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AnálisisAquilino Cayuela

Rusia espolea la inmigración masiva en África para desestabilizar a la Unión Europea

La continuación de golpes de Estado que han llevado al poder a militares antifranceses en el Sahel (Mali, Burkina Faso y luego Níger), desde 2020, se analizó (por un sector del miope progresismo) como un deseo de romper con su antiguo colonizador

La influencia rusa se expande en África de mano del Grupo Wagnertwitter

A menudo la prensa occidental rebaja el peligro al que nos enfrentamos. Rusia cuenta con enormes capacidades, con una importante influencia a nivel mundial y con amigos leales como China, Corea del Norte o Irán.

Rusia aprendió en el conflicto de Siria que frenar la hegemonía de Estados Unidos en la región y mantener el régimen de Bashar al-Ásad era un éxito formidable. También que las desquiciadas políticas de la Unión Europea (UE) arrastraron a la misma a una crisis migratoria sin parangón.

Hoy no podemos menos que constatar otra importante victoria de Rusia en varios países de África Occidental. Allí Francia y Estados Unidos han perdido toda su influencia. Esta parte del continente africano ha quedado bajo el influjo muy directo de Rusia, de China y bajo las presiones del fundamentalismo islámico.

En Níger, por ejemplo, la suspensión de la ayuda norteamericana ha animado al régimen en el poder en Niamey, de Abdourahamane Tchiani, desde el 26 de julio de 2023, a alejarse más y más de la democracia. La exigencias y el modelo de Washington ha alentado a los militares que gobiernan a rechazar el modelo demoliberal occidental y proclaman que los nigerianos tienen el «derecho a elegir a sus socios». Níger ha sumado su voz a las de Mali y Burkina Faso para seguir el referente de Rusia y China.

El Gobierno de EE.UU. añade a su lista de preocupaciones el acercamiento entre Teherán y Niamey, motivado por los yacimientos de uranio de Níger. Teniendo en cuanta las ambiciones nucleares de la República Islámica el uranio del país africano lo convierte en una amistad peligrosa. En este sentido, China y Rusia tienen un gran monopolio de ciertos minerales y «tierras raras», nombre con el que comúnmente se conoce a unos 17 elementos químicos (escandio, itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos).

Son elementos que es muy poco común encontrarlos en una forma pura y que se utilizan en los teléfonos móviles y otra tecnología de comunicación y en armamento de última generación. En África, se extraen buena parte de estos minerales y China controla más del 90 % de su minería y su procesamiento, pero Rusia cuenta con un importante dominio de estos materiales.

Ahora son la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping quienes han tomado el dominio del África occidental

La continuación de golpes de Estado que han llevado al poder a militares antifranceses en el Sahel (Mali, Burkina Faso y luego Níger), desde 2020, se analizó (por un sector del miope progresismo) como un deseo de romper con su antiguo colonizador. Sin embargo, fue una precisa operación. Ahora son la Rusia de Vladimir Putin y la China de Xi Jinping quienes han tomado el dominio del África occidental.

Este nuevo fracaso de EE.UU. y la UE en el tercer continente en extensión se constató con la rescisión de los acuerdos de defensa con París y la salida del último soldado francés, a finales de diciembre, y el brutal desalojo de los soldados estadounidenses, el pasado 16 de marzo, en Níger. Ahora una ola de autoritarismo se ha apoderado de esta amplia región del continente africano, retornando a cuando, entre 1960-1990, la vieja URSS movía sus fichas en el tablero de África.

Estas naciones del Sahel no han cesado de reforzar su cooperación militar y económica con Rusia y son la nueva cabeza de puente de su propaganda en África. Tras la desparición del exlíder del Ejército de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, la Inteligencia rusa (FSB) ha movido los cambios de régimen y ha generado un importante aparato de propaganda en todo el continente. Lo hacen en nombre de una nueva organización llamada «Iniciativa Africana» creada en Moscú en septiembre de 2023.

Al patrocinar los golpes de Estado en el Sahel, Rusia ha adquirido una formidable medida de presión sobre Europa: la inmigración.

Las nuevas autoridades de Níger tampoco esperaron para derogar en noviembre de 2023 la ley de 2015 que penalizaba el tráfico ilegal de inmigrantes, que había sido adoptada bajo la presión de la UE. Poco después intensificaron su cooperación militar con Rusia. Desde entonces, la capital de los tuareg y encrucijada de las rutas migratorias, el oasis de Agadez ha recuperado su estatus de centro de transacciones rentables vinculadas a los cruces migratorios, de ahí arranca buena parte del tráfico de personas hacia la costa atlántica.

Esta política de reapertura de la inmigración ha reflejado, en la superficie, el deseo de las nuevas autoridades nigerianas de satisfacer a los tuareg que están enfrentados a ellos, pero más allá hay una estrategia y un desafío a la UE.

Una Europa asfixiada por un nuevo movimiento migratorio masivo y sin control no necesita mucha más presión para entrar en una inestabilidad política y económica sin precedentes. Algo que satisface a Moscú y a Pekín.

La astucia de Rusia (y de China) está detrás la presión migratoria que nos empuja desde el sur

Es cierto que los jóvenes africanos que luchan contra la extrema pobreza y la ausencia de perspectivas no necesitan mucho de la «mano de Moscú» para coger carretera y manta (si la tienen) para dirigirse al Atlántico o al norte por el Mediterráneo, como demuestra el aumento de las llegadas desde 2023 a través de España, Italia o Grecia.

Pero el análisis no se resiste a afirmar que la astucia de Rusia (y de China) está detrás de este movimiento geopolítico de presión migratoria que nos empuja desde el sur.