El movimiento que aún lucha por el entendimiento entre israelíes y palestinos: «Se olvidó la palabra paz»
En medio de la guerra más larga que libra Israel desde su de independencia (1948-1949) a raíz del peor ataque sufrido en su historia y las devastadoras consecuencias para la población palestina en la franja de Gaza, la palabra pacifismo puede sonar a muchos un chiste de mal gusto. Pero un movimiento de mujeres, tocado el 7 de octubre, pero no hundido, sigue adelante con una fe inquebrantable en que no queda otro camino que perseguir la paz entre los pueblos.
Adriana Potel, es miembro de Women Wage Peace (WWP) (Mujeres Activan por la Paz), uno de los mayores movimientos de base en Israel con 50.000 miembros de todo el arco político y social, principalmente mujeres judías, árabes, drusas y beduinas. El grupo surgió tras la operación militar israelí en Gaza «Margen Protector» en 2014, como revulsivo a seguir considerando el ciclo de acción y reacción violenta como única opción viable.
Tres días antes del 7 de octubre, WWP celebró un evento a orillas del mar Rojo junto con su organización socia palestina, Mujeres del Sol, que aglutinó a 1.500 israelíes y palestinas. Su trabajo les ha valido a sus líderes ser consideradas entre las mujeres más influyentes por la revista Time en 2023 y candidatas al Nobel de la Paz.
En entrevista con El Debate, Potel, quien es referente de la Red Iberoamericana de apoyo de este grupo (surgida hace siete años) expone junto con Aya Eliav, radicada en Madrid, los principales objetivos de este movimiento que da sus primeros pasos en España.
—¿Cómo se defiende en estos momentos la paz después de que una de las fundadoras, Vivian Silver, fuera asesinada por Hamás el 7 de octubre?
Potel. Son tiempos dificilísimos, preocupantes y muy tristes. Vivian Silver fue una de las fundadoras del movimiento y de otros grupos, llevaba personas desde Gaza a hospitales en Israel, colaboró con muchas organizaciones que promueven la coexistencia y la construcción de la paz. Cuando conocimos inicialmente que estaba secuestrada, pensamos que tal vez Vivian pudiera lograr algo gracias a sus contactos. 'Si ella está allá (en Gaza) seguro que puede ayudar'. Al día 50 cuando nos enteramos de que había sido asesinada fue un golpe tremendo para el movimiento.
Ghadir Hani (árabe oriunda de San Juan de Acre), su mejor amiga y miembro de WWP no pudo escribir ni comunicar por mucho tiempo por el dolor. Pero el hijo de Vivian ha decidido seguir el legado de su madre. Entonces, si su hijo y varias mujeres en Israel han decidido eso, esa es la fuerza que nos impulsa a seguir.
Son días muy complejos dentro del movimiento. Nos estamos rearmando pero hay cosas muy claras y son los principios sobre los que se fundó.
—¿Cuáles son esos principios fundacionales?
Potel. Primero, que sea un movimiento abierto e inclusivo donde haya lugar para todas las voces, por eso es apartidista. En segundo lugar, trabajamos por un acuerdo diplomático digno para los dos pueblos, israelí y palestino. Asimismo, exigimos el cumplimiento de la Resolución 1.325 del Consejo de Seguridad de la ONU (2000), que reconoce el papel de las mujeres en la prevención y resolución de conflictos, así como en la toma de decisiones y mantenimiento de la paz.
—El ataque de Hamás ha supuesto un mazazo para el pacifismo israelí. ¿Cómo es su situación actual, está hundido?
–Eliav. La gente está aterrorizada, esta es la verdad, no confía, no cree que sea algo posible la paz. Se vive un momento tan difícil, parece que se olvidó la palabra paz. Estamos todavía en el trauma y es difícil hablar desde el trauma. Hay que dejar pasar el tiempo para poder reconstruir este discurso».
Se vive un momento tan difícil, parece que se olvidó la palabra pazIntegrante del movimiento WWP en España
–Potel. Es muy difícil hablar de esto fuera de Israel, pero nosotras representamos las voces de un movimiento. Cuando nació WWP hace diez años uno de los desafíos fue volver a instalar la palabra paz. Entonces, como ahora, nos tachaban de ingenuas, de promover paz y flores en un país donde hay varias generaciones que se han criado pensando en que el modo de estar es sólo guerra. La paz no sólo es ausencia de guerra, es un montón de otras cosas y el desafío se da tanto en Israel como fuera. La sociedad israelí está muy rota, dolida y desarmada. El mazazo ha sido muy fuerte y está fresco, pero nadie puede asegurar que haya otro camino».
