Las mujeres saharauis se convierten en la primera línea de batalla contra Marruecos
Desde la ruptura del alto el fuego entre el Frente Polisario y Rabat, en noviembre de 2020, los hombres han tenido que volver al frente delegando en las saharauis el peso de la familia y la comunidad
Anija, 45 años, no suele mostrar su larga coleta negra. Siempre arreglada con la melfa –traje típico saharaui–, se levanta temprano, con los primeros rayos de luz del día, y se acuesta tarde, pasada la medianoche. Por la mañana, tras el rezo, prepara la comida, atiende a sus cuatro hijos, Tawfig (21 años), Mohamed (17 años), Ghalia (16 años), y Wafa (11 años), limpia, cuida y da de comer a las cabras. Todo el peso de la casa y la familia recae sobre Anija.
Su marido, Embareck, es veterinario y trabaja en Alicante. Llevan seis meses sin verse. Algunas tardes, se llaman por videollamada. La conversación es poco fluida, la conexión en la wilaya de Ausserd falla constantemente y la llamada se entrecorta. Embareck aprovecha para ver a sus hijos y hablar con ellos. La vida en los campamentos de refugiados del desierto del Sáhara se paraliza entre las dos y las seis de la tarde. El calor es sofocante y pocos son los afortunados que pueden contar con aire acondicionado dentro de sus casas.
El caso de Anija no es el único. Su hermana, Tfarah (38 años), también tiene cuatro hijos y su marido trabaja en España. Los campamentos de refugiados, en Argelia, están liderados y representados, en su mayoría, por mujeres. La figura del hombre desaparece de la rutina diaria del campamento, mientras que Anija, Tfarah, y muchas otras como ellas, mantienen viva la llama de la resistencia saharaui. Conservan, con orgullo, las tradiciones más representativas de este pueblo como el ritual del té. Los hombres, como un espejismo, aparecen y desaparecen. Una figura ausente que encarna la matriarca de cada clan.
Desde la ruptura del alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos, en noviembre de 2020, muchos se han visto obligados a ir a luchar al frente. Se trata de una guerra de baja intensidad, que volvió a prender hace ya casi cuatro años, cuando el Ejército marroquí desmanteló con violencia una sentada de civiles saharauis en el paso de Gerguerat, que une el Sáhara Occidental con Mauritania. Ese incidente sirvió para que el Frente Polisario rompiera la tregua con el reino alauí, vigente desde 1991.
En la práctica, el Sáhara es escenario de una contienda entre las fuerzas del Polisario y las de Marruecos. En los campamentos de refugiados del Tinduf, esa guerra queda lejos y apenas se menciona. Las consecuencias, sin embargo, sí se dejan ver. La presencia de hombres es mínima. La mayoría están trabajando en el extranjero o en el frente. El papel de la mujer en la resistencia del pueblo saharaui frente al colonialismo de su vecino alauí siempre ha sido de vital importancia.
De hecho, fueron estas mujeres quienes fundaron y construyeron los primeros campos de refugiados, ya en 1976, cuando este pueblo se vio empujado al exilio, tras la retirada de España de esta región del desierto y dejo el camino libre al Ejército marroquí. Más de 40.000 personas huyeron a la frontera con Argelia y así surgieron los campamentos de refugiados que, actualmente, conforman la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con sus propias instituciones y Gobierno. «La labor de la mujer no se puede contar en unas horas, ni tampoco en meses. La mujer es la revolución del pueblo saharaui», asegura a El Debate Azza Babih, gobernadora de Bojador.
«Cuando los hombres estaban en el Ejército, nos quedamos solas con nuestros hijos. Tuvimos que aprender a ser doctoras, enfermeras…», relata Babih, mientras intercambia miradas de complicidad con sus compañeras, en el interior de una jaima con motivo del festival FiSahara 2024 que tiene lugar todos los años en Ausserd. Al igual que la gobernadora, Zarga Abdalahe Abdi, filóloga y periodista, destaca que la importancia del colectivo femenino en el seno del pueblo saharaui se remonta a la identidad beidaní, que comparten tanto saharauis como mauritanos, donde la mujer es el centro de la vida y «el pilar en la toma de decisiones», asevera Abdalahe Abdi.
Para esta filóloga, sin embargo, el papel de este colectivo ha pasado por diferentes «olas», marcadas por las circunstancias históricas del pueblo saharaui. En la actualidad, y con el alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos completamente roto, la mujer ha vuelto a desempeñar el rol central tanto dentro de la familia como en su comunidad. Las jefas de las wilayas, así como de las dairas y los barrios, son todo mujeres y son ellas las encargadas de determinar las necesidades de su comunidad e informar a las autoridades correspondientes.
Zarga es un ejemplo más de esto. La periodista se trasladó de España a los campamentos en 2016, concretamente a Bojador, con sus dos hijas de ocho y diez años para contribuir a la causa saharaui desde su tierra. Divorciada y con todo el peso de la familia a sus espaldas, trabaja en un colegio donde imparte castellano y árabe. La joven explica que, aunque la decisión de retornar a sus orígenes fue «costosa», no quería que sus hijas perdieran su identidad y su cultura. Las historias de Anija, Tfarah o Zarga son una mínima muestra de cómo la mujer saharaui se ha convertido en la primera línea de batalla contra la invasión marroquí del Sáhara Occidental.