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Retratos de los primeros ministros de Escocia y líderes del SNP Alex Salmond, Nicola Sturgeon y Humza YousafAndrew Milligan / AFP

Escocia

Anatomía de la acelerada caída del nacionalismo escocés

La indecisión sobre cuestiones de fondo, empezando por la causa independentista, amenazan casi dos décadas de hegemonía

Salvo sorpresa mayúscula, e improbable por la sencilla razón de que ningún otro candidato se presenta contra él, John Sweeney será proclamado en los próximos días first minister de Escocia y líder del independentista Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas), en sustitución del dimisionario Humza Yusaf, cuya estancia en la Casa Bute, sede del Ejecutivo escocés en Edimburgo, apenas habrá sobrepasado el año. Su abrupta ruptura del pacto de Gobierno con Los Verdes se le ha vuelto en su contra.

A Sweeney podría ocurrirle lo mismo pues, salvo que decida convocar elecciones anticipadas -el final de la legislatura está previsto para 2026-, será rehén de una aritmética parlamentaria envenenada: en 2021, el SNP, entonces liderado por Nicola Sturgeon, obtuvo 64 escaños de los 129 con los que cuenta el Parlamento escocés; es decir, uno menos que la mayoría absoluta.

Sin el concurso de Los Verdes, y con un Partido Laborista deseoso de recuperar un poder que perdió en 2007 -sin olvidar su condición de indiscutible favorito a nivel del Reino Unido de cara a los comicios que se celebrarán antes de que acabe el año-, a Sweeney no le quedará más remedio que limitar los daños de una inevitable decadencia política, que para muchos empezó en marzo de 2023 con la renuncia de Sturgeon.

Sweeney, viejo zorro de la política escocesa que lleva años ansiando el cargo de first minister, tendrá, que asumir una pesada herencia. En primer lugar, en el seno de su propio partido, donde le espera una difícil gestión de equilibrios ideológicos internos. Por un lado, ha prometido dar más poder a Kate Forbes, expulsada del Ejecutivo por Yusaf y representante del conservadurismo cristiano, que ha renunciado a competir por el cargo máximo.

Por otro, Sweeney no puede prescindir del sector progresista del partido, acostumbrado a años y años de wokismo y de políticas favorables a los colectivos gays y transexuales. A pocos días de asumir el cargo, Sweeney sin pronunciarse acerca de si una mujer trans sigue siendo una mujer, lo que le ha valido una nueva arremetida por parte de J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, enemiga declarada de la deriva trans. ¿Qué pensará Forbes de esta falta de claridad?

Más importante para el SNP, si cabe, que la agenda trans, es la agenda independentista, que es la razón de su existencia política. Casi una década después del referéndum de independencia, la causa no tiene nada que mostrar por el liderazgo dominante del SNP sobre la cuestión. El otrora dinámico movimiento ha decaído debido al enfoque del partido. Mientras que las clases populares escocesas se enfrenta a salarios más bajos y servicios públicos deficientes, el SNP no ha tenido nada que ofrecer más allá de una retórica social progresista.

Las fuerzas que compiten dentro del SNP difieren en la gradualidad de la agenda política independentista, y no se ve, por el momento, una salida políticamente solvente para el SNP: desprovisto del talento de un Alex Salmond y de Sturgeon parece estar en el largo camino hacia la ruina. Como señalaba esta semana The Daily Mail, la crisis desatada por la dimisión de Yusaf ha alejado la perspectiva de la independencia durante, al menos, una generación.