La polarización en Washington
La polarización norteamericana no ha alterado el que el sistema esté basado en los mismos dos partidos que marcan la política norteamericana desde hace dos siglos
Uno de los graves problemas de la política española es la polarización a la que la ha llevado Pedro Sánchez. Esa polarización también se da en Estados Unidos como estamos viendo en esta campaña electoral. Pero hay fundamentales diferencias entre la polarización norteamericana y la española.
En primer lugar, porque la polarización norteamericana no ha alterado el que el sistema esté basado en los mismos dos partidos que marcan la política norteamericana desde hace dos siglos. En España tenemos en este momento diez partidos políticos en el congreso de los Diputados. En Estados Unidos sigue habiendo solo dos. Esto se está traduciendo en una campaña electoral muy reñida en la que todo parece indicar que el ganador lo va a ser por un estrecho margen. Y eso, suponiendo que el ganador en número de votos sea el mismo que el ganador en el colegio electoral, que es donde verdaderamente se elige al presidente. En 2000 y en 2016 el candidato más votado —Al Gore y Hillary Clinton— no fe el candidato elegido por el colegio electoral. Lo fueron George W. Bush y Donald Trump. Las elecciones tan reñidas suelen tener también un resultado ajustado en las elecciones legislativas. Recordemos que el 5 de noviembre se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. El resultado de eso probablemente será que quien quiera que sea el ganador no podrá hacer cambios radicales, a falta de una amplia mayoría en las Cámaras.
Por más que el país se haya polarizado, la realidad es que como en casi todas las elecciones vemos a miembros relevantes de ambos partidos que están apoyando al candidato del partido contrario. A lo largo de la historia hemos visto organizaciones como «Democrats for Reagan» o «Republicans for Biden». En esta elección destaca el caso de Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney y ella misma miembro de la Cámara de Representantes entre 2017 y 2023. Dick Cheney probablemente fue el vicepresidente —de Bush hijo— con más poder ejecutivo en la historia de los Estados Unidos. Pero los Bush y su entorno carecen de sintonía con Donald Trump.
Los norteamericanos han conseguido mantener esos dos partidos vivos porque son un país en el que cuando pierdes no te vas a tu casa completamente. Se van a pensar por qué han perdido para poder ganar la próxima vez. Y aunque los partidos están lejos de ser maquinarias como las que tenemos en España, que deciden quién es candidato y quien no, los dos partidos norteamericanos solo son maquinarias electorales para promover unos candidatos que siempre son elegidos por las bases del partido, no por la dirección de cada formación.
Es evidente que la forma de hacer política de Donald Trump ha contribuido a polarizar esta campaña. Pero el nerviosismo de Kamala Harris ante la tendencia positiva para Trump que se puede ver en todas las encuestas le ha llevado a comparar a Trump con Hitler. Y se ha quedado tan a gusto. Para que luego hablen de las barbaridades de Trump. Que las hay y muchas.
En todo caso y tras estas elecciones, gane quien gane, veremos a ambos partidos en el Congreso trabajando con el nuevo presidente. No me cabe la menor duda.