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Aquilino Cayuela

¿Va en serio Putin con la amenaza nuclear o es un mero farol?

La escalada en Ucrania con armas occidentales de mayor potencia ha subido su apuesta y, una vez más, la amenaza nuclear se cierne sobre nuestras cabezas

El 20 de abril Rusia realizó una prueba de su misil balístico con capacidad nuclear Satán 2GTRES

Uno de los mayores temores a los que nos enfrentamos actualmente los ciudadanos occidentales es a la amenaza nuclear. Hay algo todavía peor, la mediocridad de nuestros líderes políticos, algo que nos recuerda continuamente aquellas palabras de Churchill cuando estalló la Gran Guerra: «Más que sus vicios, fueron las virtudes de las naciones mal dirigidas por sus gobernantes la causa de su ruina y de la catástrofe general».

Vemos a un Pedro Sánchez en reuniones como la del G20 regalando millones, en dinero público, por esos mundos de Dios, muy ajeno al dolor y al padecimiento de miles de sus ciudadanos que en los alrededores de Valencia se han quedado absolutamente sin nada, algunos sin vida y otros sin sus seres queridos. Vemos a la ministra al frente de esta situación ascender a Comisaria Europea sin que nadie sea capaz de remediarlo.

Vemos a Joe Biden, a punto de dejar su mandato, autorizando a Ucrania a hacer uso de armas de mayor alcance aun a riesgo de aumentar la escalada a un nivel catastrófico, en una guerra sin fin que supera los mil días de contienda.

Efectos de un ataque nuclear sobre Kiev, UcraniaÁngel Ruiz

Parece que nuestros responsables políticos vinieran de otro planeta distinto al de las personas corrientes que padecemos a diario problemas reales y pagamos una enorme cantidad de impuestos.

Del otro lado, Putin, Xi y Kim se alzan como adversarios fuertes y decididos a todo en un nuevo eje alternativo que desafía a Occidente. Ahora la escalada en Ucrania ha subido su apuesta y, una vez más, la amenaza nuclear se cierne sobre nuestras cabezas.

Durante más de treinta años «la ilusión de una paz perpetua» (supuestamente alcanzada tras el final de la Guerra Fría) nos auguraba no volver a asumir amenazas nucleares serias. Por desgracia, esto ya no es así.

El presidente ruso Vladimir Putin desenfunda su sable nuclear cada vez que la apuesta sube por parte de la OTAN en apoyo a Ucrania. Volvemos a un tiempo que nos recuerda las tensiones entre EE. UU. y la URSS de Nikita Khrushchev.

Pero ahora hay (no nos engañemos) una mayor amenaza. Rusia tiene una capacidad nuclear fabulosa y la China de Xi Jinping ha logrado un espectacular aumento del arsenal nuclear. Un proyecto cuyo tamaño y alcance que según el hasta ahora Comandante del Mando Estratégico de Estados Unidos es simplemente «impresionante».

Los líderes de Rusia y China han firmado un tratado de «amistad sin límites» pero el líder norcoreano Kim Jong-un ha entrado en el tablero y suministra armas y tropas para apoyar a Rusia contra Ucrania.

Los alardes de Corea del Norte no son solo caprichos de un muchacho malcriado (su líder supremo Kim Jong-un) sino la amenaza inminente de una nación peligrosa que está mejorando su capacidad para golpear con armas nucleares a sus vecinos y a EE.UU., como demostró con el lanzamiento de prueba de un misil balístico intercontinental (ICBM) el pasado 31 de octubre.

Biden anunció en junio la modificación de las directrices de Estados Unidos en materia de objetivos, que, están diseñadas para «disuadir simultáneamente a Rusia, China y Corea del Norte».

De la nueva administración de Donald Trump se espera que aumente considerablemente la capacidad de disuasión norteamericana.

Washington debería evaluar la viabilidad de desplegar una parte de la futura fuerza de misiles balísticos intercontinentales en una configuración móvil y seguir un enfoque que implicaría lanzadores móviles que pudiesen reubicarse rápidamente. Eso, al menos, dicen los entendidos.

Desde 1952, todas las administraciones estadounidenses han revisado la política de defensa nuclear (y de otro tipo) de sus predecesoras, pero sólo desde 1994 se ha llevado a cabo una revisión interinstitucional a gran escala. En ocasiones, estas revisiones a gran escala han sido obligatorias, pero todas han llevado mucho tiempo y, en general, han tardado un año o más en completarse.

Trump también debería acelerar los esfuerzos para desarrollar nuevas contramedidas para responder a las avanzadas defensas antimisiles de los adversarios y planificar que una parte de la futura flota de bombarderos esté en un estado de alerta continua.

Dado que las directrices actuales contaban con un proceso, en este sentido, podrían guiar la planificación del mando sin grandes cambios o costes para la nueva administración republicana. Una rápida revisión de alto nivel dentro de la administración debería ser suficiente.

Por último, la nueva administración Trump debe incrementar la reconstrucción de la base industrial de defensa estadounidense revisando la «Estrategia Industrial de Defensa 2023» de la administración Biden, según sea necesario.

La nueva administración estadounidense se enfrentará sin duda a nuevos e importantes retos para la disuasión nuclear. Estados Unidos y sus aliados no pueden permitirse el lujo de esperar otros tres años a que se superen estos retos.

El problema mayor se da en Europa occidental que queda a «tiro de piedra» de la Federación Rusa y de los silos existentes en su avanzada del Báltico. En caso de escalada Europa continental cuenta con una muy escasa capacidad de disuasión y de reacción, algo que no estaría disponible hasta dentro de una década o más.

A la pregunta de si Putin va en serio con la amenaza nuclear (a la luz de lo expuesto) la respuesta es: Realmente no lo podemos saber, pero si Ucrania aumenta su ofensiva con armas de mayor alcance suministradas por la OTAN la reacción de Rusia si puede alcanzar ese nivel de agresión. La amenaza está en el aire, pero hemos de tomarla en serio.

Esperemos que el ejecutivo de Trump llega a tiempo de alcanzar una distensión, de no ser así que Dios nos pille confesados.