Palestina, reconocer qué
El actual Gobierno no ha hecho nada relevante en estos años para ayudar a resolver el problema y de pronto trata de capitalizarlo presentando una iniciativa en el peor momento posible
Nuestro presidente nos ha informado de que el Gobierno de España va a reconocer al Estado palestino. El diccionario de la Real Academia Española recoge distintos significados al verbo en cuestión y señala, con superior criterio, que cuando se utiliza en diplomacia equivale a aceptar algo que ya existe. Este, evidentemente, no es el caso del Estado palestino, cuya inexistencia, a pesar del esfuerzo de distintos gobiernos para hacerlo realidad, es el resultado de la negativa palestina a aceptar el reparto de Cisjordania, «del río al mar», con Israel. Este hecho, evidente para cualquiera que haya estudiado el tema, se intenta ocultar sistemáticamente culpando a Israel de una situación de la que, en realidad, es víctima. Israel necesita unas fronteras definitivas y seguras y unos vecinos que no supongan una permanente amenaza a su seguridad.
Es obvio, y por eso no insistiré en el tema, que a Sánchez la cuestión palestina o la crisis de Oriente Medio le importan bien poco. Está utilizando una causa en clave electoral, con ánimo de tapar fracasos y de movilizar votantes. Sin embargo, el reconocimiento de algo inexistente sitúa a España en una posición bochornosa.
El actual Gobierno no ha hecho nada relevante en estos años para ayudar a resolver el problema y de pronto trata de capitalizarlo presentando una iniciativa en el peor momento posible. Se lo han repetido a Sánchez desde lugares y posiciones muy distintas. Hacerlo ahora es dar un espaldarazo a Hamás. A una organización islamista, patrocinada por Irán, que rechaza la existencia de Israel y que busca acabar con las fuerzas palestinas no islamistas. Más aún, que es parte de un «eje» que trata de desestabilizar la región llevándose por delante a los gobiernos más moderados, aquellos que mantienen relaciones normales con Occidente. La fecha cuenta ¡y de qué manera! Hamás está inmolando a los gazatíes, convertidos en escudos humanos, para tratar de ser reconocido como la fuerza que representa al conjunto de los palestinos y este acto refuerza su posición ¡Cómo no van a felicitar a nuestro presidente!
No satisfecho con el reconocimiento ha fijado las fronteras y establecido la capital del inexistente Estado ¿Se imaginan que Israel decidiera cuáles son nuestras fronteras con Portugal y dónde está nuestra capital? La doctrina que se ha seguido desde la Conferencia de Madrid es que la delimitación definitiva entre Israel y un hipotético Estado palestino tendría que ser el resultado de un proceso negociador entre las partes ¿Quiénes somos nosotros para establecerlas? ¿Con qué legitimidad actuamos? ¿Con qué margen de influencia? Este es un papel que no corresponde representar al presidente del Gobierno de un Estado responsable.
Sánchez trata de esquivar las justificadas críticas a su apoyo a Hamás reconociendo a la Autoridad Palestina como legítimo gobierno. Lamentablemente esta institución, creada en el marco del proceso negociador, perdió hace tiempo su autoridad. Hizo fracasar el proceso tras el rechazo a lo negociado en Camp David en el año 2000, se fue trasformando en un nido de corrupción para escándalo de los suyos y derivó finalmente en la irrelevancia. Su legitimidad se extinguió con la legislatura iniciada tras las elecciones legislativas de 2006, pues no se volvieron a convocar elecciones. Hoy es sólo un referente diplomático. Cuando en el año 2005, tras el fracaso de Camp David, Israel decidió avanzar en la separación, si bien de manera unilateral, y se retiró de Gaza, entregó a la Autoridad Palestina el control de la Franja. Hamás no lo aceptó, se enfrentó a ella violentamente y echó a sus representantes ¿Cómo puede Sánchez decir que reconoce a la Autoridad cuando hace el juego a aquellos que la humillaron? ¿Qué capacidad tiene hoy la Autoridad, carente de legitimidad democrática y de prestigio social, para asumir el poder efectivo?
Afirmar que se quieren mantener unas relaciones normales con la sociedad israelí en estas circunstancias, cuando además una vicepresidenta defiende una Palestina «del río al mar» y otra acusa de genocidio a su Gobierno, supone un ejercicio de cinismo que sólo puede ser considerado como una agresión injustificada ¿Es ese el interés de España? ¿De verdad queremos jugar un papel importante en la crisis de Oriente Medio apoyando a los islamistas y cuestionando la existencia de Israel? Para un presidente que no ha tenido inconveniente en tratar de amnistiar a terroristas y golpistas y avanzar en la desintegración de España, a cambio de seguir en la Moncloa, es posible que un acto como éste tenga sentido. Al fin y al cabo, todo se reduce a seguir en el poder al precio que sea.