Las evidencias de violencia sexual el 7 de octubre en el atentado de Hamás cristalizan seis meses después
Israel marca este domingo medio año desde el ataque perpetrado por Hamás, el más mortífero sufrido en su territorio en una jornada, considerado también inédito porque los agresores emplearon la violencia sexual de manera descarnada en diferentes puntos del territorio israelí para causar el mayor daño posible.
Seis meses después del 7 de octubre comienzan a cristalizar las evidencias de que miembros de organizaciones terroristas e individuos particulares de Gaza cometieron actos de violencia sexual contra civiles y militares, mayoritariamente mujeres, aunque también hubo hombres, agresiones que continuaron contra los rehenes en la Franja palestina y presumiblemente siguen con los aún secuestrados.
El proceso que ha hecho que salga a la luz este tipo de violencia tan específica que, según los investigadores, es la primera vez que se produce de esta manera en el conflicto palestino-israelí, ha llevado tiempo. En buena medida porque la mayor parte de las víctimas fueron asesinadas y también por la reticencia de aquellas severamente agredidas a testificar, un fenómeno conocido por los juristas, terapeutas y trabajadores sociales que siguen estrictos protocolos para evitar la revictimización de las personas agredidas.
En paralelo, las organizaciones civiles israelíes que han analizado la cuestión han denunciado el silencio o doble rasero internacional y una opinión pública que considera a Israel como verdugo, como algunas de las causas que están detrás de la falta de foco o interés en la cuestión.
A ello se ha venido a sumar el negacionismo del propio Hamás ante las acusaciones, así como de otros sectores misóginos que aprovechan la publicación de algún dato incorrecto o el titubeo de las supervivientes para negar la mayor y, por tanto, descartar que se haya producido violencia sexual.
Pese a que, paradójicamente, sea considerado uno de los ataques más difundidos debido a que muchos de los autores portaban cámaras GoPro con las que grabaron sus atrocidades y emplearon móviles, incluso de sus propias víctimas, para enviar las imágenes a sus familiares o subirlas a redes sociales, los indicios de la violencia sexual han requerido tiempo para su identificación y verificación.
¿Cómo se sabe que ha sucedido?
«Nos llevó tiempo. Cuando el mismo 7 de octubre fuimos expuestos a los horrores del ataque contra civiles, el elevado número que fueron asesinados y secuestrados a Gaza, entre ellos niños, chicas jóvenes y mujeres, aquellos que lidiamos con violencia sexual teníamos la noción de que esto habría sucedido», explicó Nava Ben-Or, exmagistrada de la Corte del Distrito de Jerusalén.
Promotora del denominado «Proyecto Dina», que trabaja para conceptualizar la violencia del 7 de octubre como un fenómeno único de violencia sexual, Ben-Or indicó en una ponencia organizada por la asociación EIPA en Tel Aviv, que desde el primer momento supo que debía intervenir, «a fin de que los casos no fueran silenciados porque la mayoría de las víctimas fueron asesinadas, muchos de los cuerpos quemados y las escenas (del crimen) caóticas».
Entre los factores que jugaron en contra, mencionó que numerosos cuerpos no fueron revisados para encontrar pruebas forenses debido a la presión de los familiares por conocer quiénes habían fallecido, quienes habían sido secuestrados o estaban desaparecidos.
La Policía israelí estuvo volcada en la identificación de los fallecidos para que, conforme a la tradición judía, pudieran ser sepultados cuanto antes. Pero el Ejército tomó fotos de cuerpo entero de las víctimas militares, guardando y evidenciando así numerosas pruebas.
Conclusiones de la ONU
Ha sido la propia ONU la que ha considerado, en un informe emitido a principios de marzo, que hubo «información clara y convincente» de que algunas rehenes habían sufrido distintas formas de violencia sexual y que existía una «base razonable» para creer que se perpetró violencia sexual durante el asalto.
La misión, encabezada por la representante especial de Naciones Unidas sobre violencia sexual en los conflictos, Pramila Patten, investigó de forma preliminar los hechos durante 17 días en Israel. Aseguró tener «argumentos razonables» para creer que se produjeron violaciones y violaciones grupales el 7 de octubre en el festival musical Nova y alrededores, en la carretera 232 y en el kibutz Reim.
También encontró un «patrón» de víctimas, la mayoría mujeres halladas completa o parcialmente desnudas, atadas y con disparos, que podría indicar diferentes tipos de violencia sexual.
