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Zoé Valdés
AnálisisZoé Valdés

¿Hacia dónde va la Unión Europea?

La señora Ursula Von der Leyen, tras insultar al primer ministro Viktor Orban, se marchó y no se dignó a oír la respuesta. Esto es lo que se podría denominar política solariega donde las haya

Actualizada 04:30

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (izq.), escucha el discurso del primer ministro húngaro, Viktor Orban, durante la presentación del programa de la presidencia semestral del Consejo de Hungría

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante el discurso del primer ministro húngaro, Viktor OrbanAFP

He estudiado algunas de las intervenciones recientes de los eurodiputados tras la toma de posesión de Viktor Orban en lo que será el breve mandato del Consejo de la Unión Europea con Hungría a la cabeza en el período del 1 de julio al 31 de diciembre del 2024, no me han sorprendido demasiado salvo lo que con toda evidencia saltó a la vista: la arrogancia y falta de respeto de Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, frente al primer ministro de Hungría, al obviar que son los países los que mandan en la Unión y no al revés; que ella ha sido nombrada al servicio de esos países y de sus representantes, elegidos por los ciudadanos.

La señora Von der Leyen tras insultar al primer ministro Orban se marchó y no se dignó a oír la respuesta. Esto es lo que se podría denominar política solariega donde las haya. Y, sin embargo, pocos se han referido al suceso que marca unas pautas muy poco dignas dentro de los parámetros del poder, sus consecuentes límites y, todavía peor, no conforman una sana enseñanza para los jóvenes que vendrán después a reemplazar a estos políticos. En vez de actuar Ursula von der Leyen como lo que ella representa, al parecer se ha contagiado con la chusmería exultante de una Irene Montero y de la soberbia de una Rima Hassan.

De ahí que la pregunta que nos debiéramos hacer con urgencia es con tales truenos, ¿hacia dónde se dirige la Unión Europea? Con intervenciones tan soeces y mezquinas donde el paradigma recuerda a la antigua Unión Soviética; o peor, con la presencia de eurodiputadas claramente antisemitas, a la Alemania nazi. ¿Les resulta duro oírlo? Más duro me resulta a mí pensarlo, concluirlo, y escribirlo; no obstante, creo que debemos puntuarlo sin demora.

Von der Leyen se ha contagiado con la chusmería exultante de Irene Montero y de la soberbia de una Rima Hassan

También vi la intervención de la macronista (del partido de Emmanuel Macron, en el poder en Francia junto con Los Republicanos, incluso si no tuvieron mayoría en las pasadas legislativas), la excelsa Valérie Hayer. Del partido Renacimiento (rebautizado) Valérie Hayer es una de las piezas fundamentales, no diría que claves, porque en esos nuevos partidos ya claves no son ni las llaves de la oficina. Valérie Hayer es en resumen una buena política, correcta; comparada con la media habla un francés excelente, si equiparamos con la caída en picada de los políticos actuales y su lenguaje, más el bajísimo nivel cultural. Hayer no es una intelectual as usual, es una tecnócrata con una pátina importante de cultura. Es la razón por la que me sorprendió su discurso repleto de bajezas y acusaciones contra el primer ministro húngaro sin aportar una sola prueba. Cuando se acusa a alguien de corrupción y de robo como ella lo hizo se deben citar las fuentes judiciales de semejantes acusaciones.

La intervención de Hayer me recondujo de vuelta a aquellos tribunales populares de la era soviética, que también se produjeron por miles en la Cuba castrista. Hayer reapareció como una extremista, exigiendo «ojos en los ojos», a una persona que se había ausentado, lo que tampoco debió de haber sucedido. O sea, ¿qué piel tan fina la de los políticos actuales que se oyen a sí mismos, pero cuando se trata de oír a los demás se levantan y se largan. Se largan, no sé, quizás a comprarse una vestimenta en una tienda lujosa como según se cuenta hizo la vicepresidente Yolanda Díaz, al pirarse del Congreso para elegir chaquetón en la boutique Claudie Pierlot.

Volvamos a la Unión Europea, ¿Cómo puede Hayer insultar tan pancha, calumniar sin mostrar una sola prueba? Para colmo, de lo mismo que Hayer acusa a Orban se podría replicar multiplicado por cien o por mil al propio Gobierno francés, o ¿Qué son los vitrales modernos de Notre Dame que nos quieren imponer cuando los vitrales antiguos están intactos? ¿No habrá negocio oculto? Nadie lo sabe, sólo pregunto. Esperen, ¿Cuántos del entorno del Gobierno se embolsillaron cuantiosas fortunas con los Juegos Olímpicos? Por ejemplo, los que presentaron el peor espectáculo de inauguración en la trayectoria de inauguraciones de los JJ.OO. Reitero, pregunto, porque las dudas han sido abiertas como cartas encima del tapete, y nadie aclara si han sido trucadas.

Jorge Buxadé, por Vox, reaccionó al punto, citó la corrupción en el Gobierno-Famiglia de Pedro Sánchez, en trámite, de prueba en los tribunales; ¿por qué tanta inquina contra el país que preside en este período? ¿Por qué numerosas acusaciones y hacer notar fallas o las telarañas en los patios ajenos? ¿Por qué no se quedó la presidente de la Comisión, como debía de haber hecho durante la intervención del húngaro? ¿No le pagan por estar ahí? Iba a decir ¿no ha sido elegida para eso, no es ese su trabajo? Sí, si bien ese es su trabajo, no fue elegida. Cabe subrayar que durante el breve período en que presidió España, con Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen se veía toda carantoñas, e incluso permitió que la criminal venezolana Delcy Rodríguez participara en uno de los eventos, recibida afectuosamente, inclusive si sobre Rodríguez pesa una orden de restricción de suelo europeo.

Es muy necesario conocer el rumbo que retoma la Unión Europea, y dejarle bien claro a los políticos que la línea no debiera ser de ninguna manera la de deformar propósitos, rebajar actuaciones, emularlas con las de la excajera Irene Montero devenida ministra de Igualdad en España, o la de la vocera de Hamás, Rima Hassan, eurodiputada número siete La Francia Insumisa. El que conoce el significado del siete en la jerga cubana, estará doblemente enterado.

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