¿Tiene Irán realmente la bomba atómica?
Según afirma el Organismo Internacional de Energía Atómica, los persas disponen ahora de casi cuatro kilos de uranio enriquecido hasta el 60 % de pureza (un 30 % más serviría para fabricar un arma atómica). Faltaría diseñar la bomba y un vector de lanzamiento
Israel empezó a investigar temas nucleares poco después de su independencia en 1948 y, con el apoyo francés, que también lo tuvo Persia, comenzó a construir en secreto un reactor nuclear y una planta de reprocesamiento atómico a finales de la década de 1950. Se sospecha que Israel construyó su primera bomba nuclear a finales de los años 1960.
Mordejái Vanunu también conocido como John Crossman desde su conversión al cristianismo, es un ex técnico nuclear israelí y activista por la paz, que en 1986 reveló al diario británico The Sunday Times que Israel disponía de un programa de armas nucleares. Este perito atómico trabajó en el Centro de Investigación Nuclear israelí ubicado en el desierto del Néguev, al sur de Dimona, y que, muchos los expertos en defensa, se usa para fabricar armas nucleares. Ahí le inquietó cada vez más el programa nuclear israelí en el que trabajaba y decidió hacerlo público.
Cuando Israel conoció las revelaciones a la prensa, Vanunu fue secuestrado por el Mossad en Roma, usando la lascivia y a una agente. Luego fue juzgado en un juicio a puerta cerrada y sentenciado a 18 años de cárcel que cumplió íntegramente. El Gobierno israelí lo mantuvo en un aislamiento casi total durante más de 11 años.
Israel fue el sexto país en el mundo en desarrollar armas nucleares y es una de las cuatro naciones con bombas atómicas no reconocidas como uno de los Estados nuclearmente armados por el Tratado de No Proliferación Nuclear, que no ha firmado, junto con Corea del Norte, Pakistán e India. El exdirector general del Organismo Internacional de Energía Atómica, el egipcio Mohamed el-Baradei, considera a Israel como un Estado poseedor de armas nucleares; sin embargo, Israel mantiene una política de «ambigüedad nuclear» u «opacidad nuclear».
Israel nunca ha admitido tener armas nucleares; en su lugar, ha repetido a lo largo de los años que no sería el primer país en introducir armas nucleares en el Medio Oriente, sin determinar si no será el primer país en crear, desvelar o hacer uso de armas nucleares en la región.
Israel se ha negado a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, a pesar de la presión internacional por hacerlo y ha sostenido que firmar el TNPN iría en contra de sus intereses en seguridad nacional de la que es muy celosa. Sin embargo, Irán firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear en 1968 y lo ratificó en 1970, claro que era otro sistema y otro régimen.
En la actualidad, se estima vagamente que Israel posee entre 75 y 400 ojivas nucleares, con la capacidad de usar vectores de lanzamiento múltiples, por medio de aviones, submarinos o misiles balísticos transcontinentales.
El Irán atómico
El Irán nuclear comenzó con el sha Mohamed Reza Pahlevi, dentro de su lema «de las alfombras a las computadoras» en la década de los años 1950, en el marco del programa Átomos para la Paz de la Organización de las Naciones Unidas.
La República Islámica posterior comenzó un programa nuclear mucho peor visto, Francia se negó a entregarle uranio a partir de 1979, que a pesar de sus protestas de uso civil, realizadas por el guía de la revolución, ayatolá Ali Jamenei, levantó muchas sospechas, dado que tenía recursos energéticos suficientes para no requerir la energía atómica. Argumento que había sido más convincente y lucrativo para París cuando Irán era una monarquía imperial.
La administración de Barack Obama inició unas largas negociaciones, junto con los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania. Al final los negociadores llegaron a un acuerdo en Viena, En 2015 Irán a cambio de que levantasen las duras sanciones económicas impuestas, reducía el número de centrifugadoras, necesarias para elevar la calidad del uranio, y entregaba el uranio ya enriquecido a otro país, en este caso, a Rusia, ahora socio de Teherán en los BRICS.
La República Islámica, presidida por el moderado Hasán Rohaní, alcanzó el acuerdo nuclear en 2015 con los Estados Unidos de Obama en la capital de Austria con la aquiescencia de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y China. En él, Irán aceptó limitar su enriquecimiento de uranio, un elemento que puede ser convertido en plutonio y usado con fines médicos, científicos o militares, bajo la vigilancia de los inspectores de las Naciones Unidas a cambio del levantamiento de las sanciones económicas que ahogaban al país de Ciro.
El pacto tranquilizó a la comunidad internacional al alejar la imagen de un Irán armado con bombas atómicas. Carmi Gillon, antiguo Jefe del Servicio de Seguridad (Shin Bet), declaró que «el acuerdo nuclear con Irán había neutralizado la mayor amenaza del mundo». También el General Gadi Eizenkot, antaño Jefe del Estado Mayor de Israel, afirmó que «con todos sus fallos el acuerdo funciona para evitar la realización del proceso de fusión nuclear iraní».
Pero en 2018, el presidente Donald Trump retiró unilateralmente a Estados Unidos del acuerdo y revalidó las sanciones. Irán reanudó su programa atómico al año siguiente, en 2019. Tiempo después, el presidente Joe Biden después intentó recuperarlo sin éxito.
La amenaza de un Irán con bombas atómicas no gustaba mucho al club de los que ya las poseían.
Israel ralentiza el programa persa
Tanto que, según afirma el Organismo Internacional de Energía Atómica, que ya no opera 27 cámaras vigilando día y noche las instalaciones iraníes, los persas disponen ahora de casi cuatro kilos de uranio enriquecido hasta el 60 % de pureza (un 30 % más serviría para fabricar un arma atómica). Faltaría diseñar la bomba y un vector de lanzamiento para ella, para lo que hacen falta meses y estos se alargan más todavía cuando varios técnicos nucleares iraníes han sido asesinados en distintos puntos del mundo, incluyendo la capital persa, como fue el caso de Mohsen Fakhrizadeh-Mahavadi, prominente científico nuclear iraní, ametrallado en 2020 en a las afueras de Teherán. En 2010, el doctor en Física Masud Alí Mohamadí había volado por los aires en una explosión.
Ese mismo año Mayid Shahriarí, ingeniero nuclear, murió por la detonación de una bomba en su coche, el mismo día que otro científico, Fereydun Abasí, sobrevivió a duras penas a un atentado.
En 2011, Dariush Rezaineyad, vicepresidente de la Organización de la Energía Atómica de Irán recibió cinco disparos mortales. Su principal especialidad era el sistema de explosión en ojivas nucleares.
Al año siguiente, 2012, Mostafa Ahmadí Roshan muere por una bomba en Teherán. Trabajaba en instalación nuclear de Natanz.
Las autoridades iraníes acusaron a Israel de los atentados en su capital, en complicidad con la a la organización opositora armada Muyahidin Jalq.
También los hackers, que no tienen costumbre de identificarse, han atacado los programas informáticos de las centrifugadoras persas que enriquecen el uranio y otros centros del programa nuclear ganando tiempo y demorando el desarrollo nuclear persa.
Israel ha llegado a advertir que si el programa atómico iraní avanza, a pesar de sus zancadillas, destruirán todas las instalaciones, incluidas las subterráneas en Hormozgan y Yazd, queda saber qué será de Bushehr, donde hay una planta atómica conjunta entre Irán y Rusia a orillas del Golfo Pérsico.
Si las armas atómicas se usan después de Nagasaki el cambio climático dejará de ser una preocupación.