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Irán da por muerto a su presidente, Ebrahim Raisí, tras estrellarse el helicóptero en el que viajaba

La Constitución de la República Islámica determina que, en caso de fallecimiento repentino, el vicepresidente primero debe asumir el cargo de jefe de Gobierno, previa aprobación del líder supremo

Irán ha dado por muerto al presidente de la República Islámica, Ebrahim Raisí, tras estrellarse, este domingo, el helicóptero en el que viajaba. En un comunicado oficial, el Gobierno iraní ha asegurado que el fallecimiento del jefe del Gobierno no provocará «la mínima perturbación en la administración». El mandatario volvía de la provincia de Azerbaiyán Oriental, donde había inaugurado una presa junto a su homólogo azerí, Ilham Aliyev, cuando la aeronave perdió el control y se precipitó al vacío por causas todavía por esclarecer. A pesar de la rápida movilización de los servicios de rescate, la climatología adversa imposibilitó las labores de localización hasta el lunes por la mañana.

La televisión estatal ha informado de que el accidente tuvo lugar cerca de Varzeqan, una zona montañosa y de difícil acceso, en el noroeste del país. El helicóptero en el que viajaba Raisí formaba parte de una comitiva de tres aeronaves. Junto al mandatario iraní viajaban el ministro iraní de Exteriores, Hosein Amir Abdolahian, y el gobernador de Azerbaiyán Oriental, Malik Rahmati, y el principal imán de la región, Mohammad Ali Ale-Hashem. Todos han sido dados por muertos. mientras que las causas del accidente siguen sin esclarecerse.

Los restos del helicóptero en el que iba el presidente de Irán

Las autoridades iraníes encontraron el helicóptero en el que viajaba el presidente Ebrahim Raisí gracias a un dron turco, que detectó una señal térmica en una montaña cubierta de bosque, a tres kilómetros al noreste del pueblo de Tavil. Las esperanzas de hallar con vida al presidente de Irán fueron decayendo con el paso de las horas y tras encontrar los restos del helicóptero se dio por hecho que era «improbable» que algún pasajero siguiera con vida.

El papel de Raisí

Irán se queda sin uno de sus máximos representantes, aunque el máximo poder de la República Islámica recae en el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. La Constitución de Irán determina que, en caso de fallecimiento repentino, el vicepresidente primero –figura que ahora encarna Mohammad Mokhber– asumirá el cargo de presidente, previa aprobación del líder supremo. La Carta Magna además establece que cuando el segundo al mando muere, el primer vicepresidente pasa a ocupar el cargo y en 50 días el país deberá ir a elecciones para elegir a un nuevo presidente.

Raisí, de 63 años, era un clérigo ultraconservador que, en los comicios de 2021, sucedió al moderado Hasan Rohani. Estas elecciones estuvieron marcadas por una alta abstención y por la falta de una oposición real. El pasado mes de marzo, al calor de los comicios legislativos, el mandatario iraní se congratuló de los resultados, en los que salió reforzado, tras las fuertes protestas que asolaron el país a finales del 2022 por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral.

El mandatario iraní se ha servido de la guerra en la Franja de Gaza para afianzar su figura. El pasado mes de abril, la República Islámica lanzó un ataque sin precedente contra Israel, con unos 350 drones y misiles, como represalia por un bombardeo israelí contra el consulado de Irán en Damasco (Siria), en el que murieron siete miembros del Cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica.

Antes de ascender hasta la Presidencia, formó parte de la maquinaria judicial de la República Islámica durante más de tres décadas. Durante su carrera se fue forjando un lugar privilegiado en el ala dura y, finalmente, su cercanía al líder supremo, le aseguró puestos clave dentro del Gobierno. Bajo su mandato, Irán ha estrechado lazos con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, al que ha ofrecido asistencia militar para la invasión de Ucrania, además de con otros regímenes autocráticos de Hispanoamérica, entre los que destaca Daniel Ortega, en Nicaragua, o Miguel Díaz-Canel, en Cuba. En el plano interno, Raisí intensificó la represión contra los activistas, los críticos con el régimen y las mujeres.