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Juan Rodríguez Garat
AnálisisJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Renglones torcidos: el acuerdo de seguridad de España con Ucrania

Tanto los socios de gobierno como el principal partido de la oposición se quejan de que se han enterado del acuerdo por la prensa

Actualizada 04:30

Pedro Sánchez y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski tras firmar el Acuerdo de Cooperación en materia de Seguridad entre España y Ucrania

Volodímir Zelenski y Pedro Sánchez tras firmar el Acuerdo de Cooperación en materia de SeguridadChema Moya / AFP

La firma del acuerdo bilateral entre España y Ucrania es, desde luego, una buena noticia. No solo estamos en el lado correcto de la historia, sino que hemos llegado hasta aquí sin arrastrar los pies.

Por una vez –tratándose de un asunto militar– estamos bastante más cerca de la cabeza que de la cola de Occidente. A pesar de los renglones torcidos que pueda tener el documento –su opacidad es uno de ellos– una gran mayoría de los partidos políticos que representan a los españoles han recibido a Zelenski con afecto y respeto. Y los que no, la verdad, casi siempre me siento más cómodo cuando se encuentran en el otro lado.

Una iniciativa del G-7

¿Cómo nace este acuerdo? En la cumbre de Vilna, celebrada en julio de 2023, la OTAN despertó a Zelenski de un sueño imposible. Contra toda lógica, el presidente ucraniano esperaba una invitación formal de la Alianza que debería saber que no se va a producir hasta que termine la guerra. Pero, en los márgenes de la cumbre, el G-7 puso la de cal. Sus miembros se comprometieron a negociar compromisos bilaterales de seguridad para garantizar a Kiev el apoyo a largo plazo que necesite mientras dure la agresión rusa.

Además del compromiso de sus miembros, en la declaración conjunta del G-7 se invitó a los países que no forman parte del grupo a unirse a la iniciativa. Y eso es precisamente lo que acaba de hacer España: comprometerse a seguir apoyando a Ucrania hasta que, siguiendo los deseos de su pueblo en lugar de los de Putin, pueda integrarse en la UE y en la OTAN. Algo que, como es sabido, solo puede hacerse con la aprobación de todos los aliados.

¿Qué es lo que se ha acordado?

El núcleo del acuerdo está en la ayuda militar. Es lo que, mientras dure la guerra, Ucrania va a necesitar con más urgencia. ¿Qué es exactamente lo que se va a suministrar? Hoy, la prioridad es la defensa aérea. Es imposible proteger todas las ciudades ucranianas pero lo que está ocurriendo en Járkov es sangrante. Un día una imprenta, otro un hipermercado… ¿qué será mañana? La estrella del momento es el misil Patriot, y España volverá a abrir sus almacenes para ceder algunas de nuestras escasas unidades al ejército de Zelenski.

Pero esa es la prioridad de hoy, y el acuerdo tendrá una vigencia de diez años. Los paquetes concretos se irán definiendo a medida que cambien las circunstancias, y es política del ministerio de Defensa –posiblemente para evitar enfrentamientos con sus socios de gobierno– mantener esta información lejos de los titulares de los medios de comunicación.

Hay, sin embargo, una novedad. Hasta ahora se ha enviado a Ucrania material útil pero viejo, casi siempre próximo a su retirada o procedente de la reserva de las Fuerzas Armadas. Ese es el caso de los 19 carros Leopard 2 adicionales que se entregarán en breve y de los diversos tipos de misiles antiaéreos y antibuque ya suministrados.

Pero, en esta ocasión, el ministerio encargará a la industria española material nuevo directamente para el ejército ucraniano. Ese es el objetivo de un acuerdo marco por importe de 1.129 millones de euros anunciado en abril –aunque entonces no se informó de que el destinatario sería Ucrania– que, para no dar puntada sin hilo, cubrirá algunas áreas donde nuestra propia industria de defensa debe crecer. Así ocurre con los sistemas anti drones, los medios de vigilancia optrónicos y la munición de artillería.

Con todo, el acuerdo no se limitará a la entrega de material. Aunque no se ha dado a conocer el texto completo, los que se han publicado en otros países garantizan el apoyo político a las aspiraciones ucranianas y a su plan de paz. Además promueven la cooperación en diversos asuntos importantes para Kiev, que incluyen el adiestramiento de su ejército, el desarrollo de su industria de defensa, la reconstrucción de Ucrania, la persecución de los criminales de guerra rusos –otro sueño imposible, pero esta vez compartido– y el pago de reparaciones.

Los efectos prácticos

La guerra será larga, y 1.129 millones de euros no van a decantar el conflicto. No es ese su objetivo. Según el propio G-7, los acuerdos tienen el objetivo de convencer a Putin de que se equivoca si cree que el tiempo corre en su favor. ¿Dará resultado? Si fuera solo España, desde luego que no.

Pero España no está sola en esto. Otras nueve naciones –Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Dinamarca, Países Bajos, Finlandia y Letonia– han suscrito ya acuerdos similares. Se espera que lo hagan en los próximos meses los Estados Unidos, Portugal y Suecia, entre otros. ¿Capta Putin el mensaje? Si atendemos a sus renovadas amenazas, casi siempre fruto de la impotencia, parece que sí. También las quejas de la extrema izquierda española, a la que su pasión anti OTAN convierte en insospechada partidaria del imperialismo ruso, suponen un poderoso indicio de que lo que se ha hecho está bien.

El mejor escribano echa un borrón

Muchas veces el Diablo está en los detalles. No ocurre así en este caso. Al menos, no del todo. El acuerdo debe celebrarse porque es bueno para el mundo y, por ello, bueno para los españoles. Pero podía haberse hecho mejor. Tanto los socios de gobierno como el principal partido de la oposición se quejan de que se han enterado del acuerdo por la prensa.

Lejos de mí entrar a discutir la dinámica interna del Gobierno. Pero, cuando se trata de un acuerdo de diez años, me parece imperdonable que no se busque el compromiso con el partido que parece llamado a protagonizar el relevo cuando los españoles así lo decidan.

No sirve la disculpa de que los memorándums de entendimiento no necesitan aprobación en Cortes. Si no la ley, la lógica exige que, cuando su duración exceda en varios años la de la presente legislatura, los acuerdos internacionales vengan de la mano del acuerdo de gobierno y primer partido de la oposición.

El mejor escribano echa un borrón… pero procura no volverlo a hacer. ¿Será así en este caso? No lo creo. Ojalá algún día los gobiernos de España lleguen a entender que la seguridad y la defensa son políticas de Estado pero, al ritmo que vamos, eso puede tardar más en llegar que la paz en Ucrania.

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