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Juan Rodríguez Garat
Juan Rodríguez Garat

La cumbre de Kazán: ¿cruzados o forajidos?

Vaya por delante que el aislamiento internacional de Putin, proveedor de gas, petróleo, armas y mercenarios a medio mundo, es una misión imposible

Actualizada 04:30

Vladimir Putin y demás mandatarios de la Cumbre de los BRICS en Kazán

Vladimir Putin y demás mandatarios de la Cumbre de los BRICS en KazánAlexander Nemenov / AFP

Durante los últimos días, tanto la prensa rusa como la occidental han publicado numerosas fotografías de un sonriente Putin actuando como anfitrión de la cumbre de los Brics, recientemente celebrada en la ciudad rusa de Kazán. El dictador del Kremlin no necesitaba un baño de masas —que eso lo consigue con regularidad en cada aniversario de la anexión de Crimea— sino un desquite del aislamiento físico provocado por su imputación por crímenes de guerra en el Tribunal Penal Internacional.

Las noticias de la reunión, triunfalistas en la prensa rusa, se llenan de pesimismo en la occidental, que ve como ha fracasado el ingenuo intento de aislar a Putin por la invasión de Ucrania. Desde la distancia, unos y otros quieren hacernos pensar que los líderes reunidos en Kazán, representando al 45 % de la población mundial, forman una banda cohesionada. Una banda de forajidos para el occidente democrático o de cruzados por la libertad si uno se cree el relato de Moscú. Ambas descripciones de la cumbre son, desde luego, equivocadas.

Misión imposible

Vaya por delante que el aislamiento internacional de Putin, proveedor de gas, petróleo, armas y mercenarios a medio mundo, es una misión imposible. En la vida real, cada uno mira por sus intereses.

No hay simplificación más ingenua que la que atribuye a las naciones las decisiones de sus líderes. Cuando uno las mira de cerca, como hacemos los españoles con las de nuestros gobiernos, nos damos cuenta de que las más de las veces se alinean con las causas que más les convienen por razones domésticas. ¿De verdad creían los españoles que había armas de destrucción masiva en Irak? ¿Ha cambiado de idea el pueblo soberano sobre la cuestión del Sáhara Occidental? ¿Se nos ha preguntado la opinión sobre el fuerte sesgo antiisraelí de nuestra política exterior o pretende únicamente compensar el apoyo de algunos de los socios del gobierno?

Por alguna razón, quienes nos damos perfecta cuenta de cómo funcionan las cosas en nuestro país y, en menor medida, también en los de nuestro bloque —no cesamos de debatir cómo influyen las próximas elecciones norteamericanas en el devenir de la guerra de Gaza— asumimos que lo que dice Xi Jinping representa a una China monolítica y que la postura de Narendra Modi persigue exclusivamente la defensa de los intereses geoestratégicos de la India.

La mayoría de los dictadores que se mantienen en el poder ven en la democracia una idea subversiva que mina la seguridad de sus regímenes

Admitiendo que en Kazán se reúnen personas, y no naciones, es más fácil darse cuenta de que la mayoría de los dictadores que se mantienen en el poder en distintos puntos de nuestro planeta ven en la democracia una idea subversiva que mina la seguridad de sus regímenes. Nada tiene de extraño que capitalicen algunos de sus excesos —a menudo nos ha faltado sensibilidad y nos ha sobrado prepotencia— para luchar contra ella con todas sus armas. Así, era de esperar que Putin, Kim Yong-un y Jamenei olvidasen sus enormes diferencias políticas y geoestratégicas para combatir juntos contra el enemigo común, que no es Ucrania, sino la democracia. Desde esa perspectiva, ¿de verdad hay alguien a quien pueda sorprender el publicitado abrazo de Putin con Maduro? ¿Hay quien cree que a Putin le importa el que las elecciones venezolanas hayan sido amañadas?

