Quién es y qué ha hecho Kamala Harris en el gobierno de Joe Biden
La actual vicepresidente ha desarrollado una gestión mediocre y su perfil se ha ido desdibujando a medida que no lograba presentar sobre la mesa éxitos en los asuntos que Biden le había cedido
Era la crónica de una dimisión anunciada. Joe Biden no podía resistir. Sin fondos y con los patrocinadores en estampida seguir era muy difícil. Más aún cuando los pesos pesados del Partido Demócrata, casi de rodillas, le imploraban que tirase la toalla. El último en pronunciarse fue Barak Obama y el mundo ya sabe que la voz del expresidente, es la voz de Dios entre los demócratas.
Biden, en su resignado acto patriótico (el de la dimisión), ha elegido como su sucesora a Kamala Harris. «Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo», invocó.
La última palabra la tiene el partido
La actual vicepresidenta puede sentirse orgullosa, pero eso no significa que sea la elegida. La última palabra la tendrá el partido en la cumbre de Chicago. Si la fortuna le sonríe y Kamala queda en primera posición en la pista de salida de los demócratas, habrá que buscar a un compañero de ticket que ocupe el puesto que ella ocupaba. Pero, eso es otra crónica.
Los sondeos advierten desde hace tiempo que esta coarrera a la Casa Blanca, los demócratas y Kamala Harris en especial, la tienen perdida
Los sondeos advierten desde hace tiempo que esta carrera a la Casa Blanca, los demócratas y Kamala Harris en especial, la tienen perdida. La actual vicepresidente ha desarrollado una gestión mediocre y su perfil se ha ido desdibujando a medida que no lograba presentar sobre la mesa éxitos o triunfos de las materias o asuntos que Biden le había cedido.
Error tras error
El problema de la inmigración ilegal, con ella se ha convertido en un problemón mayor y las fronteras se han convertido en un colador. El desafío no era fácil, pero lo suyo ha ido de mal en peor.
Otro reto no menor era sacar adelante una reforma electoral que despejara cualquier atisbo de duda sobre futuros escrutinios. Dicho de otro modo, que impidiese una moviola del asalto al Capitolio instigado por Donald Trump. Como parte de esa misión, Harris debía impedir los obstáculos que han puesto algunos gobernadores republicanos para ejercer el derecho a voto por correo y otro tipo de cortapisas. Pero, en esto, también falló Kamala.
Sus defensores argumentan a su favor que las tareas asignadas eran imposibles de realizar y que su desgaste, en definitiva, es culpa de Joe Biden. Además, insisten en que hay un elemento racial que sus detractores utilizan como arma arrojadiza y si a eso le unen que es mujer, haga lo que haga estará en la diana.
A los 59 años la carrera meteórica que se soñaba para Kamala Harris se ha quedado en un paseo más de espinas que de rosas. La abogada y ex senadora (2017-21) llegó como una mujer con una retórica formidable y enorme habilidad para los debates como demostró en las primarias de 2020, pero en el primer año de su gestión su imagen ya se había desplomado. Los índices de popularidad no llegaban ni al 28 por ciento, más bajos que el que tuvo en su día Dick Cheney, pese a estar en primera línea de fuego amigo -y enemigo- con la guerra de la Irak.
Sus colaboradores la tachaban de insegura, de desconcertante y en ocasiones, hasta de cruel en el trato por desconfiada
La promesa Kamala, finalmente, se quedó en eso. En su equipo lo vieron claro y no tardaron en producirse las deserciones. Sus colaboradores la tachaban de insegura, de desconcertante y en ocasiones, hasta de cruel en el trato por desconfiada. Su portavoz y jefe de comunicación fueron de los primeros en bajarse de un barco que, según sus previsiones, no podría mantenerse a flote otra legislatura. En eso, parace que acertaron.
En las entrevistas en los medios de comunicación, aquella mujer de rostro fresco, más negra que blanca y con gesto de ejecutiva, comenzó demasiado pronto a arrojar una imagen de política con el GPS desajustado. Sus compañeros de partido comenzaron a desconfiar de ella y poco a poco fue perdiendo el apoyo que ahora necesita más que nunca.
La abogada y vicepresidente hoy tiene oportunidad, quizás sus compañeros le den un voto de confianza y respeten la última voluntad de Joe Biden. En cualquier caso, mucho tendría que cambiar, ella y el partido, para poder vencer a Donald Trump. A lo más que parece que puede aspirar Harris, si la confirman, es a una derrota digna y no a la que, a todas luces, le esperaba al actual presidente de Estados Unidos.