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El primer ministro británico, Rishi Sunak, durante las ceremonias del Día D

El primer ministro británico, Rishi Sunak, durante las ceremonias del Día DAFP

Reino Unido

Así ha hundido Sunak su campaña electoral al «huir» de Normandía

El primer ministro da plantón al resto de mandatarios, mientras sir Keir Starmer, su rival laborista, logra reunirse con Zelenski

Rishi Sunak puede haber sellado su destino político en las playas de Normandía. O, mejor, dicho: por haberse largado de ellas en el momento más inoportuno, dando, de paso, un visible plantón al resto de mandatarios, entre los que figuraban, entre otros, el anfitrión, Emmanuel Macron, presidente de Francia, el de Estados Unidos, Joe Biden, el de Ucrania, Volodimir Zelenski, el Príncipe de Gales y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Sunak viajó a Normandía el martes 5 de junio, allí pernoctó y al día siguiente participó en varias ceremonias conmemorativas del Desembarco de hace 80 años, siendo una de ellas la específicamente británica.

Sin embargo, cometió el craso error de no asistir a la más importante de todas ellas debido a que regresó por anticipado al Reino Unido para seguir con la campaña electoral de cara a las elecciones generales del próximo 4 de julio. Así como estaba prevista la ausencia del Rey Carlos III –de ahí la presencia del Príncipe de Gales, que le representaba–, nadie había contemplado que Sunak ignorase la ceremonia. La actitud de quien aún ocupa el número 10 de Downing Street ha desembocado en una crisis política en mitad de una campaña que se está convirtiendo en un calvario –esto era previsible– para el Partido Conservador, a quien el Partido Laborista saca una media de veinte puntos en las encuestas.

En primer lugar, por la falta de respeto hacia una conmemoración que en el Reino Unido alcanza un carácter rayano en lo sagrado: no se puede olvidar que es el país que más tropas proporcionó a la operación después de Estados Unidos. Además, es casi seguro que sea el último año en que hayan estado presentes los últimos supervivientes de la epopeya. Que les haya despreciado para volver a la «caza de votos» antes del final de los actos oficiales ha sido muy mal interpretado por una abrumadora mayoría de la opinión pública británica.

En segundo lugar, porque ha brindado una oportunidad única al líder del Partido Laborista para potenciar su estatura internacional, que es su punto débil: sir Keir Starmer sí que se quedó en Normandía hasta el final, y logró concertar una entrevista cara a cara con Zelenski, debidamente publicitada por su equipo de comunicación. Asimismo, asombra que Sunak, que está basando su campaña sobre la seguridad y el patriotismo, haya acortado su presencia en la celebración de un acontecimiento que encarna esos valores a la perfección.

Por si no fuera suficiente, agravó su caso con sus frías excusas plasmadas en el primer mensaje publicado en la red social X, antes Twitter. Hasta la ministra Penny Mordaunt, su mano derecha en el Gobierno, le ha criticado públicamente, con tacto, pero con claridad. De paso, se ha convertido la portavoz de más de 600 candidatos conservadores que ven como sus campañas –en el Reino Unido rige el sistema unipersonal de distrito: las candidaturas son individuales, no de listas– se están hundiendo. De nada, pues, ha servido la brillantez de Sunak en su último debate televisivo frente a Starmer. Su metedura de pata del 6 de junio ya forma parte de la antología negativa de la política británica.

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