También hay, desde luego, países democráticos que coquetean con Putin. En distinto grado, lo son varios de los países que ven en el foro Brics, recientemente ampliado, oportunidades de prosperidad económica e independencia política. ¿Tendrían que renunciar a ello porque Rusia haya invadido Ucrania? Teniendo en cuenta los antecedentes históricos, en los que no faltan los abusos de las potencias occidentales, me parece a mí —y aún más se lo parecerá a ellos— que sería pedir demasiado.

El tablero estratégico

Pero vamos a lo importante. ¿Podemos detectar algún movimiento en el tablero estratégico tras lo ocurrido en Kazán? A pesar de la alegría que finge Putin y la contrariedad de los analistas occidentales, lo cierto es que no. Compare el lector los países que apoyaron la invasión de Ucrania en la Asamblea General de la ONUBielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea, todas grandes naciones para el rusoplanismo militante— y verá que, salvo Irán —que se había abstenido en 2022 y ahora apoya a Rusia con drones y misiles— no ha habido ningún cambio sensible. Lo mismo ocurre con los 35 países que entonces se abstuvieron, muchos de los cuales siguen beneficiándose de los apuros de Putin para hacer negocios en condiciones favorables pero, en su aplastante mayoría, ni siquiera han tenido la amabilidad de reconocer la anexión rusa de Crimea, oficialmente tierra ucraniana.

Tres de las piezas de este tablero merecen un párrafo separado. La India, ya el país más poblado de la Tierra, es una de ellas. Tiene buenas razones para estar en Kazán, de naturaleza política, económica y estratégica. Pero las mismas razones —no es fácil tener a China como vecino— la llevan a acercar los lazos con los EE.UU. en foros como el Quad y a mantener un equilibrio en las adquisiciones de armamento de uno y otro bloque. Con relación a Ucrania, y a pesar de abstenerse en las votaciones de la Asamblea General de la ONU, Modi exige a Putin cada vez que tiene ocasión que ponga fin a la guerra y que respete la integridad territorial de Ucrania. Aunque el primer ministro indio sabe perfectamente que, para Moscú, ambas cosas son contradictorias, ¿por qué dejar que la realidad le aleje de una ambigüedad que le permite hacer negocios con Rusia y Occidente y mantener la posición frente a China?

Xi Jinping, por su parte, sigue frotándose las manos con la guerra de Ucrania. Energía barata, refuerzo geoestratégico, debilidad de su gran rival asiático, desgaste de Occidente y mayor libertad de acción en torno a Taiwán y en el mar de China Meridional en una sola mano, ¿Qué más podría pedir? Hace algunas semanas presumía Putin públicamente de que sus nietos habían aprendido a hablar chino. Hace solo unos años habría sido justo al revés. ¿Por qué cambiar una dinámica tan favorable para Xi y su partido comunista?

La última pieza que merece un comentario por separado es la ONU. En tiempos de guerra hay que negociar con los dos bandos, pero… ¿De verdad debiera haber ido a Rusia el Secretario General? ¿No supone su presencia física un espaldarazo a la invasión de un país miembro de la ONU? ¿Un salvavidas a un líder que, como los hutíes, lanza sus misiles contra los buques mercantes que cargan cereal en los puertos de Ucrania? ¿Una mano tendida a un país acusado cada día por los diversos comités de la organización de horribles crímenes de guerra, liderado por un partido que estos días celebra con alegría el asesinato de numerosos prisioneros de guerra ucranianos?

Cada lector tendrá su opinión. La mía es que se trata de un error grave, un clavo más en el ataúd de una organización necesaria que, cuando acabe esta guerra, la humanidad tendrá que volver a crear sobre bases más justas y eficaces que las establecidas tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Una ingenuidad por mi parte? Desde luego. Pero es eso o la ley del más fuerte. Y, si optamos por esta última, quizá no nos llegue con ese 2 % en gasto de Defensa que tanto esfuerzo nos está costando alcanzar en España.

* Juan Rodríguez Garat es Almirante retirado

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