden que yo les di fue ingresar todos a los refugios y proteger a las familias», acotó.

Reducidos a cenizas

Tras perder toda comunicación, Garcovich cuenta que según «lo que nosotros vimos y pudimos investigar», la pareja estuvo tratando de impedir el acceso de los asaltantes al refugio, la habitación blindada que cuentan las construcciones en Israel. «Estuvieron sujetando la puerta los dos juntos», asegura en el interior del cuarto cuyas paredes dejan al descubierto partes de cemento armado mientras otras superficies apenas sostienen a duras penas cal y pintura. Las señales de disparos y metralla son evidentes y atestiguan esos infames momentos en los que el hogar se convirtió en una ratonera de imposible salida.

Los terroristas colocaron una bomba magnética cuyos residuos, siempre según Garcovich, son visibles en una pared contigua en una deflagración que habría permitido el acceso de los infiltrados de Hamás. Pero el jefe de bomberos asegura que la pareja fue acribillada por las balas disparadas por los asaltantes y que atravesaron la puerta, cuyas marcas señala en la pared opuesta comida por orificios o metralla: «Dispararon contra la puerta, pueden ver la proyección de los disparos ahí enfrente. Todos los disparos que atravesaron las puertas, atravesaron a Iván y a Dafna».

Conforme a la reconstrucción de los hechos, los cuerpos ya sin vida de la pareja fueron arrastrados hasta una habitación contigua, tal vez, valora el suegro, con la intención de capturarlos y trasladarlos a Gaza para emplearlos «como moneda de cambio».

Interior de la vivienda del español Ivan Illarramendi, asesinado por Hamás el 7 de octubre y cuyo cuerpo junto al de su mujer Dafna Garcovich fue reducido a cenizas. Las labores de identificación se prolongaron cerca de un mes.

Interior de la vivienda del español Ivan IllarramendiDaniela Brik

Sin embargo, finalmente parece ser que los terroristas decidieron prender fuego al inmueble, donde se llegó a registrar una temperatura de aproximadamente 800 grados centígrados, lo que «en hora y media consumió todo», manifestó el bombero.

El revestimiento del techo cayó sobre ellos y quedaron calcinados bajo todos los escombros por la elevada temperatura, si bien parte del tejado, aunque muy deteriorado, aún sigue en pie.

La insistencia de un bombero

La primera búsqueda practicada por el Ejército israelí a las diez horas del suceso no dio resultados. En la segunda tampoco se hallaron los cadáveres, lo que llevó a la hipótesis de que habían sido capturados como rehenes y llevados a Gaza. Pero Garcovich no cejó en su empeño e hizo caso a su instinto de bombero que le decía que tenía que seguir buscando entre los escombros.

«La tercera búsqueda la hicieron mis hombres y no solamente una, estábamos haciendo varias búsquedas en simultáneo», remarcó. Desde la Comandancia dirigía el operativo y visionaba lo que su equipo grababa en la tablet. «Les dije: 'levanten eso, y pude ver cenizas de dos cuerpos calcinados que murieron juntos. Era algo que no se pude reconocer, absolutamente cenizas, un montó de cenizas».

«Pude reconocer que eran Iván y Dafna porque Dafna tenía un pirsin metálico en la nariz y pude ver un brazalete que tenía Iván y buscando un poco más nos dimos cuenta que había un rastro de un diente y un hueso semicalcinado», subrayó.

Sus hombres marcaron de inmediato el lugar y dieron aviso a las autoridades policiales y de la organización israelí encargada de levantar restos humanos, que, no obstante, admitieron su incapacidad para lidiar con aquello. «Tuvimos que traer al Departamento de Arqueología y así pudimos recoger las cenizas».

El reconocimiento patológico del ADN extraído de los restos óseos con muestras de los familiares, en el caso de Iván con enorme dificultad, pudo determinar que correspondían a la pareja. Con todo, Garcovich asegura que el brazalete que pertenecía al vasco fue fundamental para descartar cualquier sombra de duda.

«Recogimos los cuerpos de dos jóvenes, un matrimonio que vivieron juntos en armonía, murieron abrazados y fueron enterrados juntos. Una parte de las cenizas fueron enviadas a Bilbao al hermano en un cántaro pequeñito para ser enterrado con sus padres», concluye el suegro quien ordenó construir una tumba memorial para honrar a la pareja donde ondean las banderas española, vasca, y de los lugares donde vivieron los Garcovich: Argentina, Chile, Perú e Israel.

Hamás mató en Kisufim a 14 residentes y capturó a otros cuatro, al menos dos de los cuales se los da por muertos. Entre los asesinados a sangre fría figuran seis trabajadores tailandeses y una superviviente del Holocausto de 90 años.

El cometido del suegro de Illarramendi es reconstruir el kibutz para «honrar a todas las personas que se han ido» con la esperanza de «salir adelante mucho más fortalecidos y precavidos para que esto no vuelva a suceder otra vez».

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