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El primer ministro israelí, Benajmin Netanyahu, junto con el presidente de EE.UU. Joe Biden en Tel AvivEFE

Choque frontal entre Biden y Netanyahu por la votación en la ONU y la inminente invasión a Rafah

Israel ha cancelado la visita de su delegación a Washington tras la aprobación de una resolución de alto el fuego en la Franja, gracias a la abstención de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas

Las relaciones entre dos aliados históricos, Israel y Estados Unidos, nunca había sido tan mala como ahora. La guerra en la Franja de Gaza ha tensionado el apoyo de Washington a Tel Aviv hasta el punto de que este último ha evitado usar su poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y ha optado por abstenerse durante una votación que pedía un alto el fuego en Gaza, tras seis meses de guerra. Israel ha interpretado este movimiento diplomático de su aliado como una traición y, automáticamente después, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, canceló la visita de su delegación a Washington.

«Estados Unidos no vetó hoy el nuevo texto que pide un alto el fuego sin la condición de liberar a los secuestrados. Se trata de un claro retroceso de su posición constante en el Consejo de Seguridad desde el comienzo de la guerra», señaló la Oficina del Primer Ministro israelí en un comunicado. En esta misma nota, el país hebreo aseguró que Netanyahu había advertido al presidente estadounidense, Joe Biden, de que, si se retira de su «posición de principios», no enviaría la delegación israelí. Una amenaza que no dudó en cumplir.

Para evitar esta situación, tras la aprobación de la resolución de la ONU en la que se pide inequívocamente un alto el fuego en la guerra de Gaza, aprobada por 14 votos a favor y la abstención de Estados Unidos, este último salió raudo a matizar que la decisión «no es vinculante». La embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, vinculó la tregua con la liberación de rehenes. Sin embargo, la resolución no liga directamente ambos conceptos.

En ella, el Consejo «pide un alto el fuego inmediato durante el mes de Ramadán (que termina el 9 de abril) y que conduzca a un alto el fuego duradero», al tiempo que pide –pero no lo vincula– «la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes» en manos de Hamás. Israel calcula que la milicia islamista retiene aún a 134 personas, de las cuales 30 podrían haber fallecido. Para conseguir su puesta en libertad, se mantienen las negociaciones entre los mediadores –Egipto, Qatar y Estados Unidos– con Israel y Hamás.

A pesar del tímido optimismo del inicio, las conversaciones vuelven a estar congeladas. Los detalles del acuerdo se han convertido en el principal escollo. Hamás exige a Israel que se comprometa a un alto el fuego permanente. Tel Aviv se niega a ceder, ya que sigue apostando por llegar hasta el final en su objetivo de erradicar a la organización islamista de la Franja, lo que implica la ofensiva terrestre sobre el último refugio para 1,5 millones de gazatíes, Rafah. La inminente ofensiva militar sobre la sureña ciudad, en la frontera con Egipto, se ha convertido en otro gran punto de fricción entre Israel y Estados Unidos.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, recibió ayer, en Washington, en medio del revuelo por la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU al ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, a quien volvió a pedir que descartara la invasión terrestre de Rafah. El diplomático estadounidense planteó, en cambio, planes alternativos para acabar con Hamás, pero el Departamento de Estado de Estados Unidos no ofreció más detalles. Gallant, tras conocer el resultado de la votación en Naciones Unidas, respondió asegurando que Israel no tiene el derecho moral a detener la guerra.

«Operaremos contra Hamás en todas partes, incluso en lugares donde todavía no hemos estado», aseveró el ministro de Defensa israelí, en clara referencia a la ciudad de Rafah. Estados Unidos se ha mostrado «perplejo» por la reacción «exagerada» de su aliado en Oriente Medio. Frank Lowenstein, un exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano, en declaraciones al Washington Post ha asegurado que «Biden ha hecho todo lo posible durante estos meses par evitar una gran pelea pública». Sin embargo, parece que, por ahora, la distancia entre los mandatarios, antaño «amigos», no hace más que aumentar, a medida que la situación humanitaria en la Franja se avecina a un punto sin retorno. El riesgo de «hambruna inminente» es ya una realidad que se cierne sobre millones de gazatíes, y ante esta cruda realidad, el Gobierno hebreo anunció ayer que dejaría de trabajar con la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en la Franja, a la que acusó de «perpetuar el conflicto» por sus supuestos vínculos con Hamás.