Fundado en 1910

Sánchez y Chávez unidos por una estrategia idéntica para amordazar a la prensa crítica

Los parecidos más que razonables entre los discursos de Sánchez y los de Chávez evidencian una campaña del gobierno contra los medios con la excusa de la regeneración democrática

La campaña contra la prensa crítica abierta por Sánchez y el PSOE desde el amago de dimisión del presidente ha abierto un escenario inédito con ataques a los medios de comunicación a los que España no estaba acostumbrada.

Lo que se ha visto desde la carta de Sánchez del miércoles 24 de abril en la que anunciaba que se tomaba cinco días de reflexión para decidir si seguía o no al frente del gobierno por supuestos ataques de la prensa a su mujer, Begoña Gómez, investigada por un caso de tráfico de influencias, recuerda al modo de proceder en otras latitudes.

Los regímenes autoritarios de izquierda bolivariana de Iberoamérica han sustentado su dominio del poder en estas mismas estrategias de amedrantamiento de la prensa libre.

En ese sentido, las frases pronunciadas por Sánchez en los últimos días parecen un calco de los habituales ataques del presidente venezolano Hugo Chávez, fallecido en marzo de 2013, a la prensa, hasta que logró amordazarla y anular toda crítica.

Las expresiones empleadas por Sánchez «máquinas de fango», «pseudomedios», «campaña de descrédito» y acusaciones contra la prensa crítica de difundir bulos y noticias falsas y de confundir «la verdad con la mentira», parecen sacadas de cualquier discurso de cualquier dictador bolivariano.

El victimismo, el insulto, la amenaza, el disfraz mesiánico de salvador de la patria, son elementos comunes a los discursos de Sánchez y sus ministros estos días, y los habituales discursos del chavismo.

Como prueba, tenemos el discurso de Hugo Chávez en su programa Aló, Presidente, de más de cinco horas de duración, emitido el 10 de mayo de 2009.

En él, el arquitecto de la Venezuela Bolivariana y del Socialismo del Siglo XXI atacaba a los medios acusándolos de conspiradores: «Una cosa es la crítica, y otra la conspiración», señalaba.

Como Sánchez, se victimizaba de forma amarga: «Hemos aguantado bastante». Amenazaba: «Se pueden llevar una sorpresita en cualquier momento. No se equivoquen, que están jugando con fuego».

Acusaba Chávez a la prensa crítica de «manipular incitando al odio», de difundir «mensaje de odio, atropellando al pueblo, atropellando la verdad, incitando al odio, a la guerra». «No piensan racionalmente porque están obcecados por el odio».

Chávez advertía: «Esto no va a continuar así». «Es inaceptable la manera como los medios avasallan a la sociedad, chantajean e imponen reglas de juegos, establecen pautas de conductas, usurpan a las autoridades legítimas, administran justicia, califican o descalifican a su antojo, montan campañas de odio, se dedican impunemente a destruir personas y reputaciones».

«El gravísimo riesgo de que la mentira y la distorsión de la realidad se instalen en la cotidianidad de nuestras vidas y se apoderen del país, porque están empeñados en extremar la polarización, exacerbar el odio y empujarnos a una confrontación donde corra la sangre de los venezolanos y no la de ellos».

«La sociedad y el Estado tienen que reaccionar antes de que sea demasiado tarde, porque no es posible el grado de impunidad que existe en esta materia», ponía la guinda Chávez.

Pongamos fin al fango

La estrategia, discursos y maneras de Sánchez y demás miembros de la aristocracia socialista parecen ir por el mismo camino.

Ya en su carta del miércoles se veía el victimismo bolivariano: «La gravedad de los ataques que estamos recibiendo mi esposa y yo», en referencia a las informaciones contrastadas sobre el caso que afecta a Begoña Gómez.

Sánchez afirmaba que él y su esposa son víctimas de una «estrategia de acoso y derribo». «Se trata de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa».

Atacaba a los medios de comunicación críticos a los que desprecia y deslegitima como «medios de marcada orientación derechista y ultraderechista», «cabeceras ultraconservadoras» o «galaxia digital ultraderechista».

A continuación, Sánchez salía al ataque acusando a los particos de la oposición de ser «una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas» «que no acepan el vedericto de las urnas». Una coalición que esparce fango para «tapar sus palmarios escándalos de corrupción».

En su comparecencia del lunes en Moncloa, donde desveló que continuaría al frente del gobierno Sánchez definió las informaciones sobre la presunta corrupción de su mujer de «campaña de descrédito».

Sánchez amenazó: «Esta decisión (no dimitir) no supone un punto y seguido. Es un punto y aparte, se lo garantizo».

El presidente insistió en considerar la información crítica a su gestión y las noticias sobre los casos de corrupción que afectan al PSEO como «degradación de la vida pública».

«O decimos basta o esta degradación de la vida pública determinará nuestro futuro condenándonos como país», defendió. Y añadió: «Mostremos al mundo cómo se defiende a la democracia, pongamos fin a este fango».

En la frenética actividad propagandística emprendida por Sánchez estos días, el presidente pasó también por los micrófonos de TVE y de la cadena SER.

«Desde el punto de vista político, se ha planteado un debate muy necesario en este país: cómo fortalecemos la democracia ante una maquinaria de fango que lo que hace es crear noticias falsas, propagar bulos y desinformación (...), que acaban afectando al debate público y acaba siendo víctima la ciudadanía en términos de convivencia. (...) Tenemos entre todos que pararlo», declaró el presidente en TVE.

En la SER, Sánchez volvió a referirse a la prensa digital como «páginas web» y las volvió a acusar de «máquinas de fango», un mantra que parece que sustituirá en las próximas semanas al ya clásico «fachosfera» que empleaba antes de su carta.

Sánchez declaró que «si queremos entre todos proteger la democracia tiene que haber una movilización social de rechazo a esas conductas, de malas praxis, de juego sucio, de difamación. Los ciudadanos tienen el derecho de tener una información veraz, pero si en la información se confunde la verdad con la mentira, la difamación con el respeto al adversario, entonces estamos pervirtiendo la democracia».