—¿Qué pueden aportar las mujeres para construir medidas de confianza?
–Potel. La 1.325 es justamente una resolución que dice que las mujeres tienen que estar en la mesa de negociación, Israel la adoptó en 2004 y, por supuesto, no cumple, como en muchísimos países. Pero está demostrado que cuando las mujeres participan en las conversaciones de paz los alcances fueron más duraderos, más sostenibles y eficientes. Primero, exigimos su cumplimiento.
También se está proponiendo conformar un gabinete de mujeres junto a otras organizaciones. Las protestas contra la reforma judicial en Israel dieron lugar a sinergias entre movimientos y creemos que juntos somos más y se pone el acento en que las mujeres tengan su lugar y se hagan escuchar.
–Eliav. En los acuerdos políticos, económicos, nadie nos pregunta nada sobre el agua, la educación, el ambiente. Creo que las mujeres tenemos una visión más amplia y humana sobre las necesidades civiles y la escala de prioridades sociales.
—¿Cómo ha cambiado vuestra interlocución con vuestras pares palestinas desde el ataque de Hamás?
–Potel. Mujeres del Sol nació en 2021 en un lento proceso hasta que se fueron organizando. El movimiento israelí acompañó al palestino conformado por mujeres de Cisjordania, también con contactos en Gaza. Durante estos años han tenido sede en Ramala y las activistas sociales trabajaron para su empoderamiento como mujeres y también para la paz.
Trabajamos juntas en el diseño del denominado 'Llamamiento de las madres', un documento conjunto con el que ambos movimientos (el israelí y el palestino) pidieron a líderes de ambos pueblos una serie de medidas encaminadas a la paz y que recientemente ha sido rubricado por el Papa Francisco.
Los vínculos se fueron fortaleciendo entre nosotras y el 7 de octubre, a las dos horas de que conociera el ataque, ellas se comunicaron con las israelíes para decirles ¿cómo estás? Y nunca desapareció el contacto. Es más, dijeron, ahora más que nunca.
—¿De qué habláis ahora, en qué estáis trabajando?
–Eliav. El primer objetivo es expandir la voz de que hay alternativa. Queremos abrir el abanico para que la gente común escuche que hay también gente en Israel que piensa de otra manera, que existen organizaciones y también contacto entre israelíes y palestinos. Pero sobre todo, difundir un poco la esperanza, que hay salida diplomática y que no es quizás tan complicado como parece.
—¿Objetivos más concretos?
–Potel. Desde el primer día nuestro movimiento está con las familias de los secuestrados. Mantenemos nuestra presencia todos los días en la Plaza de los Secuestrados de Tel Aviv. También hemos encabezado marchas por un alto el fuego, un cambio de Gobierno.
—Ha habido mucha crítica a Israel. No existen las medias tintas. También el feminismo ha sido cuestionado. ¿Cómo vivís estos temas?
–Eliav. Notamos la radicalización en primera persona. Pero creo que el mensaje que queremos trasladar desde WWP es que debemos cambiar el discurso. Esto es muy importante. La tendencia siempre es buscar al culpable, vosotros habéis ocupado, matado, sois terroristas... Debemos cambiar la terminología porque el acto de tomar partido sólo fomenta el conflicto y empeora la situación. Debemos dejar esto de lado y mirar el futuro porque los dos lados están muy cargados. Cada lado tiene discursos muy válidos, pero nuestro futuro tiene que ser diferente. El pasado lo puedo perdonar y el futuro está en mis manos.
–Potel. En los últimos 20 años fui activista en numerosas organizaciones feministas y mis colegas eran todas aquellas con las cuales hoy casi ni hablo. Lo que pasó y está pasando es absolutamente doloroso, hay un desamparo de los grupos feministas bien difícil. La invisibilidad de lo que pasó en la masacre del 7 de octubre con las violencias sexuales no es menor. Pero al mismo tiempo esto consolidó otros grupos.
—¿Qué aspiran establecer en España?
–Eliav. La idea es empezar a difundir la voz de que hay alternativa. La situación (en Oriente Medio) no es tan superficial como se transmite muchas veces. Queremos subrayar que no es correcto posicionarte de un lado y decir que el otro es asesino y viceversa. Que existe complejidad y las redes representan una simplificación del conflicto que hace daño. El conflicto existe, depende de cómo lo afrontamos.