Esas conclusiones, que pueden parecer tardías y tibias, suponen un faro importante, según Bar-On, quien recuerda que los estándares de la ONU exigen que haya dos fuentes independientes de cada pieza de evidencia para poder emitir una conclusión.
La experta valoró que el hecho de que la misión encontrara suficientes bases para creer que la violencia ocurrió en varios lugares, podría demostrar que «hubo un uso sistemático de la violencia sexual que satisfaga la exigencia del Estatuto de Roma (2000) de crímenes de lesa humanidad».
Entre ellos, se enmarca la violación o cualquier otra forma de violencia sexual como parte de una acción sistemática dirigida a una población civil que tenga conocimiento del ataque.
Violencia sexual como arma de guerra
Comisiones independientes civiles en Israel han investigado y denunciado lo que parece apuntar a un modus operandi sistemático, registrado en diferentes ubicaciones durante el ataque masivo liderado por Hamás. El objetivo, según señalan, no sólo fue deshumanizar y degradar a las mujeres, sino causar el mayor daño posible al «enemigo», es decir, emplear la violencia sexual como arma de guerra.
La directora de la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel (ARCCI, por sus siglas en inglés), Carmit Klar, estudió el calado de la violencia sexual practicada por Hamás en un reciente informe.
«Analizamos los patrones que siguieron los terroristas de Hamás y son similares. La imagen completa fue la intención sistemática de dañar y ofender a víctimas y allegados», declaró a El Debate antes de subrayar la importancia de reconocer estos hechos como paso fundamental sin el cual no puede haber reparación posible.
Seis meses después de esa jornada atroz, ya se conocen y afloran los primeros testimonios de víctimas e incluso de los propios autores en interrogatorios llevados a cabo por Israel.
Amit Soussana fue la primera rehén israelí, liberada tras 55 días de cautiverio, que habló públicamente sobre una agresión sexual sufrida en cautividad. Lo hizo al diario The New York Times al que aseguró haber sido forzada a realizar un acto de naturaleza sexual a punta de pistola a manos de su carcelero en Gaza.
También han trascendido declaraciones como la de Manar Mahmoud Muhammad Kasem, un palestino de 28 años de Jan Yunis y miembro de la Yihad Islámica en Gaza, quien confesó bajo custodia israelí que «el demonio se apoderó» de él para aludir a la violación de una chica en un kibutz al que ingresó armado el 7 de octubre.
El equipo de la juez retirada Bar-On encontró casos de mujeres «muy traumatizadas que no saldrán a la luz, ni hablarán con la Policía puede que nunca», con base a fuentes secundarias que no se pueden mencionar por restricciones éticas.
Mencionó asimismo la revelación de la rehén israelí Mía Shem hecha a un canal de televisión en diciembre de que sus captores le habían tocado la parte superior del cuerpo. En ese sentido, la jurista aprovechó ese ejemplo para poner de manifiesto que son usuales las situaciones en las que las víctimas tardan en dar a conocer detalles como que han sido violadas y cuando por fin lo confiesan son desacreditadas.
Su equipo israelí analizó igualmente los relatos de «testigos en tiempo real», como el de una soldada que logró esconderse durante el ataque y aseguró haber escuchado voces en árabe y gritos de otra uniformada, «indicativos de que estaba siendo violada». Cuando pudo salir de su escondrijo encontró el cuerpo de su compañera muerta y también el de un soldado cuyos órganos habían sido mutilados.
«En bases militares vimos fotos de órganos genitales mutilados», recalcó.
Son también conocidos los testimonios citados por medios locales e internacionales de supervivientes que se escondieron en unos arbustos en las inmediaciones del festival Nova, que escucharon durante dos horas voces desgarradoras de chicas suplicando auxilio, que luego cesaron, que «les dejaron claro que habían sido violadas», matizó la especialista.
En otro suceso separado, un testigo ocular en la misma zona vio cómo llegaron varios hombres en una furgoneta y violaron en grupo a una chica formando un semicírculo.
«Este ha sido el ataque más devastador desde 1948 (año de establecimiento de Israel). La violencia sexual en una zona de conflicto no es solo violencia sexual. Su propósito es aterrorizar, emplear los cuerpos y la dignidad de mujeres y hombres como arma. Primero son las víctimas inmediatas, pero también son armas (arrojadizas) contra todos nosotros», concluyó Bar-On.